Rogelio Javier Alonso Ruiz*
En entrevista
proporcionada a medios locales, el secretario de Educación y Cultura aseveró
que entre los motivos que habían retrasado la aplicación de los exámenes de
titulación se encontraba la negativa de los maestros a participar en los mismos
debido a los adeudos del pago de las sinodalías del ciclo escolar anterior. Sin ofrecer mayores pruebas y aprovechando un
adeudo que existía, metió a los profesores entre los responsables del
escandaloso retraso en las titulaciones y, a su vez, prácticamente los tachó de
mercenarios. Por, “cualquier cosa” (refiriéndose a los aproximadamente trescientos
pesos que cobran por cada sinodalía), dijo, los docentes se oponían a examinar
a los estudiantes: unos auténticos mercenarios.
Señalar que
los maestros normalistas anteponen indebidamente sus intereses económicos ante
las exigencias laborales refleja un desconocimiento absoluto de lo que sucede en
la casa de estudios. ¿Ignorará el acusador que apenas hace algunos meses el
magisterio del ISENCO, al igual que todo el de sostenimiento estatal, laboró
durante un tiempo considerable sin sus pagos quincenales? ¿Desconocerá que
desde hace más de diez años este profesorado no accede a programas que le
otorguen incentivos económicos por su labor profesional? ¿Será que ignora
también que tareas cotidianas, como la supervisión de las prácticas profesionales,
en muchas ocasiones en localidades apartadas, deberían ser realizadas con los
viáticos correspondientes pero se efectúan con los medios provistos por el
profesorado de su propio bolsillo? ¿Son esos los maestros centaveros a los que
hace alusión el funcionario?
Desde luego
que las acusaciones hacia los maestros fueron aderezadas con las acostumbradas
invitaciones a mirar el pasado. “Son problemas heredados”, dijo el secretario.
La frase, que, dada su frecuencia, parecería provenir de un manual de gobierno,
fue complementada, casi a regañadientes, por una tímida admisión de que los
tiempos se vinieron encima, después de que el trámite pendiente fue descubierto
tardíamente entre una pila de documentos de los procesos de entrega-recepción. Pese
a lo anterior, los señalamientos hacia el magisterio continuaron.
Una vez que
los trámites administrativos fueron resueltos y los exámenes realizados, vino
una nueva acusación pública hacia los maestros. A través de sus redes sociales,
la gobernadora Indira Vizcaíno Silva aseguró triunfante que gracias a las oportunas
gestiones de funcionarias estatales se habían superado los trámites
administrativos, pero había un impedimento para entregar las actas de examen
profesional: algunos docentes no las habían firmado aún. Por desinformación o
por conveniencia, la mandataria no señaló que los docentes ya han firmado hasta
en tres ocasiones tales actas pero, por errores administrativos, éstas han
tenido que ser corregidas una y otra vez. ¿Se buscará nuevamente endilgar
fallas? ¿También se trata de un problema heredado?
Es
lamentable observar que quienes provienen de un movimiento que se ufana de
revalorizar al magisterio, no duden en tomarlo como chivo expiatorio en
situaciones ajenas a su ámbito de acción. Las imprecisas declaraciones de los
funcionarios mencionados contribuyen a formar la imagen de un profesorado
indiferente y hasta mercenario. Sin afán de equivocadamente beatificar al
magisterio normalista, que tiene otros desafíos para su propio mejoramiento, las
acusaciones son por demás injustas.
Resulta
penoso observar que funcionarios de alta jerarquía opten por distraer de sus
responsabilidades realizando señalamientos hacia un pasado que, sobra decirlo,
ya se fue. Por fortuna, este agrio episodio tendrá un final feliz para los
jóvenes egresados. ¿No bastaba con enfocarse a resolver el problema sin
necesidad de exhibir culpables? ¿No generaron más encono y división, incluso al
interior de la Normal, los señalamientos realizados? ¿No devino lo anterior en
una innecesaria formación de bandos entre una comunidad que debería estar unida
por una misión? Parece que la manera de resolver un problema, generó otro de dimensiones importantes.
*Rogelio
Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc.
Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto
Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación
Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter:
@proferoger85
Comentarios
Publicar un comentario