Rogelio Javier Alonso Ruiz*
Como se ha dicho, la atención para
reabrir las escuelas se ha enfocado, además del calendario, sobre todo en los
aspectos de infraestructura y organización de la dinámica escolar. Así se
observa en la Guía, que en ocho de
las nueve intervenciones que propone, se centra en aspectos como el
distanciamiento social, el acceso a agua y jabón, el uso de espacios abiertos o
el establecimiento de mecanismos para la detección de casos sospechosos. El
reto del acondicionamiento físico es mayúsculo: apenas el 65% de escuelas
primarias cuentan con servicio de lavado de manos; sobra decir la urgencia de
la intervención de las autoridades educativas.
En lo organizativo, la integración de
la comunidad educativa será fundamental para el diseño y ejecución de las
medidas de convivencia al interior de las escuelas. La implementación de éstas
implicará no sólo su conocimiento, sino un trabajo articulado sobre todo del
equipo escolar. El reto a superar es importante, tal como lo demuestra el hecho
de que, de acuerdo con el INEE (2019, p. 72), en 31% de planteles de educación
primaria, su personal no comparte las prioridades escolares, mientras que sólo
en 18.2% se comparten la mayoría o todas; asimismo, se reconoce que “los
maestros se enfrentan a una participación limitada de las familias” (INEE,
2019b, p. 73). Será fundamental superar una cultura escolar fincada en buena parte en el
individualismo. Conformar una verdadera comunidad educativa
será la clave para enfrentar de manera segura el reto de operar en medio de una pandemia.
En el plano afectivo seguramente la
escuela se encontrará con un reto importante que atender. Desafortunadamente,
el hogar, en el que estuvieron confinados por meses, no es el lugar más seguro
para muchos niños y jóvenes. La UNICEF (2020) ha advertido sobre el riesgo del
incremento de la violencia durante la pandemia, al señalar que, en marzo, apenas
primer mes del confinamiento, el número de reportes de casos de abuso sexual, violencia de pareja y violencia familiar fue “28% superior al de enero pasado y
22% al de febrero” (p. 1). A lo anterior habría que añadir estudiantes
atravesando procesos de duelo o situaciones angustiantes por enfermedad, entre
muchos factores más, derivados de la pandemia, que han afectado el bienestar emocional.
En ese sentido, la UNICEF (2020) recomienda
que “las escuelas implementen programas de convivencia y habilidades
psico-emocionales” (p. 5) para procurar el bienestar emocional de la niñez, por
lo que se debe “impulsar la preparación de los docentes […] para el manejo de
estrés en los niños, así como para identificación de indicios de violencia y su
canalización oportuna” (p. 5). Pese a que en la novena intervención de la Guía se establecen acciones como
“capacitación a la estructura educativa, con el apoyo de personal especializado
de la Secretaría de Salud, sobre educación socioemocional” (SEP, 2020, p. 34),
hasta el momento no hay claridad al respecto. La reapertura de escuelas debería estar
marcada también por un reforzamiento de la Unidad de Servicio de Apoyo a la
Educación Regular (USAER), que, entre otros especialistas, cuenta con
psicólogos y trabajadores sociales. Desafortunadamente, existe aproximadamente
una unidad de servicio de este tipo por cada 50 planteles de educación inicial
y básica (MEJOREDU, 2020, p. 74), lo que conlleva a que en muchos casos no se
brinde la atención requerida.
Aunque la austeridad no es desconocida
ni atemoriza a las escuelas mexicanas, es importante considerar el reto
económico que supondrá el regreso a clases presenciales. Los gastos para la operación,
dados los requerimientos sanitarios, seguramente se incrementarán y, por el
contrario, las fuentes de ingreso decaerán. Tres son las principales vías de
sostenimiento de las escuelas: los ingresos por los establecimientos escolares
de consumo se verán afectados al atender diariamente sólo a la mitad del alumnado; los eventos sociales (festivales, por ejemplo), que se
aprovechan además para la obtención de fondos, no podrán realizarse debido a la
prohibición de reuniones masivas; finalmente, por las afectaciones económicas
de numerosos hogares, sería un error esperar –e incluso solicitar– las
aportaciones voluntarias de los padres de familia, de por sí cuestionadas en
los últimos años. De acuerdo con el INEE
(2016, p. 60), una de cada cinco planteles de educación primaria no tiene
recursos para afrontar una emergencia.
Por último, al reabrir sus puertas,
las escuelas afrontarán el reto más importante y que da sentido su misión: el
académico. Cabe señalar que, de las 57 páginas que consta la Guía de orientación para la reapertura de
las escuelas ante COVID-19, sólo en una se abordan asuntos pedagógicos. Los estragos en el aprendizaje del
alumnado, no constatados aún, seguramente serán de dimensiones considerables,
sino que hasta trágicas en algunos casos. Dado el probable tamaño del
descalabro académico, sería necesario centrarse de una vez por todas –y no sólo
para resolver esta emergencia– en los aprendizajes elementales: abandonar el
currículo saturado, pesado y fragmentado que tan difícil ha sido digerir en la
pandemia.
La simplificación curricular no será
un cambio que se dé verticalmente, este esfuerzo probablemente tenga que venir
del interior de los equipos escolares. Será imposible recuperar todo lo perdido
y, por tanto, se vuelve crucial una cuidadosa selección de aquello por lo que
valdría la pena luchar académicamente: “el que mucho abarca, poco aprieta”. No
sería descabellado pensar entonces en la eliminación o fusión de algunas
asignaturas o contenidos cuando vuelvan las clases presenciales. No sería mala
idea, tampoco, considerar dos o tres semanas, antes de regresar, para que los
Consejos Técnicos Escolares se dediquen exclusivamente a planear, desde la
perspectiva académica, cómo afrontar el gran reto que se les vendrá encima: tal
empresa exige repensar y reorganizar profundamente el currículo.
Al dejar gran parte del avance escolar
en manos de las familias, es muy probable que cuando los alumnos regresen a
clases las diferencias en el nivel de desarrollo estén aún más acentuadas que
antes del confinamiento. Más que nunca, cobrará relevancia la práctica de una
evaluación diagnóstica precisa. La reducción del tamaño de los grupos, no sólo
por razones sanitarias, sino para permitir una atención pedagógica mucho más
específica a las necesidades de los alumnos, sería una condición que sin duda
ayudaría a hacer frente al desafío académico que se viene. Si bien el trabajo
pedagógico debe responder a las necesidades de cada contexto, la Guía carece al menos de pautas claras de
acción. Es evidente la minimización, por parte de la autoridad educativa, al
reto pedagógico de la reapertura.
A pesar de que ya hubo entidades cuyo
semáforo epidemiológico se situó en verde, el debate sobre el regreso a las
aulas siguió privilegiando temas sanitarios. Sería un error menoscabar la
importancia de éstos, pues evidentemente en el contexto actual la prioridad debe ser la protección de la salud.
Sin embargo, no es adecuado que eclipsen a otros asuntos de influencia
considerable para el éxito de la reapertura escolar. Así pues, se vislumbran
cinco grandes retos para la escuela mexicana: los más visibles tienen que ver
con la atención a las necesidades materiales de las instalaciones y la implementación
de medidas sanitarias a través de la consolidación de una comunidad educativa,
sin embargo, éstos no deben opacar las necesidades económicas que afrontarán
los planteles, los requerimientos socioemocionales del estudiantado y, desde
luego, la generación de condiciones pedagógicas para reactivar de la mejor manera
los procesos de aprendizaje.
*Rogelio
Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc.
Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto
Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación
Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter: @proferoger85
REFERENCIAS
INEE (2016). Infraestructura,
mobiliario y materiales de apoyo educativo en las escuelas primarias. ECEA
2014. México: autor.
INEE (2019). Personal y Organización
Escolar de la escuela primaria mexicana. ECEA 2014. México: autor.
MEJOREDU (2020). Indicadores
nacionales de la mejora continua de la educación en México 2020. Cifras del
ciclo escolar 2018-2019. México: autor.
SEP (2020). Guía de orientación para
la reapertura de escuelas ante COVID-19. México: autor.
UNICEF (2020). Protección de la niñez
ante la violencia. Respuestas durante y después de COVID-19. Nota técnica.
México: autor.
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