Rogelio
Javier Alonso Ruiz*
El ciclo escolar 2018-2019 marcó la
aparición de los clubes de autonomía curricular. Desde un primer momento, éstos
fueron objeto de polémica, debatiéndose entre quienes les vieron un gran
potencial para generar experiencias pedagógicas diferentes y entre quienes
veían con preocupación la falta de condiciones para su puesta en marcha. Si
bien hubo prácticas exitosas que incluso se sobrepusieron a las adversidades, la implementación de un proyecto tan ambicioso, como lo son los
clubes de autonomía curricular, puso en evidencia muchos de los errores organizativos
en el sistema educativo mexicano: desde la falta de horario para el trabajo
extraclase y colegiado, pasando por carencias técnicas por parte del
profesorado, hasta llegar a la falta de condiciones económicas o de
infraestructura. Aunado a que un amplio sector del magisterio tiene una opinión
desfavorable de los clubes escolares, recientemente éstos han sido sacados de
la boleta de evaluación y han sido puestos como un espacio curricular opcional
para el siguiente ciclo escolar. Más allá de la continuidad, vale la pena
preguntarse: ¿qué ha fallado con los clubes de autonomía curricular? ¿por qué
no terminaron de afianzarse cuando ya hay todo apunta a su desaparición? ¿qué
podemos aprender de todo esto?
Con la implementación de los clubes de
autonomía curricular quedó de manifiesto una situación adversa en cuanto a la
organización escolar: la ausencia de tiempos no lectivos en el horario escolar,
es decir, la jornada no contempla para los docentes momentos para la
realización de actividades diferentes al desarrollo de una clase en el aula.
Esta situación ha afectado no sólo, de manera general, el desempeño cotidiano
de los profesores, sino además, de manera particular, la ejecución de los
clubes, sobre todo considerando que no sólo se le exigía al docente planear
clases para esta modalidad de trabajo, sino también diseñar los respectivos
programas y sus materiales.
La
falta de tiempo para atender actividades como las que exigía la implementación de programas de autonomía
curricular, propicia el aislamiento de los mismos profesores (cada uno busca
los espacios y tiempos para realizarlas), negatividad para atender actividades
extracurriculares e incluso problemas de salud, pues el tiempo de descanso se
ve invadido por esta labor (Dibbon, 2004, p. 15). Al respecto, el INEE (2019) señala la
necesidad de reforzar para los docentes “espacios
y tiempos para que en el diseño y el seguimiento de los clubes exista un
intercambio pedagógico de sus conocimientos y experiencias” (p. 123). La
recomendación estriba además en un cambio en la cultura escolar, pasando del
trabajo solitario y aislado, a uno colegiado y con fines comunes.
Como se advertía desde un inicio, los
clubes de autonomía curricular representaron un detonador de desigualdades:
escuelas con ventajas no sólo económicas, sino humanas, de infraestructura y de
organización ofrecieron mejores experiencias en relación a aquellas que se
encontraban en situaciones más desfavorables. Como es de esperarse en un
sistema educativo por demás inequitativo, no se observaron mecanismos que
pudieran atenuar estas diferencias. Aunque quizá desde los escritorios donde
fue diseñada la propuesta de clubes de autonomía curricular no se alcanzara a
visualizar la trascendencia de esta situación, las carencias socioeconómicas
del alumnado, de infraestructura escolar o de personal representaron un
obstáculo considerable para la consolidación de los clubes: pareciera que estos
fueron diseñados para un tipo de escuela ideal.
El INEE
(2019, p.124) propone además como una de las condiciones básicas para el éxito
de los clubes, la flexibilización de los programas que impliquen ejercicios de
recursos por parte de las escuelas. Prueba
de lo anterior es el Programa de Fortalecimiento de la Calidad Educativa, que
contempla un subprograma llamado Autonomía Curricular, el cual tiene, entre
otros objetivos, dotar a las escuelas de recursos para el desarrollo de los
clubes escolares. En algunas entidades del país, tales recursos en especie
(materiales didácticos) llegaron a los planteles hasta muy avanzado el segundo
trimestre del ciclo escolar, precedido esto de importantes requerimientos
administrativos hacia las escuelas. Este programa federal refleja en gran
medida la falta de flexibilidad de los procesos burocráticos que, a la postre,
les impiden ajustarse a las necesidades reales de las escuelas: en este
sentido, por ejemplo, cada centro escolar debió gastar los recursos asignados
ajustándose al listado de materiales didácticos didácticos previamente
aprobados por la autoridad educativa. ¿Qué clase de autonomía es ésta en la que
las escuelas, para ejercer los recursos, deben elegir sólo entre las opciones
presentadas arbitrariamente por las autoridades?
La
implementación de los clubes de autonomía curricular denota también la falta de
un proyecto educativo nacional sólido que pueda trascender más allá del sexenio
gubernamental en el que nació y las ocurrencias de la clase política
predominante en turno. Si bien el documento Aprendizaje
clave para la educación integral. Plan y programa de estudios para la educación
básica sigue estando vigente y contempla a los clubes de autonomía como una
parte obligatoria dentro del curriculum, con el cambio de gobierno federal,
éstos fueron apartados de la boleta de evaluación de los alumnos y,
posteriormente, fueron dejados como un área opcional a partir del siguiente
ciclo escolar; es decir, se ha desvirtuado totalmente el planteamiento del
programa rector e inclusive se ha advertido en estas medidas una disfrazada
eliminación de los clubes. No obstante
las fallas que se han referido en la implementación, no es buena señal que un
documento rector como el mencionado sea burlado y habla muy mal de la seriedad
que la clase política tiene hacia los proyectos educativos.
Los
clubes de autonomía curricular representaron un reto para las capacidades del
magisterio mexicano, en específico, las referentes al diseño curricular. Al
respecto el INEE (2019) asevera que “los docentes deben concebirse y formarse
como diseñadores de currículo por lo que es necesario reforzar los
conocimientos técnicos como parte de su formación” (p.125). Desafortunadamente,
las opciones de formación en este rubro fueron escasas o nulas para buena parte
del profesorado. La preparación que se ofreció, en la mayoría de los casos,
apenas fue de tintes conceptuales y de tiempo muy breve. Lo anterior redundó,
en muchos casos, en la implementación de los clubes como meras “extensiones de
las asignaturas” (INEE, P. 125). Es decir, la falta de mecanismos de capacitación
propició que las experiencias de autonomía curricular en realidad, de manera
involuntaria quizá, reprodujeran las prácticas didácticas cotidianas que los
profesores implementan con el resto del currículo.
En suma,
todo indica que está por consumarse un experimento fallido en cuanto a
autonomía curricular. Independientemente de su continuidad, es
indudable que los clubes de autonomía dejarán muchas lecciones para la
organización escolar: la importancia del trabajo extraclase de los docentes, la
trascendencia de las diferencias contextuales de los planteles, los perjuicios
de la excesiva burocratización de la labor escolar, las funciones que han
dejado de ejercer diversos actores (directivos, supervisores, administrativos,
políticos, etc.), entre otras. Ojalá tales lecciones sean aprendidas por
quienes dirigen los destinos educativos nacionales. Al tiempo.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Docente
colimense de Educación Primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y de
Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de
Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter:
@proferoger85
REFERENCIAS
DIBBON, David. It’s about time!! A Report on the Impact of Workload on Teachers an
Students. Terranova: Memorial University of Fewfoundland, 2004.
INEE. Análisis
del diseño del componente de autonomía curricular. Plan y programas de estudio
2017. México: autor, 2019.
Comentarios
Publicar un comentario