Rogelio Javier Alonso Ruiz*
Cuando en
el ámbito escolar se habla de inequidad y exclusión generalmente se asocian situaciones
como discapacidad, rezago académico, ausentismo y abandono. Se dice que una
escuela excluye si sus instalaciones no cuentan con rampas o si algún maestro es
incapaz de comunicarse con un estudiante sordo. La mirada se dirige, casi
siempre, hacia quienes se quedan atrás en el ejercicio de su derecho a la
educación y pocas hacia un segmento de la matrícula que presenta una capacidad
superior a la media, pero que también requiere atención especial: los alumnos
con aptitudes sobresalientes.
De acuerdo
con la SEP (2022), los alumnos con aptitudes sobresalientes “son aquellos
capaces de destacar significativamente del grupo social y educativo al que
pertenecen en uno o [… varios] campos del quehacer humano” (p. 12).,
manifestando habilidades avanzadas en las áreas intelectual, artística,
psicomotriz, socioafectiva y creativa. Generalmente, se caracterizan por una
amplia capacidad de crítica, alta demanda de información, extenso vocabulario,
etc. El modelo de atención para este alumnado contempla el enriquecimiento (en
el aula, la escuela o fuera de la escuela), la aceleración (promoción
anticipada de grados) y el agrupamiento (con alumnos con capacidades similares,
en currículos específicos) (SEP, 2022).
No obstante
que la Ley General de Educación establece que, para garantizar un servicio
inclusivo, las autoridades educativas deberán “proporcionar a los educandos con
aptitudes sobresalientes la atención que requieran de acuerdo con sus
capacidades, intereses y necesidades” (Congreso de la Unión, 2019, p. 24), “las
demandas educativas de estos alumnos no son suficientemente atendidas por los
sistemas educativos, más preocupados por aquellos que tienen discapacidad o
problemas de aprendizaje” (UNESCO, 2004, p. 49).
En nuestro
país, los esfuerzos de las instancias de educación especial se centran, casi
por completo, en discapacidades, dificultades y trastornos: la UNESCO (2004)
denomina a lo anterior como “nivelación por debajo” (p.181). Los alumnos con
aptitudes sobresalientes representan “menos de 3.7% del total de quienes
reciben atención de CAM [Centro de Atención Múltiple] o USAER [Unidad de
Servicios de Apoyo a la Educación Regular]” (MEJOREDU, 2020, p. 102). Si bien se
puede discutir que la cifra anterior responda a una proporción natural entre la
población, las estadísticas oficiales indican que la atención otorgada a
alumnos sobresalientes, a través de los servicios de educación especial, ha
caído en los últimos años. La población atendida ha sufrido una drástica
disminución del 73%, desde el ciclo escolar 2012-2013 hasta el 2021-2022,
pasando de 53,672 estudiantes a 14,037 (SEP, 2022). Así, en los diez ciclos
escolares más recientes, la atención a alumnos con aptitudes sobresalientes se
contrajo casi a una cuarta parte respecto al inicio de tal lapso. Esa
disminución no parece natural.
La atención
a alumnos sobresalientes no sólo se da desde la educación especial, sino
también desde el aula regular, sin embargo, este espacio tiene una serie de
inconvenientes. A pesar de representar “la opción más inclusiva” (UNESCO, 2004,
p. 52), conlleva al menos dos situaciones importantes: “las clases suelen ser
muy numerosas y los docentes no están suficientemente preparados para atender
las necesidades educativas de estos alumnos” (UNESCO, 2004, p. 52).
En nuestro
país, la formación inicial de profesores regulares parece ser insuficiente para
responder a las necesidades de alumnos sobresalientes. Sirve para ilustrar lo
anterior el plan de estudios 2018 de la Licenciatura en Educación Primaria: incluye
dos cursos (Atención a la diversidad y Educación inclusiva) que abordan
generalidades conceptuales y metodológicas de la inclusión educativa. En ambas
asignaturas el énfasis se pone en los problemas de aprendizaje y
discapacidades. En los programas de estas materias aparece tímidamente, apenas
dos o tres veces, la expresión “aptitud sobresaliente”. Si bien el propósito de
la carrera mencionada no se centra en la formación de especialistas sobre
condiciones específicas del alumnado, parece que hay una deuda respecto al
reconocimiento de las aptitudes sobresalientes.
Aunado a la
formación inicial insuficiente, ya en el aula los profesores regulares no
cuentan con apoyo adecuado para enfrentar los desafíos que plantean los
estudiantes sobresalientes: de acuerdo con el INEE (2014, p. 53), sólo 14.6% de
docentes de educación básica con alumnos que requerían atención especial, entre
ellos los que cuentan con una aptitud sobresaliente, han recibido apoyo o
asesoría para atenderlos. Con una formación inicial insípida en términos de inclusión y poca orientación
ya en el servicio, existen dudas sobre la calidad de atención que en
el aula regular se brinda a los alumnos mencionados.
Se observa entonces que la atención de educandos con aptitudes sobresalientes implica repensar
algunos aspectos de fondo de la vida escolar: la flexibilidad de los
currículos, la edad como criterio único de los trayectos educativos, los
conceptos de equidad e inclusión, el papel de la educación especial, etc. Desde
luego que lo anterior conlleva implicaciones mayores en términos organizativos
y políticos. Existen medidas muy evidentes que sin duda deben ser consideradas, como el fortalecimiento de la formación inicial del profesorado regular,
la liberación de las instancias de educación especial de la sobrecarga
administrativa en aras de promover su vinculación con el aula regular y la
creación o ampliación de programas y espacios para la potencialización de las
aptitudes.
Así pues, los
niños y jóvenes con aptitudes sobresalientes son, en muchos casos, víctimas de
una exclusión silenciosa, al no recibir un servicio educativo acorde a sus
necesidades. No basta a estos alumnos con aparecer frecuentemente en los
cuadros de honor, ser el “caballito de batalla” del maestro cuando se trata de
montar un número artístico o el as bajo la manga en la Olimpiada del
Conocimiento. La escuela debe brindarles oportunidades efectivas para potenciar sus de por sí notorias aptitudes. Eso,
al igual que instalar una rampa en la entrada de la escuela, también es equidad
e inclusión.
*Rogelio
Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc.
Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto
Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación
Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter:
@proferoger85
REFERENCIAS
CONGRESO DE
LA UNIÓN. (2019). Ley
General de Educación. México: autor.
MEJOREDU. (2020). Indicadores nacionales de la mejora continua de la educación en México 2020. Cifras del ciclo escolar 2018-2019. México: autor.
SEP.
(2020). Atención educativa a estudiantes con
aptitudes sobresalientes: preescolar, primaria y secundaria. México: autor.
SEP.
(2022). Principales cifras del sistema
educativo nacional. 2021-2022. México:
autor.
UNESCO. (2004). La educación de niños con talento en Iberoamérica. Santiago: autor.
El artículo de Rogelio Javier Alonso Ruiz destaca la necesidad de atender a los estudiantes con aptitudes sobresalientes, quienes a menudo son excluidos en el sistema educativo al no recibir el apoyo necesario para desarrollar plenamente sus habilidades. Aunque el enfoque actual en México prioriza a aquellos con discapacidades y problemas de aprendizaje, los estudiantes con alto potencial también requieren atención especializada. El autor sugiere mejoras en la formación docente y una mayor integración entre la educación especial y el aula regular para abordar este problema. Reflexionando sobre el artículo, es evidente que la inclusión debe considerar a todos los estudiantes, garantizando que cada uno tenga oportunidades para crecer y aprender. Es crucial repensar el currículo y desarrollar programas que estimulen a estos alumnos para evitar el desinterés y la desmotivación.
ResponderEliminar____________________________________________________
Estudio la licenciatura en licenciatura en administración