Rogelio
Javier Alonso Ruiz*
La Secretaría de Educación Pública dio a conocer la Convocatoria para el registro de los aspirantes para la innovación de la nueva familia de libros de texto gratuitos de 3° a 6°, para educación primaria. El llamado va dirigido a docentes, autoridades escolares, pedagogos, investigadores y bibliotecarios que deseen contribuir a la elaboración de los próximos libros de texto. Los materiales a diseñar deberán estar en manos de los estudiantes en aproximadamente un año, pues para entonces, nuevamente en el ocaso del sexenio presidencial, el marco curricular se aplicará de manera generalizada en las escuelas del país. No hay tiempo que perder, la cuenta regresiva es breve.
Hace
algunas semanas, la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación
(MEJOREDU) dio a conocer el documento Recomendaciones
de mejora al plan y programas de estudio de educación básica 2022 y propuestas
de colaboración (2022). En el escrito, además de
reconocerse las bondades del marco curricular en construcción, aparecen
sugerencias no en la fachada, sino en los cimientos del mismo: el
replanteamiento de algunos ejes articuladores (p. 19), la construcción de “una
base formativa común-indispensable de contenidos” (p.33) o la revisión de la
conveniencia de proponer asignaturas por separado (p. 23). Se expresan dudas
sobre “las condiciones institucionales que posibiliten el trabajo por campos
formativos” (p. 21). ¿No serían, las anteriores, circunstancias que tendrían
que ser solventadas previo al diseño de los libros de texto?
Una de las
fortalezas que los organizadores del proceso de diseño señalan es que quienes
construirán los libros de texto son los maestros. Sin embargo, la MEJOREDU advierte
“retos importantes para la comprensión y concreción de los componentes
curriculares por parte de las y los docentes” (2022, p. 30): no queda claro
cuál es el referente principal para la enseñanza y la evaluación (contenidos,
diálogos o progresiones de aprendizaje) o la gradualidad de saberes y
conocimientos entre un grado y otro, por ejemplo. Las orientaciones didácticas,
a decir de la Comisión, merecen una revisión (p. 31). Considerando el
diagnóstico de la MEJOREDU en cuanto a los pendientes para comprender el marco
curricular por parte de los docentes, parece arriesgado que éstos ahora se
aventuren a la elaboración de los libros de texto.
Dado que en
el próximo ciclo escolar los docentes participarán en sesiones de capacitación
sobre el nuevo plan de estudios, se especula que la versión definitiva del
documento no tardará en aparecer. Es una incógnita si la SEP atenderá las
recomendaciones de la MEJOREDU. En tal caso, ¿habrá tiempo suficiente para realizar
modificaciones significativas a partir de las observaciones de la Comisión y de
las múltiples asambleas en las que, se dijo, se contó con la voz crítica de
decenas de miles de profesores? ¿Es aconsejable emprender la elaboración de
libros de texto cuando, de acuerdo con la institución que se asume como conciencia
del sistema educativo, el marco curricular aún requiere modificaciones
importantes que se antoja tomen tiempo en concretarse?
Finalmente,
hay otra condición que llama la atención en el proceso de elaboración de libros
de texto: la falta de remuneración a los participantes. Lo anterior preocupa
por dos razones. La primera, porque perpetúa un discurso que romantiza la
vocación magisterial, situación que impide, como en este caso, al docente una
condición básica de cualquier profesional: el pago por sus servicios. En
cambio, se le ensalza banalmente por sacrificar tiempo familiar o de descanso.
La segunda razón de las preocupaciones tiene que ver con el hecho de que la ausencia
de pago pudiera ser un reflejo del valor que se le da al proceso.
Inquietan pues las condiciones en las que se gestarán los próximos libros de texto gratuito. Da la impresión que hay prisa, tanta que se omiten o sobreponen procesos. Tanta que, en entidades como Colima, se invitó a los maestros a registrarse como participantes del diseño de los libros de texto, sin tener lista aún la convocatoria para tal actividad: había que ganarle tiempo al tiempo, dijeron. Pudiera decirse que la inversión del orden de la convocatoria y el registro es un hecho sin importancia, pero dado el contexto descrito, parece más una situación sintomática. Ojalá, por el bien de un recurso educativo histórico tan valioso como el libro de texto gratuito, la prisa no sea la consejera pues, dicen, es la peor.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter: @proferoger85
REFERENCIAS
MEJOREDU.
(2022). Recomendaciones de mejora al plan y
programas de estudio de educación básica 2022 y propuestas de colaboración. México: autor.
Acabo de leer el artículo que se compartió aquí sobre el impacto de las redes sociales en la salud mental y la verdad es que me ha dejado pensando mucho. Personalmente, siempre he sentido que las redes sociales pueden ser un arma de doble filo: por un lado, nos permiten mantenernos conectados con amigos y familiares, conocer nuevas personas y descubrir nuevas ideas, pero por otro lado, pueden hacernos sentir solos, inseguros y ansiosos.
ResponderEliminarEl artículo me ha dado más que pensar sobre esto último. Saber que el uso excesivo de las redes sociales puede estar relacionado con trastornos del estado de ánimo y otros problemas de salud mental es preocupante. Y lo que es más preocupante es que muchos de nosotros no nos damos cuenta de cuánto tiempo estamos pasando en las redes sociales o de cómo nos está afectando.
Creo que es importante que todos nos demos cuenta de la importancia de establecer límites y hacer un uso consciente de las redes sociales. No digo que tengamos que eliminarlas por completo de nuestras vidas, pero sí que deberíamos ser más conscientes de cuánto tiempo les dedicamos y cómo nos hacen sentir. Tal vez podamos empezar por establecer tiempos de desconexión, apagar nuestros teléfonos por la noche o simplemente limitar el tiempo que pasamos en las redes sociales cada día.