Rogelio Javier Alonso Ruiz*
La descarga
administrativa de la vida escolar ha sido una aspiración desde hace varios
años. Pese a que incluso en los Programas de Mejora Continua de los planteles
educativos la carga administrativa ha sido considerada como un ámbito de atención
y a que la reducción de encargos de este tipo en las escuelas esté señalada en
el artículo 94 de la Ley General de Educación. A pesar de lo anterior, la
realidad aún es lejana del ideal: el extinto INEE (2018) reconocía que “prevalece
[…] un modelo de administración excesivamente burocrático que limita la
capacidad de gestión de las escuelas” (p. 30).
Los excesos
burocráticos se aprecian con claridad en una desafortunada tradición que, en
los últimos años se ha fortalecido en las escuelas públicas colimenses de
sostenimiento estatal: la check
list, un extenso y variado listado de
documentos que, cual carta a Santa Claus, los supervisores solicitan a los
directores al final del ciclo escolar. Es la Navidad de la recarga
administrativa: se abren las gavetas con la misma ilusión que el niño corre a
buscar sus regalos en la bota navideña.
Las check list son el
ejemplo perfecto de la duplicidad y la irrelevancia de solicitudes a los centros
escolares. Se requieren documentos que ya fueron turnados a figuras o
dependencias que realmente están facultadas a intervenir en asuntos de
contraloría, participación social, control escolar y acreditación, por
mencionar algunos. Se ha llegado al extremo de pedir documentos por demás
absurdos: horarios del siguiente ciclo escolar de docentes que ni siquiera se
tiene asegurada su continuidad. Documentos irrelevantes, como los guiones de
las ceremonias de clausura, también han sido incluidos en esta lista de
verificación. Alimentar el archivero con lo que sea, hasta con documentos chatarra.
Los
supervisores escolares son piezas clave para regular la intensidad de las
tareas administrativas en las escuelas. No se deja de reconocer la encomienda
que tienen de “[garantizar] que los colectivos docentes rindan cuentas acerca
del funcionamiento y resultados educativos de la escuela” (SEP, 2022, p. 57),
pero es necesario que esta función no eclipse a otra aún más importante: “[fomentar]
que el personal directivo y docente de las escuelas, oriente su labor hacia la
mejora permanente del trabajo en el aula, y la organización y funcionamiento
del plantel” (SEP, 2022, p. 55). Las
visitas para comprobar la existencia de papeles son insuficientes en tal labor.
Lo administrativo nunca como distractor u obstáculo de lo pedagógico.
La
sobrecarga administrativa tiene relación, entre muchos factores, con el uso de
herramientas tecnológicas, cuyo potencial es frecuentemente desaprovechado. Colima
cuenta con la Plataforma Integral de Información (PII) y la Plataforma de
Herramientas Educativas, en las cuales los directivos depositan de manera
digital actas de Consejo Técnico, realizan altas y bajas de alumnado y generan
automáticamente la estadística de la matrícula escolar, entre muchas otras
acciones. Sin embargo, la desarticulación y falta de coordinación entre las
dependencias y figuras del aparato educativo, hace que la información vertida
en estas plataformas tenga que ser replicada una y otra vez por los directores
a diferentes destinatarios.
La llegada
de nuevas tecnologías ha significado también, paradójicamente, para quienes
están en la parte de la jerarquía laboral, un aumento en el trabajo. Ahora no
basta con generar documentos, también se deben digitalizar para así, en
ocasiones, aligerar el trabajo de alguien más. Para muestra, un botón: se pide
a los directores escolares escanear, cada mes, el registro de asistencia del
personal escolar, cuando, en otros tiempos, la tarea de verificación de este
documento correspondía realizarla presencialmente al supervisor escolar. Ahora,
con un solo clic, mágicamente el supervisor obtiene en su pantalla la evidencia
de su encargo. Así otros casos. Optimizar los tiempos… de algunos.
La
intensificación administrativa escolar se ve aderezada por malas prácticas y
costumbres como la disponibilidad eterna (disculpen
que los moleste a esta hora, pero…), el afán
de evidenciar todo (tengan
fotos por si acaso), la inmediatez
extrema (de hoy para ayer) o la absorción de tareas administrativas que otras dependencias
descargan en las escuelas.
Se reconoce
que la escuela y su personal deben, como cualquier otra institución y sus
trabajadores, rendir cuentas de su funcionamiento. No se intenta ignorar la
esfera administrativa de la vida escolar ni escatimar en su importancia, ni en
las responsabilidades que los directivos, supervisores y otras autoridades tienen
en ese sentido. Lo que sí se advierte es la necesidad de simplificar los
procesos administrativos. Usar las herramientas digitales para aminorar, y no
para aumentar o transferir, las cargas de trabajo. Mejorar la articulación y
coordinación entre las figuras del aparato educativo. Establecer canales más
efectivos de comunicación. Erradicar prácticas y costumbres que hacen de la
tarea administrativa una tortura. Procurar una acción administrativa que
fortalezca el ámbito pedagógico. Superar la vanidad de ver con orgullo archiveros
al borde del colapso.
*Rogelio
Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc.
Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto
Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación
Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter:
@proferoger85
REFERENCIAS
INEE (2018). Educación para la democracia y el
desarrollo de México. México: autor.
SEP (2022).
Marco para la excelencia en la
enseñanza y la gestión escolar en Educación Básica. Perfiles profesionales,
criterios e indicadores para el personal docente, técnico docente, de asesoría
técnico pedagógica, directivo y de supervisión escolar. Disponible en: http://public-file-system.usicamm.gob.mx/2023-2024/compilacion/EB/Marco_EB.pdf
(Consultado el 24 de septiembre de 2024).
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