Rogelio
Javier Alonso Ruiz*
El 14 y el 21 febrero,
respectivamente, fueron publicadas las convocatorias para los procesos de
admisión y promoción. Con los nuevos procesos se había prometido erradicar la
opacidad que prevalecía anteriormente en el manejo de plazas docentes. Se había
prometido también procesos más justos, en sintonía con la revalorización del
magisterio, idea multicitada en los discursos oficiales de la actualidad. A
pocos días de la emisión de las convocatorias, han saltado una serie de
observaciones y quejas que llevan a suponer que las promesas referidas difícilmente
serán alcanzadas, al menos en esta edición del concurso.
Uno de los asuntos más sentidos tiene
que ver con la transparencia. Por ejemplo, en el caso de Colima, la
convocatoria para el concurso para puestos de dirección y supervisión en
educación básica, fue publicada el 14 de febrero, estableciendo, entre otras
ofertas, ocho plazas de director de educación primaria. A la fecha de publicación del presente
escrito, más de una semana después de la emisión de la convocatoria, es
imposible conocer qué plazas serán las ofertadas para el cargo mencionado: “no
se encontró vacancia” es el mensaje que aparece en el sitio web de consulta de
plazas disponibles, respecto al puesto en cuestión. Dice el sabio dicho “no
hagas cosas buenas que parezcan malas”: ¿por qué no tener lista, al momento de
la publicación de la convocatoria, la relación de plazas disponibles, evitando
así sospechas en cuanto al ocultamiento de plazas en función de quienes
compitan o resultan con resultados favorables?
Llama la atención también la cantidad
de plazas ofertadas en las convocatorias. En Jalisco, por ejemplo, la
convocatoria señala cero plazas para promoción a puestos de dirección y
supervisión en educación básica. En los procesos para admisión, en la Ciudad de
México, cuyo sistema agrupaba en el ciclo escolar 2018-2019 a 78,336 docentes
de educación básica, se ofertan tan sólo 268 plazas definitivas y 1284 horas;
en Colima, sólo 5 plazas definitivas y 5 temporales. Si bien el hecho de que
las plazas no estén listas para ser ofertadas al momento de la emisión de las
convocatorias pudiera estar justificado en asuntos de carácter administrativo,
nuevamente se abre la posibilidad de que las plazas sean retenidas y no puestas
a concurso. Considerando esto y la falta de disponibilidad de las vacantes, se
hace evidente la urgencia de criterios y mecanismos que garanticen la
transparencia en el manejo de las plazas docentes. No es descabellado pensar en
un banco público de plazas, donde se especifiquen, no sólo en los tiempos de
admisión y promoción, los pormenores de cada una de las plazas, salvaguardando
datos que pudieran poner en riesgo la seguridad de los titulares.
Al igual que en los procesos de
admisión del sexenio anterior, sigue menospreciándose el perfil pedagógico de
los aspirantes, no obstante que se da una ponderación extra a quienes poseen
experiencia pedagógica. Sin algún requerimiento de nivelación pedagógica (al
menos no se observa en las convocatorias), egresados de estudios superiores de áreas
como Mecatrónica, Robótica o Aeronáutica podrán aspirar a ser docentes de Matemáticas
en educación secundaria: sin minimizar la importancia de su probable amplio
dominio teórico en sus respectivas ramas, ¿qué habilidades didácticas podrán
haber desarrollado durante su formación profesional? ¿Dar clases es tan
sencillo como conocer sobre un tema? La situación anterior, sin duda, seguirá
afectando la matrícula de las Escuelas Normales: muchos, desde el punto de
vista meramente ocupacional, verán más atractivo estudiar carreras que ofrecen
un doble campo laboral (el propio y el de la docencia), que las especializadas
en la docencia, cuya gama es mucho menor. Esto, en definitiva, no es igualdad
de condiciones para los aspirantes.
Si bien es
un acierto que para los procesos de admisión y promoción se hayan incorporado,
dentro de los criterios de evaluación, una serie de elementos multifactoriales,
decepciona el hecho de que los instrumentos de valoración de conocimientos y
aptitudes (¿por qué les cuesta tanto llamarles “examen de opción múltiple”?)
sigan concentrando el mayor peso de la ponderación total del sistema de
evaluación. Otro de los asuntos que han sido criticados en relación a los
procesos de promoción tiene que ver con el requerimiento de contar con
nombramiento definitivo (código 10 o equivalente estatal). A más de un año de
la entrada en funciones del nuevo gobierno federal, aún existe un rezago
importante en la regularización de los nombramientos definitivos, sobre todo en
los sistemas estatales, propiciados en cierta medida por las leyes educativas
que recientemente fueron derogadas. Aunado a lo anterior, en algunos sistemas
estatales los procesos de regularización de nombramientos definitivos fueron
realizados sin criterios claros, quedando algunos injustamente marginados pese
a tener más antigüedad que otros favorecidos. Esto ha propiciado que, en
automático, muchos docentes se vean excluidos en los procesos de promoción.
Especial escándalo ha propiciado el
hecho de que en las convocatorias para admisión de personal docente en educación
media superior se establezca como uno de los requisitos la constancia de
acreditación del curso-taller “Exploración de Habilidades para la Docencia en
Media Superior. Ciclo escolar 2020-2021”, cuyo costo es de $1,250.00 y es ofertado
por la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación
Superior (ANUIES). ¿Qué pasará con quienes no tengan la posibilidad de costear
el curso? ¿Es correcto establecer como requisito la acreditación de un programa
específico, más allá del perfil solicitado, que genera ganancias económicas
para una asociación no gubernamental?
Es evidente
pues que los procesos de admisión y promoción están cayendo en muchos de los
errores que se señalaban en años anteriores. Pese a la promesa de
revalorización del magisterio, es penoso observar que se sigue transmitiendo la
idea de que la función docente es tan simple que cualquier profesionista, sin
antecedente pedagógico alguno, puede desempeñarla. Es notorio también que hace
falta mucho por concretar mecanismos que garanticen la transparencia total en
el manejo de plazas docentes, existiendo el riesgo de prácticas del pasado como
el ocultamiento de puestos laborales. Hace pensar mal la publicación de
convocatorias en las que se establecen cero plazas a concursos, así como genera
sospechas que, en las plazas de las convocatorias que sí las señalan, no sea
posible terminar con exactitud su ubicación. Siguen los procesos de admisión y promoción “tropezando
con las mismas piedras”.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor
colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.)
y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del
Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en
Pedagogía.
Twitter:
@proferoger85
Facebook: El Profe Rogelio
No siempre se aprende de los errores y para muetra estra situacion...
ResponderEliminarFalto agregar que también para ingreso a cualquier área de conocimiento una constancia del dominio de un segundo idioma. Que también tiene un costo y que sinceramente no le veo necesidad, bueno...si mi nuevo director también lo domina y las clases se impartan 100 en inglés.
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