Rogelio Javier Alonso Ruiz*
Poco más de una centena de académicos
y personajes de la vida pública firmaron un manifiesto titulado “En defensa de
la educación” (t.ly/HHpK), en el que expresan su preocupación sobre los riesgos
que advierten en la propuesta de marco curricular presentada por la autoridad
educativa federal. Ya algunos de los postulados del manifiesto han encontrado
eco en diversos medios de comunicación. Pese a lo sano para el debate que
resulta que un grupo tan abundante se reúna a conformar una crítica hacia un
asunto de interés nacional, no se puede soslayar que el escrito producido tiene
algunas imprecisiones. Una de ellas tiene que ver con la evaluación.
El manifiesto señala categóricamente que
“el maestro no evaluará a los alumnos con exámenes ni pondrá calificaciones,
los alumnos se calificarán a sí mismos”. Tal afirmación pudiera servir de
inspiración, para quienes no estén muy adentrados en el acontecer escolar, para
formar escenas extrañas en la imaginación: profesores entregando a sus
estudiantes las boletas de calificaciones para que las llenen a su antojo. Puros
dieces, hasta para los que se fueron de pinta o se dormían cada clase. Una
invitación, a través de la negligencia en las prácticas evaluativas, a la
mediocridad académica. Sin embargo, lo que plantea el bosquejo de marco
curricular es muy distinto.
Si bien la propuesta curricular señala
que “no se evalúa para emitir una calificación” (DGDC, 2022, p. 70) también contempla
“el otorgamiento de calificaciones” (DGDC, 2022, p. 71). La aparente contradicción
es fácil de resolver: la asignación de
notas corresponde a un proceso denominado acreditación (cuya existencia no está
amenazada, por cierto), mientras que la valoración y mejoramiento del proceso
concierne a la evaluación; el marco curricular enfatiza que estas dos acciones
corresponden a “dos momentos diferentes” (DGDC, 2022, p. 70).
No hay razón pues para suponer que los
docentes se abstendrán de otorgar notas, pues el plan de estudios considera que
“calificaciones y certificados [se emitirán] de acuerdo con el juicio que hagan
maestras y maestros de todo el proceso” (DGDC, 2022, p. 71). El hecho de que
los estudiantes, a través de la evaluación, “participen en la interpretación de
sus propios avances” (DGDC, 2022, p. 71) no significa que arrebaten de los
docentes la facultad de determinar la acreditación. Parece pues que no hay una
base sólida para afirmar que los alumnos se encargarán de esta tarea mientras
los profesores se desentienden de la misma.
Sobre la supuesta extinción de
exámenes, el marco curricular no desaconseja su uso, simplemente previene sobre
su insuficiencia como evidencia única de aprendizaje (DGDC, 2022, p. 154). Recomienda,
por lo tanto, la utilización de “diversos métodos e instrumentos” (DGDC, 2022, p.
71). Lo propuesta de plan de estudios condena en cambio a las pruebas
estandarizadas de gran escala, pero esto no debería entenderse como una
satanización de los exámenes en sí mismos.
¿Por qué los signatarios del
manifiesto incurrieron en una aseveración sin fundamentos que quizá intenta
sugerir un menosprecio por la evaluación en el aula? ¿Realmente los errores
pasaron desapercibidos frente a tantos ojos?
El marco curricular (como
planteamiento que es) no desalienta la evaluación. Al contrario. Advierte su
importancia como mecanismo para el acompañamiento, la retroalimentación y el
mejoramiento de los aprendizajes. Promueve un enfoque formativo, así como
procedimientos e instrumentos que impliquen la participación y el diálogo entre
evaluados y evaluadores.
Los argumentos presentados en este
escrito no pretenden interferir con la necesaria crítica hacia la propuesta curricular
del gobierno federal, ni negar las áreas de mejora que presenta. Sin duda se
requieren ideas para su enriquecimiento, pero éstas no pueden surgir de interpretaciones
flagrantemente imprecisas.
Twitter:
@proferoger85
REFERENCIAS
DIRECCIÓN GENERAL DE DESARROLLO
CURRICULAR. (2022). Marco curricular y
plan de estudios 2022 de la educación básica mexicana. México: autor.
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