Rogelio
Javier Alonso Ruiz*
La revalorización del magisterio ha
sido una de las ideas centrales del discurso del gobierno federal. Aunque ya
han pasado casi dos años desde que inició la labor de la nueva administración
de gobierno, aún no se ve con claridad, más allá de las palabras, que se
concrete la recuperación de la relevancia del profesorado. En específico, en
los asuntos económicos, diversas situaciones hacen pensar que la recuperación del
reconocimiento a los docentes no está ni cerca de lograrse. Primeramente, el
incremento salarial de 2019 para los maestros de educación básica ha sido
decepcionante: apenas 4.45% al sueldo tabular y 1.80% en prestaciones; considerando
el salario base de un profesor de primaria en la Ciudad de México, tal aumento
se traduce en $186.93 pesos mensuales o, lo que es lo mismo, $12.46
diarios. Aunque se esperaba que con la
nueva administración federal se verían cambios favorables en materia económica
para el magisterio, lo cierto es que el aumento salarial promovido
prácticamente está al mismo nivel que los que se han presentado en los últimos
cinco años: entre el cinco y el seis por ciento.
Ha sido lamentable también para el magisterio
de Educación Básica observar la demora en las posibilidades de acceder a
incentivos económicos. El nuevo Programa
de Promoción Horizontal por Niveles con Incentivos en Educación Básica,
otorgará los primeros estímulos hasta el inicio del ciclo escolar 2021-2022, es
decir, la gran mayoría de los docentes no tendrá oportunidades de aumentar sus
percepciones por casi cuatro años (2018 a 2021), a menos que cambien de
función. El presente gobierno, entonces,
empezará a otorgar incentivos a los profesores casi a la mitad de su sexenio.
Con todo y sus defectos, ¿por qué no dejar mientras tanto que el programa de
incentivos anterior siguiera funcionando cuando se sabía que el actual daría
frutos después de tanto tiempo? ¿Por qué dejar a los docentes durante dos
ciclos escolares sin opciones de promoción económica?
Aunado a los hechos anteriores, se
presenta una situación que se va haciendo costumbre cada año: el impago a
maestros de modalidades o programas federales como Escuelas de Tiempo Completo,
Educación Media Superior a Distancia o Telebachilleratos Comunitarios. Cada
año, los maestros que laboran en estos programas ven diferido su salario o sus
compensaciones, ante la tardanza de trámites burocráticos entre las autoridades
educativas locales y federal. En este ciclo escolar, por ejemplo, maestros del
programa Escuelas de Tiempo Completo vieron suspendido su pago a partir del
inicio del año natural, reanudando el cobre de la compensación correspondiente
hasta la sexta quincena del año; en escuelas de algunas entidades hubo
protestas y en otras más hasta decidieron no laboral las horas adicionales
correspondientes al programa. La respuesta de algunas autoridades educativas
locales, como en el caso de Colima, ha sido irrespetuosa para los docentes:
acostúmbrese a las demoras, que así seguirá siendo en los próximos años y, si
no les parece, pueden buscar otra escuela.
¿Revalorizar al magisterio implica entonces pedirle al profesor que
trabaje fiado?
Los malos manejos de los sueldos de
los maestros también dan cuenta de una fallida revalorización del magisterio.
Recientemente, una nota de Manuel Gil Antón (http://www.educacionfutura.org/la-gran-estafa-de-como-el-snte-roba-a-sus-jubilados/)
ha
referido descuentos ilegales a 11,300 profesores pensionados de Chihuahua, a quienes indebidamente se les aplica una
retención por cuota sindical: hasta hoy, los deducciones realizadas suman más
de cien millones de pesos. En Colima, se suscita otro hecho lamentable para los
profesores del sistema estatal: las cuotas que el gobierno estatal (su patrón)
les retiene para ser reportadas a su instituto de pensiones no han llegado a su
destino: a la fecha, el adeudo es de más
de doscientos millones de pesos, buena parte de los cuales provienen de los
bolsillos de los profesores. En ambos casos, la impunidad ha sido moneda corriente.
También en ambos casos, el dinero de los trabajadores de la educación está
llegando a destinos equivocados. Surge aquí nuevamente un cuestionamiento:
¿revalorizar al magisterio es compatible con manosear a placer los bolsillos de
los maestros?
Como se ha visto, la revalorización
del magisterio que tanto se ha pregonado en los discursos oficiales está lejos
de concretarse en la vida cotidiana de los docentes. El salario refleja en gran
medida, como con cualquier otro profesionista, el valor que le da la sociedad a
una actividad laboral. Al menos en lo económico, hasta el momento no se han
percibido grandes cambios y, en cambio, siguen presentándose situaciones para
lamentar: los limitados incrementos salariales, la imposibilidad de obtención
de incentivos, la demora en pagos de salarios y las prácticas ilegales en el
manejo del dinero perteneciente a los docentes. La autodenominación de este
gobierno como la Cuarta Transformación, hace esperar de él cambios radicales
para hacer valer la revalorización del magisterio en todos los órdenes: social,
profesional y económico. Es tiempo de evocar a Paulo Freire (1993) quien
consideraba que negar aumento salarial a los docentes por la cantidad que son
era un argumento inválido: “lo primero que quiero saber es si las maestras son
importantes o no. Si sus salarios son o no son insuficientes. Si su tarea es o
no indispensable” (p. 69).
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor
colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.)
y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del
Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en
Pedagogía.
Twitter:
@proferoger85
Facebook: El Profe Rogelio
REFERENCIAS.
FREIRE, PAULO (1993). Cartas a quien pretende enseñar. Buenos
Aires: Siglo Veintiuno Editores.
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