*Rogelio Javier Alonso Ruiz
A principios de 2018, el Instituto Nacional
para la Evaluación de la Educación (INEE) ha publicado el documento Principales resultados de la encuesta de
satisfacción de la evaluación del desempeño 2016, en el cual se estudia la
opinión de 5,843 docentes que participaron en la Evaluación del Desempeño 2016,
tanto por convocatoria como por segunda oportunidad, acerca de condiciones
materiales, organizativas y académicas, entre otras, no sólo de los momentos de
la ejecución de la evaluación, sino además de las etapas previas y posteriores.
Al revisar el informe se observa una peculiaridad: generalmente las opciones de
respuesta no dan lugar a matizar las opiniones o hacerlas más específicas, por
ejemplo, al evaluar los mecanismos de comunicación del proceso de evaluación
sólo existen dos posibles respuestas (“alto nivel de satisfacción” o “bajo
nivel de satisfacción”). De este modo, la forma de presentación de los
resultados obliga, quizá de manera intencional, a ver el vaso medio lleno o medio vacío, impidiendo así conocer con mayor
detalle las dimensiones de los procesos sobre los cuales se encuestó a los
participantes.
Al adentrarse en el informe, se advierte que los
procesos administrativos siguen representando una seria dificultad en la
Evaluación del Desempeño. Los profesores que presentan la segunda oportunidad
de la evaluación han manifestado inconformidad por en cuanto a los mecanismos
de notificación para participar en el proceso y los canales de comunicación con
las autoridades correspondientes. En concordancia con lo anterior, más de la
mitad de los encuestados (54.9%) se declaró insatisfecha con el tiempo de
anticipación con el que recibió la notificación para participar en el proceso;
además, casi la mitad (47.8%) también se mostró inconforme con los mecanismos
de comunicación empleados para el proceso de evaluación.
Uno de los instrumentos de evaluación del
desempeño docente con opiniones más desfavorables es el examen pues casi la
mitad de los encuestados (49.3%) de segunda oportunidad y buena parte (43.8%)
de los que atendieron la evaluación por
convocatoria, manifestó una valoración
negativa sobre la relación entre la guía de estudio proporcionada por la
autoridad y el contenido de la prueba. Acerca de las características del
examen, unos y otros coinciden en valoraciones negativas diversos sobre diversos
rasgos de la prueba: extensión de las preguntas, cantidad total de reactivos, precisión
de la redacción y contextualización de las preguntas y los casos. Aunado a que un examen no es un instrumento
que permita hacer juicios sobre el desempeño docente, los graves errores que
perciben los profesores sobre el mismo hacen imperante un rediseño del mismo o
una sustitución por otro instrumento que
refleje con mayor fidelidad las capacidades de un docente.
Una de las condiciones más importantes para
que una evaluación sea adecuada es la transparencia, no sólo en la ejecución de
la misma (sobre todo en la parte de la calificación), sino en la información
que se brinda al final del proceso. Resulta alarmante que más de la mitad de
los encuestados que aplicaron la evaluación en su segunda oportunidad haya señalado
tener poco o nada de conocimiento sobre el proceso de calificación de la
evaluación del desempeño (60.7%) y sobre la emisión de resultados (62.5%),
mientras que en quienes atendieron al proceso por convocatoria, la
insatisfacción alcanzó niveles cercanos a la mitad (42.2% y 44.4%,
respectivamente). Es muy grave entonces
que los profesores evaluados desconozcan no sólo a los agentes evaluadores,
sino que no exista mecanismos para establecer comunicación con ellos y conocer
detalles acerca de las valoraciones emitidas. Resulta riesgoso para la
confiabilidad de la evaluación que, además de situaciones como las anteriores,
los profesores no tengan la oportunidad de conocer su examen calificado, sobre
todo cuando recientemente el mismo titular del INEE, Eduardo Backhoff, ha reconocido
la necesidad de incrementar la formación ética de los evaluadores.
Al defender la evaluación docente, las
autoridades educativas argüían que ésta estaba diseñada no sólo para determinar
el grado de idoneidad de un profesor sino, además, para servir de base para los
procesos de acompañamiento posteriores para la mejora de las debilidades
detectadas. No obstante lo anterior, los profesores que presentaron la segunda
evaluación y que recibieron procesos de regularización, manifestaron opiniones
favorables y desfavorables prácticamente en la misma proporción sobre diversos
rasgos de los mismos: contenido, diseño y duración de los programas de
regularización, acompañamiento del facilitador y funcionamiento de la
plataforma virtual, entre otros. Así pues, no existe una opinión favorable
contundente sobre los procesos de fortalecimiento derivados de las necesidades
detectadas a partir de la evaluación docente, de lo que se deduce la necesidad de
fortalecer los mecanismos para generar cambios positivos en los maestros
evaluados y así erradicar la idea de que esta evaluación tiene como fin único
el despido de docentes.
Si bien es muy grave que la evaluación docente
siga teniendo fallas considerables en cuanto a la pertinencia de sus
instrumentos (sobre todo del examen), los mecanismos de notificación y
comunicación, la transparencia y los procesos de acompañamiento y
regularización, es digno también de señalarse los aspectos en los que ha tenido
mejoras. Así, por ejemplo, a diferencia del primer año en que fue aplicada la
Evaluación Docente, en la encuesta referida resaltan opiniones favorables mayoritarias
(casi todas superiores al 80% de satisfacción) en cuanto a las sedes de
aplicación, el funcionamiento de los equipos de cómputo, la atención y trato
brindado por los aplicadores y el ambiente vivido durante la aplicación de la
evaluación.
En conclusión, es urgente que se susciten
cambios significativos en el proceso de evaluación docente. Es indispensable para
propiciar más confiabilidad establecer mecanismos de comunicación más ágiles y
claros entre los evaluados y las autoridades correspondientes, así como
transparentar las acciones (como la calificación de instrumentos) que derivan
en la asignación de un nivel de desempeño. Asimismo, el examen debe ser
reformulado o, en su caso, sustituido por algún instrumento que realmente
refleje los conocimientos más pertinentes de los profesores en su actuar en el
aula. Aunque evidentemente tendría costos muy considerables, la evaluación de los
docentes requiere incluir en su estructura acciones e instrumentos que
realmente valoren el desempeño de los profesores, resaltando así la importancia
de la observación directa como una de las formas más precisas para valorar las
capacidades de un maestro. Aunque hay mejorías en algunos aspectos, sobre todo
de organización e infraestructura, es lamentable que en aspectos sustanciales
de la evaluación, como los citados al inicio de este párrafo, se siga “tropezando
con la misma piedra”.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Docente
colimense de Educación Primaria (Esc. Prim. Distribuidores Nissan No. 61 T.V.)
y de Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de
Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter: @proferoger85
REFERENCIAS
INEE. Principales
resultados de la encuesta de satisfacción de la evaluación del desempeño.
México: autor, 2018.
Comentarios
Publicar un comentario