*Rogelio Javier Alonso Ruiz
¿Es mejor un entrenador que alcanzó el
campeonato con un equipo conformado por jugadores de élite, a un entrenador
que, contando con una plantilla modesta, logró apenas librar las últimas
posiciones de la competición? ¿Quién tiene mayor mérito en un caso y otro? Las
respuestas a estas preguntas seguramente pueden ser muy variadas y lo más
probable es que no se encuentre una postura correcta única: desde quien
privilegie el resultado final, hasta quien matice su respuesta considerando el
esfuerzo y potencial de cada equipo. Algo similar sucede al discutir la calidad
de las escuelas públicas y privadas. Una de las ideas que impera entre la
población es que las instituciones educativas particulares son mejores que las
públicas, tomando como justificación más frecuente la comparación del desempeño
de éstas en pruebas estandarizadas. Sin embargo, a este supuesto generalmente
escapa el análisis de un elemento trascendental: la conjugación de las
condiciones escolares con las características del alumnado que atiende. De este
modo, la supuesta superioridad de la escuela privada y la inferioridad de la
escuela pública quedan relativizadas, al considerar los múltiples factores que
determinan los alcances de cualquier institución educativa.
De acuerdo con la SEP (2017), para el ciclo
escolar 2016-2017, las escuelas de sostenimiento privado concentraban el 13.5%
de los poco más de 36 millones de alumnos que integran la matrícula total del
sistema educativo, es decir, aproximadamente uno de cada ocho estudiantes. La proporción
de alumnos en escuelas privadas es desigual a lo largo de los niveles
educativos, notándose un incremento a medida que se avanza en el trayecto
educativo: 10.1% en educación básica, 18.7% en media superior y 29.4% en
superior. La intensificación de la educación por sostenimiento privado en los
últimos niveles llega a tal punto que, para la educación superior, existen más
escuelas particulares (3,103) que públicas (2,208), fenómeno seguramente
asociado a los altos índices de abandono y falta de cobertura en la etapa final
del trayecto educativo obligatorio y la primera fase postobligatoria.
En términos de infraestructura y servicios,
las escuelas privadas cuentan con mucho mejores condiciones que otros tipos de
escuela (comunitaria, indígena, general, etc.). Según el INEE (2014), el 92.5%
de centros escolares particulares tienen los tres servicios básicos (agua, luz
y drenaje), cuando el resto de escuelas del país ni siquiera alcanza un tercio
(31.8%). Además, los alumnos de instituciones
particulares tienen acceso a tazas sanitarias suficientes (97%), pupitres en
buen estado (99.5%), computadoras (89.3%) e internet (68.2%) en mayor
proporción que el resto de alumnos del país (57.1%, 68.2%, 32.2% y 11.3%,
respectivamente). Las cifras anteriores reflejan una evidente superioridad de
las condiciones materiales de las escuelas privadas sobre el resto de centros
escolares del país, factor que sin duda favorece el aprendizaje al interior de
estas instituciones.
Es común que, además de su infraestructura, las instituciones educativas particulares
promocionen sus resultados en pruebas estandarizadas para captar alumnado. Sin
embargo, los hallazgos de la OCDE (2011) sobre los resultados de las escuelas
públicas y privadas en la prueba PISA 2009 motivan a cuestionar si los puntajes
favorables de las instituciones particulares son necesariamente un reflejo fiel
de la calidad del centro escolar. Teniendo la reserva de que los exámenes de este tipo son instrumentos
limitados en cuanto a lo que pueden medir y sus resultados no siempre son
sinónimo de la calidad del trabajo que se realiza en una escuela, vale la pena
revisar las conclusiones de la OCDE acerca de los resultados en la prueba PISA
de las escuelas públicas y privadas. Si bien se establece que el alumno
promedio de una escuela particular supera al alumno promedio de una escuela
pública, como quedó demostrado en la prueba de 2009, donde los primeros
superaron a los segundos por 30 puntos en las actividades de lectura, se debe
mirar más allá del puntaje para entender el éxito de las instituciones
educativas privadas en este tipo de exámenes.
El buen desempeño de las escuelas privadas en
la prueba PISA está asociado, según la OCDE (2011), a que “los centros privados
tienen una población mayor de alumnos aventajados, más recursos materiales,
menor escasez de profesorado y mejores climas disciplinarios que los centros
públicos” (p.2). No obstante la conjugación de los elementos señalados
anteriormente, la OCDE hace hincapié en la trascendencia del alumno y su
entorno socioeconómico como factor detonante del éxito de una escuela en este
tipo de pruebas, estableciendo que “los alumnos de los centros públicos que
están inmersos en un contexto similar al de los alumnos de los centros privados
suelen tener un rendimiento igual de bueno” (2011, p. 1).
A escala nacional, el análisis de los
resultados de la prueba PLANEA 2015, confirman los supuestos de los párrafos
anteriores. Al igual que en PISA, los estudiantes de sexto grado de educación
primaria de escuelas particulares tuvieron mejor desempeño en Lenguaje y
Comunicación que el resto de las escuelas: 603 por 459 puntos. En Matemáticas,
también las escuelas privadas (588) aventajaron a las otras escuelas (470). Al
analizar los resultados, el INEE (2017) advierte que las características
demográficas y socioeconómicas de los estudiantes tienen una gran influencia en
el logro de los aprendizajes medidos en la prueba mencionada. Al respecto,
señala que “tanto el nivel de marginación de la localidad como los RFAB [Recursos
Familiares Asociados al Bienestar] tienen un impacto considerable para explicar
el logro educativo de los estudiantes” (p.146), de modo que el 87% de las
variaciones en los puntajes en Lenguaje y Comunicación pueden ser explicados
considerando variables del alumno como edad, sexo, marginación y entorno
familiar.
¿Por qué entonces, según los dos casos anteriores,
en igualdad de condiciones individuales un alumno de una escuela pública puede
tener los mismos alcances que uno de escuela privada? Para encontrar una respuesta debemos recordar
una premisa básica: la enseñanza y el aprendizaje son dos fenómenos que no
necesariamente se encuentran ligados por una relación de causa y efecto (Gvirtz
y Palamidessi, 2006, p. 135), pudiendo suscitarse la enseñanza (incluso de la
mejor calidad) sin que se produzca el aprendizaje o viceversa. Pareciera
entonces una postura fatalista (la enseñanza no influiría en nada en el
aprendizaje) pero no es así, pudiera decirse que una buena enseñanza incrementa
las probabilidades, sin garantizar nunca, de que se consolide el aprendizaje. Así
pues, todo lo referente a la enseñanza (infraestructura, prácticas pedagógicas,
organización escolar, etc.) puede o no encontrar suelo fértil en función de las
condiciones (sociales, culturales, biológicas, etc.) de quien intenta aprender.
La indiscutible superioridad en
infraestructura, los recursos económicos adicionales que reciben y la
organización de los centros escolares particulares son indudablemente
condiciones que, sin ser determinantes, favorecen en gran medida el aprendizaje
de los alumnos. A pesar de esto, sin afán de minimizar la influencia de los
factores anteriores, es evidente que el origen de los alumnos tiene un papel
decisivo en los alcances de cualquier escuela. Aunque la calidad de una
institución educativa no necesariamente se mide con base en los resultados de
pruebas estandarizadas, los análisis de las pruebas internacionales y
nacionales, como PISA y PLANEA, permiten inferir el gran peso que tiene el
contexto de los estudiantes en la consecución de los objetivos escolares. Así pues, no son por sí mismas las
instalaciones, el personal y la organización de una escuela particular lo que
hace que obtengan mejor desempeño en pruebas de este tipo, sino su interacción
con un elemento esencial: el alumno y sus características individuales afines
al aprendizaje.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Docente
colimense de Educación Primaria (Esc. Prim. Distribuidores Nissan No. 61 T.V.)
y de Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima).
Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter: @proferoger85
REFERENCIAS
GVIRTZ, Silvina y Mariano
PALAMIDESSI. El ABC de la tarea docente:
currículum y enseñanza. Buenos Aires: Aique, 2006.
INEE. Infraestructura, mobiliario y materiales de apoyo educativo en las escuelas
primarias. ECEA 2014. México: autor, 2016.
INEE. Informe
de resultados PLANEA 2015. El aprendizaje de los alumnos de sexto de primaria y
tercero de secundaria en México. Lenguaje y Comunicación y Matemáticas. México:
autor, 2017.
OCDE. Pisa in focus. Centros privados: ¿a quién benefician? Disponible
en: http://www.oecd.org/pisa/pisaproducts/pisainfocus/49184642.pdf (Consultado: 09 de enero de 2018).
SEP. Principales cifras del Sistema Educativo Nacional 2016-2017. México: autor, 2017.
Esto cae en las teorías del déficit. El alumno y su entorno es solo un factor en la educación, para llegar a la conclusión que se menciona debería presentar un estudio en donde se mida el impacto marginal que tiene con respecto a la totalidad de factores que influyen en el proceso de aprendizaje. Me parece que es un poco simple establecer que la diferencia entre escuelas públicas y privadas es el origen del alumno. También se establece que "todo lo referente a la enseñanza (infraestructura, prácticas pedagógicas, organización escolar, etc.) puede o no encontrar suelo fértil en función de las condiciones (sociales, culturales, biológicas, etc.) de quien intenta aprender." lo cual deja ver una visión de una institución desvinculada con el alumnado en donde se regara conocimiento en espera de que por ahí encuentre "suelo fértil".
ResponderEliminarSaludos.