Rogelio Javier Alonso Ruiz*
El 7 de julio de 2016, dos semanas
después del enfrentamiento de Nochixtlán, punto crítico de las protestas
magisteriales contra la Reforma Educativa, el Sindicato Nacional de Trabajadores
de la Educación (SNTE) emitió un comunicado en el que fijaba su postura acerca
de la implementación de la misma. En el escrito, expresaba algunos resolutivos
entre los que destacaban la eliminación de cualquier rasgo punitivo de la
evaluación docente, así como la diversificación y contextualización de sus
instrumentos, su realización dentro de la jornada laboral y, en general, el
replanteamiento de todo el proceso, para redundar en una evaluación más
realista y cercana a la experiencia cotidiana. Se expresaban también otras
exigencias tales como la transformación de las condiciones de infraestructura
de los planteles educativos y el fortalecimiento de las Escuelas Normales,
entre otras. El documento, que fue firmado por Juan Díaz de la Torre,
Presidente del Consejo General Sindical, y 55 secretarios generales seccionales,
reconocía entonces fallas graves no sólo de la aplicación de la Reforma
Educativa, sino del funcionamiento en general del sistema educativo, y urgía a
las autoridades a tomar las medidas correspondientes para su solución.
El pasado 19 de marzo, más de año y
medio después del comunicado mencionado anteriormente, Juan Díaz de la Torre,
secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación
(SNTE) y consejero nacional del partido político Nueva Alianza, ofreció a José
Antonio Meade Kuribreña, aspirante a la Presidencia de la República por parte
del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el apoyo total de los maestros
del país. Semanas después, incluso, se
atrevió a poner a disposición del candidato tricolor un auténtico ejército: más
de 300,000 docentes al servicio de su campaña. Resulta contradictorio el actuar
del SNTE cuando meses antes supuestamente condenaba las graves fallas de la
implementación de la Reforma Educativa, para después sumarse a la campaña
electoral del candidato que precisamente la ha defendido a ultranza y además ha
ofrecido dar continuidad a la misma. Lo anterior deja en evidencia que el
comunicado de 2016 fue mera pose mediática y una auténtica tomadura de pelo
para el magisterio, pues no reflejaba las intenciones verdaderas del SNTE.
Las dulces promesas de Meade hacia el
magisterio contrastan notablemente con los hechos más recientes del régimen al
cual pertenece, representa y desea dar continuidad. Por ejemplo, el candidato
ha mencionado su deseo de contextualizar la evaluación docente, cuando en los
últimos años las inconformidades y protestas de los profesores en relación a la
pertinencia de ésta han sido ignoradas y, en algunos casos, violentamente
aplacadas. Propone también, sin especificar mayor detalle, mejores salarios a
los maestros, cuando en los últimos años el gobierno para el cual trabajó se ha
encargado de mermar significativamente el poder adquisitivo de los profesores
al otorgarles los incrementos salariales más bajos de los últimos tiempos.
Pretende además cuadruplicar la cantidad de Escuelas de Tiempo Completo, cuando
en los últimos años han quedado en evidencia problemas de pago a los maestros
de este tipo de planteles, además de no otorgar
los suficientes recursos humanos y de infraestructura a estas escuelas. Habla
asimismo del fortalecimiento de las Normales, pero omite decir que el régimen para el que laboró se encargó de aniquilar, en sus primeros cuatro años, más de una cuarta
parte de la matrícula nacional de normalistas al permitir que la docencia sea
ejercida sin una preparación especializada. Entonces, con promesas como las anteriores, pareciera
que Meade y el SNTE apuestan por la falta de memoria del magisterio: creyeran
que se puede endulzar el oído del maestro cuando en el último sexenio ha sido
golpeado hasta el punto de llegar a su descrédito social.
Así pues, considerando lo anterior,
surgen varias preguntas: ¿por qué una organización como el SNTE, cuyo lema es “por
la educación al servicio del pueblo”, ofrece su apoyo a un proyecto que está
sobradamente demostrado que no favorece ni al magisterio y ni a la educación en
general? ¿por qué apoya una campaña que incluso es coordinada por el ex
secretario de Educación que tiene alto grado de responsabilidad en las
afectaciones que antes denunciaba? ¿por qué respaldar promesas que prácticamente
son meras mentiras a la luz de los hechos más recientes? ¿por qué sumarse a
quien ofrece defender con uñas y dientes la Reforma Educativa cuando hace un
par de años expresaba en un comunicado sus supuestas exigencias para resolver
las profundas deficiencias de la implementación de estas modificaciones
constitucionales?
En suma, el apoyo del SNTE a la
campaña electoral del representante del régimen actual tiene múltiples
significados. Representa, por ejemplo, el desprecio a las inconformidades de la
base trabajadora a la cual supuestamente deberían escuchar: es evidente el
enojo de gran parte del magisterio hacia el gobierno actual, no obstante, su
sindicato ha hecho oídos sordos ante esto. Significa apoyar un proyecto
educativo que se ha basado en la desvalorización, estigmatización,
precarización y desprofesionalización de la labor docente. Simboliza apoyar a
un gobierno que no ha sido capaz, siquiera, de proveer de tazas sanitarias a
todas las escuelas del país. Representa, quizá también, la búsqueda del SNTE
por seguir obteniendo privilegios por parte del gobierno: no olvidemos los
cientos de millones de pesos que recibió para promover la Reforma Educativa,
así como la flexibilidad de las autoridades para seguir permitiendo que no se
cumpla el artículo 78 de la Ley General del Servicio Profesional Docente (cualquier
comisión se ejercerá sin goce de sueldo). Simboliza, por ejemplo, la aceptación
de personajes que son capaces de gastar casi dos mil millones de pesos anuales pesos
en publicidad cuando, simultáneamente… ¡simultaneamente! hay escuelas sin
techos dignos, agua potable ni drenaje. Así pues, retomando el título de este
escrito, ¿por qué el SNTE apoya a Meade? La respuesta todos la sospechamos,
pero es seguro que no es por el beneficio del magisterio y de la educación en
general.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Docente
colimense de Educación Primaria (Esc. Prim. Distribuidores Nissan No. 61 T.V.)
y de Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de
Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
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