Nuño, el maestro.


Pareciera que el grupo político encabezado por el presidente Peña elige cuidadosamente el perfil de cada uno de sus integrantes. Es claro que, dentro de esa selección, una de las características que buscan imprescindiblemente es la incongruencia.  Los ejemplos son múltiples: exigen a los mexicanos ajustarse el cinturón pero no dudan en costear giras presidenciales costosísimas, promueven leyes anticorrupción pero disfrutan impunemente sus mansiones mal habidas, hablan de democracia pero domestican al Congreso mediante un pacto nocivo... y así la lista puede seguir. Uno de los integrantes de este equipo, el Secretario de Educación, Aurelio Nuño Máyer, es experto en hacer divergir su discurso con los hechos.

Desde que se inició en funciones del cargo que actualmente ostenta, Nuño ha señalado repetidamente que uno de los beneficios de la Reforma Educativa es que, a partir de ahora, cualquier movimiento de ingreso, permanencia o promoción en el servicio magisterial será derivado de la evaluación docente. Ha cacareado hasta el cansancio que se acabaron los tiempos en los que era más importante tener conocidos que tener conocimiento. Inexplicablemente, al anunciar la creación de subdirecciones administrativas en Educación Básica, ha señalado que estas plazas serán ocupadas por ex comisionados sindicales, sin evaluación previa de por medio, dejando así de lado su supuesto deseo de que los puestos sean ocupados por méritos.

En otro orden de incongruencias, Aurelio Nuño ha pregonado en diversas ocasiones que la evaluación docente ha despertado interés y optimismo entre los docentes, con tanta intensidad, que incluso algunos que no fueron seleccionados se han sumado voluntaria y alegremente a la misma. Si era tanto el fervor de los docentes por ser examinados, ¿entonces por qué conforme avanzó la evaluación tuvo que ofrecer dádivas a los docentes con el propósito de incentivar su participación, tal es el caso de accesos preferenciales a créditos hipotecarios? ¿Era esto necesario?

En el más reciente paro nacional convocado por el magisterio disidente a partir del Día del Maestro, Nuño destacó que en entidades como Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, el porcentaje de escuelas que había laborado rozaba el 100% en algunos casos, dando así a entender que la oposición a la Reforma Educativa había sido sepultada incluso en los estados bastiones del movimiento magisterial opositor. Difícil de entender es, entonces, que haga tanto alboroto mediático por un docente que decidió dar clases en la calle cuando su escuela fue cerrada por sus colegas.   Algo no cuadra ahí. ¿Por qué enaltecer la imagen de un profesor en particular que sí laboró cuando, supuestamente, en la inmensa mayoría de las escuelas de los estados mencionados se trabajó con perfecta normalidad?

Recientemente, Aurelio Nuño ha descalificado a la principal agrupación magisterial disidente bajo el argumento de que lo único que ésta busca es mantener sus privilegios. Resulta extraño y hasta contradictorio que un personaje como Nuño se atreva a tocar el tema de los privilegios. ¿Por qué sólo le incomodan los privilegios de los docentes y no los de su jefe, quien viaja en el avión presidencial más caro del mundo o que se hospeda en hoteles europeos por más de $40,000 por noche? ¿Por qué no externó inconformidad ante la propuesta de su partido político de privilegiar y perdonar a los funcionarios que roben pero "reembolsen" lo robado?

Y así se pueden citar más incongruencias de este personaje: desde mencionar que se dará un impulso histórico a las Escuelas Normales y posteriormente tacharlas de ser un cero a la izquierda a partir de la Reforma Educativa; hasta felicitar y reconocer la labor docente, pero secundar los mandatos de las nuevas leyes educativas y permitir que cualquier desempleado pueda ocupar un puesto en la docencia.  De este modo, resulta complicado descifrar la misteriosa e inexplicable relación entre el discurso y los hechos de Nuño.  No cabe duda, al frente de la Secretaría de la Educación se encuentra un gran maestro... pero de la incongruencia.

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