El pasado 25 de agosto de 2016 el
Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) emitió el boletín 47 (http://www.inee.edu.mx/images/stories/2016/boletines/Boletin47.pdf) en el
que, supuestamente, se replantea el modelo de evaluación del desempeño
profesional docente para 2017. Entre las modificaciones que destacan se
encuentra el cambio en la cantidad de etapas del proceso de evaluación y la
corrección de graves errores técnicos y administrativos sucedidos durante el
ejercicio del 2015.
Aunque con diferente cantidad de
etapas, las tareas a realizar dentro del proceso de evaluación seguirán siendo
las mismas: un informe de responsabilidades profesionales (ahora no sólo por
parte del director, sino también del mismo maestro), el diseño de un proyecto
de enseñanza (englobando las antiguas etapas de planeación argumentada y
evidencias de enseñanza) y el examen de conocimientos. La modificación en
apariencia más novedosa tiene que ver con los proyectos de enseñanza, pues a
diferencia del proceso anterior, a partir de 2017 los docentes deberán no sólo
confeccionar una clase, sino aplicarla y analizar sus evidencias. Como se
observa, el diseño y la aplicación de estrategias de enseñanza ya estaban
presentes desde el modelo anterior, aunque eran independientes unas de otras.
Así pues, no es tampoco un gran avance el hecho de que los proyectos de
enseñanza tengan que derivar en evidencias del trabajo realizado en clase. En
suma, cambia el número de etapas, mas no las tareas a realizar.
Resulta preocupante que “los
mayores esfuerzos posibles” del INEE (tal cual se menciona en los dos últimos
párrafos de la segunda página del comunicado) para mejorar la evaluación se
centren en aspectos técnicos y administrativos: procesos de notificación,
entrega de claves de acceso, equipamiento de las sedes, conectividad,
capacitación de los aplicadores, el trato a los docentes, etc. Es de alarmar
pues que el instituto no pueda (o no quiera) identificar y modificar los puntos
sustanciales de una evaluación que goza cada vez de mayor descrédito. Es
inquietante también que, aún reconociendo los errores administrativos y
técnicos tan graves, el INEE y la SEP se hayan atrevido a utilizar esta
evaluación para determinar la permanencia de miles de docentes.
Sin duda es necesario que el INEE
dé una explicación de cómo resolverá los graves problemas de fondo de la
evaluación: cómo incorporar la observación directa al proceso de evaluación; o
cómo asegurar, por ejemplo, que el proyecto de enseñanza efectivamente sea
aplicado; o que realmente sea el docente quien sube a la red y argumenta sus
evidencias de trabajo; o cómo modificar un examen a todas luces defectuoso y
descontextualizado por otro que tenga relevancia en el quehacer cotidiano de un
profesor. Las modificaciones propuestas por
el INEE son superficiales, no impactan de manera alguna en la esencia de una
evaluación despreciada, con justa razón, por un gran sector del magisterio.
Definitivamente el continuismo de las malas prácticas evaluativas es un signo de cerrazón por parte del INEE y, de manera más amplia, del gobierno federal. Finalmente, aunque se presuma la autonomía del instituto, se han dado muestras claras del sometimiento de éste a la autoridad federal; entonces, no es extraña la sintonía de perspectivas. No han sido pocos los académicos que han denunciado la falta de validez de la evaluación propuesta por el instituto. No han sido escasos tampoco los docentes que se han quejado por la falta de pertinencia de los instrumentos y estrategias para valorar su práctica.
Ignorando todas esas voces de inconformidad, el INEE, lleno de arrogancia y soberbia, se atreve a decir en su boletín que “la evaluación de 2015 fue válida y permitió establecer adecuadamente el nivel de desempeño de quienes participaron en ella”, aún cuando el mismo instituto, en su Encuesta de Satisfacción 2015 (http://www.inee.edu.mx/images/stories/2016/spd/nuevo_modelo/informes/Encuesta_de_satisfaccion_2015.pdf), revela que de los más de 10,000 maestros encuestados, más del 70% consideraron como inadecuado el diseño, el contenido y la duración del examen.
Definitivamente el continuismo de las malas prácticas evaluativas es un signo de cerrazón por parte del INEE y, de manera más amplia, del gobierno federal. Finalmente, aunque se presuma la autonomía del instituto, se han dado muestras claras del sometimiento de éste a la autoridad federal; entonces, no es extraña la sintonía de perspectivas. No han sido pocos los académicos que han denunciado la falta de validez de la evaluación propuesta por el instituto. No han sido escasos tampoco los docentes que se han quejado por la falta de pertinencia de los instrumentos y estrategias para valorar su práctica.
Ignorando todas esas voces de inconformidad, el INEE, lleno de arrogancia y soberbia, se atreve a decir en su boletín que “la evaluación de 2015 fue válida y permitió establecer adecuadamente el nivel de desempeño de quienes participaron en ella”, aún cuando el mismo instituto, en su Encuesta de Satisfacción 2015 (http://www.inee.edu.mx/images/stories/2016/spd/nuevo_modelo/informes/Encuesta_de_satisfaccion_2015.pdf), revela que de los más de 10,000 maestros encuestados, más del 70% consideraron como inadecuado el diseño, el contenido y la duración del examen.
En el mismo tenor que las
autoridades federales, quienes han demostrado una cerrazón política que ha
propiciado enfrentamientos y pérdidas de vidas humanas, el INEE replica con una
cerrazón académica que puede llevar a maestros a sufrir despidos por demás
injustificados, basados en una evaluación que dista mucho de valorar adecuadamente la labor de un profesor. Reza el dicho: “es de sabios cambiar de opinión”; por lo visto,
las autoridades están obstinadas en demostrar que al menos sabios, en el tema
educativo, no son.
Twitter: @proferoger85
La misma gata solo que más revolcada, por eso el magisterio aglutinado en la CNTE no acepta tal pantomima. El país se cae a pedazos y éstos tecnócratas, hijos de la OCDE siguen creyendo en Chabelo
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