Rogelio
Javier Alonso Ruiz*
Del 12 al 14 de agosto de este año se
llevó a cabo en las escuelas de educación básica del país el taller denominado “Hacia
una Nueva Escuela Mexicana”. El propósito general de éste, de acuerdo con su
guía de trabajo, apuntó hacia la reflexión sobre las modificaciones normativas
en materia educativa y los cambios en el aula, la escuela y el sistema para
brindar un servicio educativo que tenga repercusiones para la transformación
social (SEP, 2019, p. 5). El trabajo se organizó de modo que conformara “un
espacio de diálogo y construcción colectiva” (SEP, 2019, p. 5). El desarrollo
del taller dejó entrever aspectos positivos y negativos.
Desde un principio, mediante un video
que la guía de trabajo proponía, el Secretario de Educación advirtió que la
construcción de la fundamentación de la Nueva Escuela Mexicana sería un proceso
colectivo con todo el magisterio nacional. Así pues, en el primer acercamiento
a esta nueva propuesta, los docentes no encontraron un referente explícito de
la misma (aunque sea de manera muy general) y tuvieron que sintetizarlo de
entre propuestas legislativas, reportes de acciones gubernamentales y narraciones de
experiencias, entre otros elementos. Lo anterior puede ser motivo de alegría,
si es que en realidad se trata de un intento de construcción participativa, pero incluso de preocupación extrema al poder
ser un síntoma de improvisación o falta de rumbo. Sólo el tiempo dará la
respuesta, pero sin duda es loable que se intenten superar las épocas pasadas
de imposición.
En el contenido del taller de
capacitación se advirtieron situaciones que parecen estar fuera de lugar. Por
una parte, el hacer referencia a las “torpezas” de la administración pasada,
parece que no lleva a nada en este momento: después de la apabullante manera en
que fue derrotado el régimen de gobierno anterior, seguir apuntando el dedo
hacia él pocos efectos favorables puede tener. Por otro lado, parece que un
taller de capacitación no es el espacio adecuado para que se promuevan las
acciones gubernamentales en materia educativa, tal como se hace en el anexo dos
de la guía de trabajo; ¿en qué contribuye esto a capacitar a los maestros?
Finalmente, aunque no es de ninguna manera despreciable la apertura al diálogo y
la participación, quizá un taller de capacitación previo al inicio de un ciclo
escolar no sea el escenario ideal para la construcción de sugerencia para el
trabajo legislativo en materia educativa que se aproxima en el país, sin que
esto signifique una añoranza por las épocas de imposición.
Quizá uno de los temas específicos de
estas jornadas de preparación que más destacó fue la inclusión. A través de
algunos videos y preguntas reflexivas se
buscó sensibilizar a los profesores sobre la trascendencia de brindar un
servicio inclusivo. Sin embargo, el taller se quedó corto en cuanto a la
capacitación que brinda a los docentes para materializar este propósito en la
escuela: se centra casi de manera exclusiva en la reflexión y la promoción de
actitudes, pero deja de lado la capacitación en torno a procedimientos o
materiales específicos para lograr la inclusión. Lo mismo sucede con otras ideas
que se presentan, tales como la adopción de una enseñanza centrada en la
resolución de grandes problemas y no en asignaturas específicas. De acuerdo a
lo trabajado, la reflexión y la consolidación de actitudes parece que fue la
misión principal del taller.
En conclusión, debe valorarse
positivamente el hecho de que la capacitación que se ofreció a los maestros de
educación básica haya buscado la reflexión y la sensibilización en torno a
temas trascendentes como la educación inclusiva, el aprendizaje significativo y
la equidad educativa, entre otros. Las actitudes favorables hacia estas ideas
sin duda representan el primera paso para lograr cambios importantes, por tanto,
resulta acertado que la capacitación haya iniciado enfocándose en esto. Aunque es
poco realista suponer que durante el tiempo disponible se pudo haber efectuado
una capacitación de corte técnico sobre estos asuntos, el trabajo realizado
queda a deber en cuanto a la manera de instrumentar los ideales que se fomentaron
en los profesores: por ejemplo, seguramente habrá docentes que se fueron
convencidos de la importancia de la inclusión, pero simultáneamente tengan
dificultades para efectuar adecuaciones a su planeación didáctica y así ofrecer
un servicio inclusivo.
Habrá que esperar momentos posteriores
para que, además de la esfera actitudinal, la capacitación atienda aspectos
teóricos y procedimentales, igualmente importantes para lograr los cambios que
se plantean. Los profesores del país se encuentran próximos a emprender la
construcción de un Plan de Mejora Continua Escolar, que orientará el rumbo de
los planteles educativos incluso por varios años en el marco de la Nueva
Escuela Mexicana. Queda la duda, por tanto, si este era el momento para brindar
una capacitación más completa. Considerando que la capacitación se concibe como
una acción mediante la cual “el personal adquiere o desarrolla conocimientos y
habilidades específicas relativas al trabajo, y modifica sus actitudes frente a
aspectos de la organización, el puesto o el ambiente laboral” (Chiavenato,
2009, citado por Bermúdez, 2015, p. 7), queda claro que lo ofrecido a los
docentes de educación básica previo al inicio del ciclo escolar es apenas una
parte de un proceso mucho más amplio.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Docente
colimense de Educación Primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y de
Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de
Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter:
@proferoger85
REFERENCIAS
BERMÚDEZ, Luis. Capacitación: una herramienta de fortalecimiento de las PYMES.
Costa Rica: Universidad de Costa Rica, 2015. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=66638602001
SEP. Hacia una Nueva Escuela Mexicana. Taller de capacitación. Ciclo escolar
2019-2020. México: autor, 2019.
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