Rogelio Javier Alonso Ruiz*
Una de las escasas innovaciones del
Nuevo Modelo Educativo que será implementado en México a partir del ciclo
escolar 2018-2019 se refiere a la puesta en marcha de la autonomía curricular
de los centros escolares. La autonomía curricular, de acuerdo al documento Aprendizajes clave para la educación
integral. Plan y programas de estudio para la educación básica (SEP, 2017a),
es un componente del currículo de educación básica que permite flexibilizarlo,
de modo que los estudiantes tengan la oportunidad de aprender de acuerdo a sus
intereses en espacios extraacadémicos conformados por estudiantes de diversos
grados, organizados en torno a cinco ámbitos: Ampliar la formación académica,
Potenciar el desarrollo personal y social, Nuevos contenidos relevantes,
Conocimientos regionales y Proyectos de impacto social. Al cerrar el ciclo
escolar 2017-2018, las autoridades educativas han ordenado a las escuelas del
país que comiencen con la definición de los mecanismos de selección y diseño de
los espacios curriculares que ofertarán, por lo que se advierte que, a pesar de
aún no recibir capacitación al respecto ni mucho menos conocer los recursos que
serán asignados a los planteles, es un hecho el inicio de la autonomía
curricular para el próximo ciclo escolar.
Son innegables los beneficios que la
Autonomía curricular podrá traer a la vida escolar. En primer lugar, daría la
posibilidad para que las escuelas puedan organizar su propia dinámica,
fomentando entre su comunidad una cultura participativa e inclusiva. Asimismo,
es relevante que el mapa curricular comience a ser organizado en torno a temas
y no sólo a asignaturas, como tradicionalmente se ha hecho; lo anterior pudiera
representar un primer paso para la reconfiguración del currículo en torno a
grandes temas, rebasando así la fragmentación propiciada por las asignaturas.
Además, el ejercicio de la autonomía curricular permitirá que los estudiantes
entren en contacto con actividades extraacadémicas que sin duda, si cuentan con
un soporte organizativo adecuado, podrán reportar beneficios al desarrollo del
estudiante, incrementando además su interés por la vida escolar al sentirse
escuchado por su propia escuela. No obstante lo anterior, hay dos puntos que
requieren considerarse: los límites de la autonomía curricular mexicana y la
asignación de recursos.
En el contexto internacional, la
autonomía curricular ha sido tendencia entre algunos de los principales
sistemas educativos del mundo. En Finlandia, ésta hace posible que las escuelas puedan decidir
el acomodo de las horas mínimas de estudio de una asignatura en un determinado
periodo. Esto da la posibilidad de que los ajustes aplicados al mapa curricular
se apeguen con mayor fidelidad a las características de la población que
atiende cada escuela. En este país, los directores escolares tienen la facultad
de fragmentar los tiempos lectivos de las asignaturas en función de las
necesidades de su población, siempre cuidando cumplir con la cantidad de horas
mínimas establecidas para cada materia (Andere,2007, p. 48). De acuerdo con la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) “en los países donde los centros
educativos tienen una mayor autonomía respecto a los temas de enseñanza y a la
forma en que se evalúa a los estudiantes, éstos tienden a tener un mejor
rendimiento” (OCDE, 2011, p. 1), tomando como referencia el desempeño que
tienen en la prueba del Programa Internacional de Evaluación de los Alumnos
(PISA, por sus siglas en Inglés).
En el caso de la autonomía curricular
que se implementará en las escuelas mexicanas se puede decir que es, hasta
cierto punto, limitada, pues cualquier propuesta que se genere deberá
circunscribirse, forzosamente, a los ámbitos de Autonomía curricular
establecidos por la autoridad educativa. El mapa curricular sigue siendo rígido
y las posibilidades de modificación son restringidas: las asignaturas y la
distribución de su tiempo lectivo no pueden ser modificadas, las escuelas sólo
pueden seleccionar actividades extraacadémicas que complementan la aplicación
de los componentes curriculares dominantes (Formación académica y Desarrollo
personal y social). Así pues, la parte sustancial del mapa curricular es
intocable y no existe la posibilidad de, por ejemplo, prolongar la asignatura
de Matemáticas en función de las dificultades manifestadas por los estudiantes.
Lo que se ofrece a las escuelas es la
posibilidad de incidir únicamente en actividades extraacadémicas que
complementan la parte medular del mapa curricular. Así, por ejemplo, los
espacios de Autonomía curricular representan sólo un 11% del total del mapa
curricular de las escuelas primarias y secundarias de jornada regular, mientras
que en las de tiempo completo el porcentaje sube hasta 50% (aunque cabe aclarar
que esto no significa disminución en las horas efectivas de las asignaturas).
En suma, el margen de maniobra que tienen los centros educativos para incidir
en la configuración del currículo, es bastante limitado. A diferencia de otros
países, en los que la escuela puede decidir el momento y la dosis en que se
imparten algunas asignaturas, en el caso mexicano éstas están predefinidas y
los centros escolares no tienen la posibilidad de disminuir o aumentar la
cantidad de horas semanales destinadas a una asignatura, ni anticipar o
posponer su impartición. Ante lo anterior, el mismo Instituto Nacional para la
Evaluación de la Educación (INEE), establece un cuestionamiento digno de ser
considerado: “¿por qué si se busca dotar de autonomía a la escuela, se
restringen las posibilidades de contenido a ciertos ámbitos predefinidos y no
se les permite partir de una posibilidad menos pautada de participación en el
diseño curricular?” (INEE, 2018b, p. 234).
Dentro de la implementación de la
autonomía curricular existe un elemento clave para pensar en su éxito: la
asignación de recursos. Aunque en el documento Aprendizajes clave para la educación integral. Plan y programas de
estudio para la educación básica (SEP, 2017a) se reconoce que “para el buen
desarrollo de este componente es necesario que las comunidades escolares
cuenten con más apoyo, recursos y acompañamiento para que, progresivamente,
desarrollen las capacidades organizacionales que les permitan ejercer de manera
responsable una mayor Autonomía curricular” (p. 620), no se establecen los
medios por los cuales la escuela se hará de esos recursos adicionales. Surgen entonces preguntas: ¿la escuela tendrá
que generar tales recursos? ¿tendrá que gestionar el apoyo de otras personas o
instituciones? ¿será el gobierno quien cubra las necesidades de las escuelas en
función de la selección de los espacios curriculares determinados? De las
preguntas anteriores, la última es la que tiene más probabilidades de obtener
una respuesta negativa.
De hecho, en los Lineamientos generales para el desarrollo de la autonomía de gestión
escolar y de la autonomía curricular, se establece que “las propuestas
curriculares que requieran recursos financieros para su implementación podrán
recibir donaciones o aportaciones voluntarias” (SEP, 2017b, p. 17) o bien,
“apoyarse de recursos financieros de los Programas destinados al
fortalecimiento de la Autonomía de Gestión Escolar” (p.18). Así pues, parece
que la implementación de la autonomía curricular no representará mayores gastos
para el gobierno, pues el mantenimiento de la misma dependerá de los recursos
con los que ya cuenta la escuela, de aportaciones voluntarias o bien de los
recursos que actualmente se destinan a los programas existentes de gestión
escolar. Si bien es cierto que la implementación de la autonomía curricular
pondrá a prueba la capacidad de cada centro escolar para generar oportunidades novedosas
y pertinentes de desarrollo para sus alumnos, lo anterior no debería significar
que las autoridades educativas se desentiendan en cuanto a la asignación de
recursos para que estos espacios sean de la mejor calidad posible.
La asignación de recursos posiblemente
represente el principal obstáculo para que la autonomía curricular camine
adecuadamente. Como quedó demostrado en el caso de la autonomía curricular de
las escuelas de la República Checa, donde los directores tienen la posibilidad
de incluir materias o cursos adicionales, “la restricción real provienen del
hecho de que para ofrecer opciones diferentes los directores deben encontrar
recursos financieros propios, lo cual es muy difícil conseguir” (Andere, 2007,
p. 162). Así pues, el hecho de que se dé a las escuelas la posibilidad de
ampliar la oferta curricular incluyendo espacios extracadémicos diferentes e
innovadores, indudablemente deberá implicar la asignación de recursos de
infraestructura física, e incluso humanos, para poder ofrecer experiencias
nuevas.
La implementación de la autonomía
curricular plantea retos importantes para el Sistema Educativo Mexicano. En
primer término, referente a los recursos, el mismo Instituto Nacional para la
Evaluación de la Educación (2018a) reconoce que “si una parte significativa de
los recursos públicos se destinara a un presupuesto anual que las escuelas
pudieran manejar directamente, la autonomía escolar tendría condiciones
sustancialmente mejores para convertirse en realidad” (p.49). De este modo, la
concreción de la autonomía curricular pasa, en buena medida, por la
disponibilidad de recursos para echarla a andar. Además, se debe advertir el
riesgo de que la autonomía no sea, a largo plazo, una medida para acrecentar la
de por sí alarmante desigualdad educativa: no es descabellado pensar que las
escuelas en mejores contextos tengan la posibilidad de recibir mayores
aportaciones voluntarias para su ejecución, lo que se traducirá en mejores
propuestas precisamente para el estudiantado más favorecido y peores para aquel
con mayores necesidades. El INEE (2018a), advierte al respecto sobre la
autonomía de las escuelas que “debe ampliarse, pero cuidando que no se
convierta en un nuevo factor de desigualdad e inequidad” (p. 39).
Finalmente, no se puede soslayar un
elemento imprescindible: la capacitación del magisterio. Si se desea evitar que
los nuevos espacios curriculares sean “más de lo mismo”, se debe optar por
ofrecer a los profesores opciones de formación que les permitan brindar a sus
estudiantes experiencias extraacadémicas significativas y pertinentes; se debe
tener en cuenta que lo sucedido en las escuelas de tiempo completo: la ausencia
de capacitación a los docentes ha propiciado que, en muchas de ellas, la
extensión de la jornada sea una simple prolongación de minutos. Un reto importante también para la
consolidación de la autonomía curricular es el fortalecimiento de la figura
clave: el director. Para la realización de adecuaciones a la oferta curricular
de una escuela, indudablemente se requieren habilidades sobresalientes en cuestiones
organizativas, pedagógicas y de liderazgo. Lo anterior debe servir de pretexto
para replantear el proceso de selección de directivos, pues en la evaluación la
que son sometidos los futuros directores poco pueden demostrar cualidades como
las mencionadas líneas arriba.
La autonomía curricular, después de
sus primeros momentos de aplicación, sin duda debe evolucionar y dejar atrás
las acciones de modificaciones de la escuela en asuntos meramente
complementarios, para dar paso a decisiones que incidan en aspectos más
trascendentes del currículo, lo cual pudiera traducirse en resultados más
favorables al permitir que la escuela adapte su oferta curricular a las
características de la población a la que atiende. Deberán atenderse los riesgos
que supone su implementación, desde la perpetuación de las desigualdades entre
los diferentes contextos, hasta una posible introducción a tendencias que
atenten contra la gratuidad de la educación, manteniéndola como una
responsabilidad plena del Estado. Es importante además que la autonomía
curricular esté precedida por una capacitación efectiva del magisterio, de modo
que lo que se ofertará en realidad sea algo diferente e innovador y no
simplemente un hueco más que llenar en el mapa curricular de la educación básica.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Docente
colimense de Educación Primaria (Esc. Prim. Distribuidores Nissan No. 61 T.V.)
y de Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de
Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
REFERENCIAS
ANDERE, Eduardo. ¿Cómo es la mejor educación en el mundo? Políticas educativas y
escuelas en 19 países. México: Santillana, 2007.
INEE. Educación para la democracia y el desarrollo de México. México:
autor, 2018a.
INEE. La Educación obligatoria en México. Informe 2018. México: autor,
2018b.
OCDE. Pisa in focus. Autonomía y rendición de cuentas en los centros educativos:
¿están relacionados con el rendimiento de los estudiantes? Disponible en: http://www.oecd.org/pisa/pisaproducts/pisainfocus/49359322.pdf
(Consultado: 11 de junio de 2018).
SEP. Aprendizajes clave para la educación integral. Plan y programas de
estudio para la educación obligatoria. México: autor, 2017a.
SEP. Lineamientos
generales para el ejercicio y desarrollo de la autonomía de gestión escolar y
de la atonomía curricular en las escuelas públicas de educación básica del
sistema educativo nacional. México: autor, 2017b.
Los responsables de los clubes, deberán ser los maestros de educación física, si la escuela cuenta con el docente?
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