Rogelio Javier Alonso Ruiz*
La pandemia provocada por el
coronavirus sacó a relucir problemas de diversos sectores de la vida pública.
En educación, la calidad de los edificios escolares ha quedado exhibida, pero
también muchos de las prácticas que tienen lugar en ellos. Han causado polémica,
por ejemplo, las tareas escolares domiciliarias, centrándose la discusión sobre
todo en su cantidad y pertinencia. Se ha dicho que en algunos casos la tarea ha
sido excesiva, al grado de provocar estrés en los alumnos o hacerla
incompatible con otras actividades en el hogar. ¿A qué se debe esta situación,
que si bien no se puede generalizar en todos los ambientes escolares, sí se
puede asumir como muy frecuente? ¿Se motiva por la simple voluntad de los
maestros o hay algo más, de fondo, que propicia que esta práctica haya sido
considerada, en algunos casos, como asfixiante?
Sin lugar a dudas una de las razones tiene
que ver con las expectativas que se marcaron sobre el periodo de trabajo a
distancia: continuar con la actividad escolar desde casa tratando de cumplir
los mismos aprendizajes que se desarrollan en las aulas. Sin embargo, otro motivo
puede encontrarse más allá de la mera voluntad de los maestros o el planteamiento
de este periodo de trabajo. El asunto quizá sea más de fondo: la configuración
de los programas de estudio que privilegian asignaturas y contenidos con
delimitaciones muy marcadas. Se puede
hablar pues de un currículum fragmentado que desdeña los grandes temas, la
interdisciplinariedad y las actividades de aprendizaje a profundidad y, en
cambio, se centra en los contenidos escolares como un fin en sí mismos y, por
tanto, llega a ellos mediante actividades abundantes y muchas veces superficiales
e inconexas entre sí. El problema entonces no es exclusivo de la educación a
distancia, pero ésta ha hecho más visibles sus efectos.
Basta observar los tableros de la programación
televisiva “Aprende en casa” para ver reflejada la fragmentación del
conocimiento escolar: cápsulas de 20 a 40 minutos, una tras otra, con
contenidos que resultan difíciles de relacionar. Por ejemplo, la programación
del 27 de abril para alumnos de quinto y sexto de primaria aborda, en dos
horas, cuatro asignaturas con igual cantidad de temas diferentes: la comida, la
colaboración, los cuerpos geométricos y las formas de vida en otros
continentes. Para cada tema hay preguntas y actividades propias. La dinámica
escolar cotidiana, no sólo en la educación a distancia, es más o menos similar.
¿Puede ser esto uno de múltiples factores que motivan la existencia de tareas
de aprendizaje abundantes y distantes entre sí?
La situación anterior corresponde a lo
que Jurjo Torres (2006) ha llamado modelo lineal disciplinar, la forma más
común de organización del contenido, mediante la yuxtaposición arbitraria de
asignaturas (p. 104). Aludiendo al pensamiento pedagógico freiriano y la
concepción bancaria del aprendizaje, en este modelo se asumen “los contenidos
escolares como un elemento más a consumir” (Torres, 2006, p.106), por lo que su
acumulación y posterior agotamiento se convierte en una meta importante para
maestros y alumnos. La existencia de
asignaturas rígidas impide el planteamiento del conocimiento desde una visión
holística, además de dificultar la optimización del trabajo escolar bajo
esquemas de interrelación entre áreas de conocimiento más generales y amigables
entre sí. Sobre este modelo curricular, Torres asevera que “es la primera
barrera que el propio sistema establece, para propiciar el aprendizaje
profundo” (2006, p. 46). Desafortunadamente, esta situación escapa de las manos
de los docentes, quienes “no disponen de un margen de opciones posibles entre
las que decidir qué contenidos seleccionar para impartir, ni su forma de
organización” (Torres, 2006, p. 105).
La SEP (2017), al menos en sus
documentos oficiales, tiene claro que “un programa de estudio debe considerar
el número de temas que se pueden abarcar correctamente, sin prisa y dedicando
el tiempo necesario a su comprensión” (p. 107). Si bien en el título del plan
de estudios más reciente de educación básica aparece el término “aprendizajes
clave”, lo cierto es que, a comparación de ediciones anteriores, sigue estando
estructurado en asignaturas más o menos rígidas y la cantidad de contenidos no
disminuyó considerablemente con respecto a planes anteriores. Basta echar un
vistazo al artículo 30 de la nueva Ley General de Educación, para comprobar el
amplio listado de contenidos generales que recaen sobre la escuela mexicana. No
es casualidad que Manuel Gil Antón (2019) hable de una “escuela exhausta”. Así pues, uno de los orígenes de la saturación
de tareas puede ser la configuración de los programas de estudio: su
predilección por las asignaturas y el exceso de contenidos.
Sobre la educación a distancia, la
Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU), además de
aconsejar que “se debe evitar la tentación de reproducir los tiempos y las
cargas de trabajo escolares en el hogar” (2020, p. 6), reconoce la importancia
de una selección pertinente de contenidos escolares, recomendando “un esfuerzo
de focalización para privilegiar los contenidos curriculares centrales:
aquellos que son relevantes para enfrentar la emergencia actual y los
aprendizajes más importantes de cada grado, etapa o nivel educativo” (2020, P.
7). La postura es clara: el hogar no es un espacio escolar y, por tanto, no es
pertinente intentar transferirle la dinámica del aula pues se puede interferir
en otro tipo de actividades igualmente importantes como las recreativas,
lúdicas o familiares.
La polémica en torno a las tareas
escolares no es exclusiva de nuestro país ni de esta época de contingencia
sanitaria, pero el trabajo escolar remoto ha hecho más evidentes sus posibles
errores y efectos. Sin dejar de considerar posibles necesidades en cuanto a la
metodología de los docentes, no se pretende asumir que la fragmentación del
currículum sea el único elemento que influye en la abundancia de tareas
escolares, pero parece que su impacto es considerable. Hacer programas de
estudio más sencillos, eliminando información innecesaria para los estudiantes,
podría hacer viable, en aras de profundizar en los aprendizajes, aminorar la
cantidad de actividades escolares. No es propósito de este escrito discutir la
conservación o la extinción de esta práctica, pero está claro que “la nueva
normalidad” educativa –haciendo uso de la jerga de nuestras autoridades– debe implicar
un debate sobre los propósitos y características de esta actividad y de muchas
otras facetas de la cultura escolar.
*Rogelio
Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc.
Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto
Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación
Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter: @proferoger85
Facebook: El Profe Rogelio
REFERENCIAS
GIL ANTÓN, MANUEL (2019). La escuela exhausta. Disponible en: http://www.educacionfutura.org/la-escuela-exhausta/
(Consultado el 01 de junio de 2020).
MEJOREDU (2020). 10 sugerencias para la educación durante la emergencia por COVID-19. México:
autor.
SEP (2017). Aprendizajes clave para la educación integral. Plan y programas de
estudio para la educación básica. México: autor.
TORRES, JURJO (2006). Globalización e interdisciplinariedad: el
currículum integrado. Madrid: Morata.
La eterna lucha entre forma y fondo !!!
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