Rogelio Javier Alonso Ruiz*
Uno de los asuntos del debate educativo durante la pandemia giró en torno a la carga de tareas escolares para los estudiantes. En algunos casos, la cantidad fue abrumadora y provocó frustración y desgaste no sólo en los alumnos, sino hasta en sus familias. Además de las prácticas pedagógicas mal fundamentadas, se ha dicho que uno de los factores que provocó tal situación fue la existencia de un currículum excesivamente fragmentado en asignaturas y sumamente cargado de información. En sintonía con lo anterior, muchos han señalado la necesidad de una reforma curricular que haga posible la existencia de programas de estudio fácilmente manejables por docentes y alumnos, enfocados primordialmente en los saberes esenciales que niños y jóvenes deben desarrollar. Se reclamaba pues mayor profundidad y menos amplitud.
No obstante, recientemente las
autoridades educativas han comunicado una acción que contraviene al
adelgazamiento del currículo. Aunque ya era conocida desde antes, el 3 de
agosto de 2020, el secretario de Educación, Esteban Moctezuma Barragán, anunció
la incorporación, “por instrucciones del presidente”, de la asignatura Vida Saludable,
que busca “desarrollar hábitos orientados al cuidado de la salud desde temprana
edad y con esto impulsar el cuidado de la salud desde la prevención” (SEP,
2020, p. 46). Dados los estragos de un estilo de vida de la mayor parte de la
población mexicana que minimiza la importancia de aspectos como la
alimentación, el ejercicio físico o las medidas sanitarias para evitar la
propagación de enfermedades, poco o nada puede discutirse acerca de la
pertinencia de los propósitos de la materia.
Si bien la Secretaría de Educación
Pública (SEP) busca profundizar en los temas relativos al cuidado de la salud,
la preparación del lanzamiento de Vida saludable hace dudar que esto sea posible.
A unos cuantos días del arranque del ciclo escolar 2020-2021, la asignatura,
hablando en términos pedagógicos, no ha sido aún presentada a los docentes. El
material de capacitación para el siguiente periodo escolar apenas permite
reconocer propósitos y orientaciones muy generales, pero no comprender
cabalmente la materia. Al día de hoy, los profesores no conocen la estructura
de su programa. No debe olvidar la SEP lo que ella misma ha expresado con anterioridad:
“la pertinencia de un contenido no puede disociarse de cómo se enseña éste”
(SEP, 2017, p. 106). Esperemos, por el bien de los alumnos, que este mal
augurio no resulte en una experiencia escolar impertinente.
La SEP está consciente que, “aunque se
trata de una nueva asignatura, en realidad los temas que aborda han estado
presentes en la escuela desde hace tiempo” (SEP, 2020, p. 47): es decir, se da
cuenta que el currículo ya contempla la información que busca desarrollar con
la nueva materia. Está viendo, pero no ve. Si los temas ya se incluían en los
programas de estudio vigentes, ¿qué justifica entonces la creación de una
asignatura? Si el argumento es la profundización de los conocimientos,
¿entonces por qué no crear también una asignatura sobre comprensión lectora,
habilidades para el estudio o el manejo de tecnologías? ¿Es la necesidad de
profundización una razón suficiente para crear una nueva asignatura? Cabe decir
que, con este ajuste, los niños de primero y segundo grados de primaria cursarán
el siguiente ciclo escolar dos espacios curriculares o asignaturas más que el
año pasado (pues además se suma Formación Cívica y Ética), para un total de 10,
dos menos que los estudiantes de los tres últimos grados de ese nivel
educativo: una malla curricular aún más fragmentada que el ciclo escolar recién
concluido.
Al revisar los campos de formación
académica del plan de estudios vigente de educación básica, se observa que el
denominado Exploración y comprensión del mundo natural y social, conformado por
siete asignaturas a lo largo de todo el trayecto de educación básica, abarca
ampliamente temas referentes al cuidado de la salud: desde preescolar ya se
impulsa el logro de aprendizajes como “practica hábitos de higiene personal
para mantenerse saludable” (SEP,2017, p. 341); en primaria, uno de los
propósitos centrales de la materia Conocimiento del Medio es “reconocer el
funcionamiento del cuerpo humano y practicar medidas de cuidado personal como
parte de un estilo de vida saludable” (SEP, 2017, p. 332); ya en sexto grado de
ese nivel educativo, los estudiantes abordan temas referentes a enfermedades de
transmisión sexual o a las consecuencias de una mala alimentación (SEP, 2017,
p. 377); finalmente, en secundaria, el alumno “explica las implicaciones de las
adicciones” (SEP, 2017, p. 378). Esta breve pincelada de los contenidos que se
abordan en educación básica permite comprender que el tema del cuidado de la
salud ya se aborda recurrentemente a lo largo de todo el trayecto educativo
básico. No es casual que uno de los rasgos del perfil de egreso de la educación
básica sea “cuida su cuerpo y evita conductas de riesgo” (SEP, 2017, p. 98).
Resulta cuestionable entonces la
necesidad de crear una asignatura, sobre todo cuando prevalece una malla
curricular de por sí apretada y además se reconoce que los temas que se
abordarán ya forman parte de los programas de estudio vigentes. Aunque la
inclusión de la materia ya es una decisión tomada, se advierten otras
posibilidades, como el reforzamiento de estrategias pedagógicas que privilegien
la transversalidad o incluso una capacitación específica en términos
informativos y pedagógicos sobre los temas relativos a la salud. En tanto que
es ya inevitable la inclusión de la asignatura referida, será especialmente
importante que los docentes pongan en práctica su habilidad para generar
propuestas de trabajo enmarcadas en una visión holística, que permita esquivar
la duplicidad de contenidos o propósitos, la saturación de actividades
escolares desarticuladas entre sí y el desgaste de los estudiantes. Si bien ya
quedó demostrado que la necesidad de crear la asignatura Vida saludable no pasa
por la ausencia de información en los programas de estudio, la justificación de
la su existencia deberá fincarse en la innovación de la forma de estructurar y abordar
los contenidos. Hasta el momento, no hay indicios de esto último.
*Rogelio
Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc.
Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto
Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación
Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter: @proferoger85
Facebook: El Profe Rogelio
REFERENCIAS
SEP (2017). Aprendizajes clave para la educación integral. Plan y programas de
estudio para la educación básica. México: autor.
SEP (2020). Taller intensivo de capacitación. Horizontes: colaboración y autonomía
para aprender mejor. Guía para la facilitación. México: autor.
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