Rogelio Javier Alonso Ruiz*
Una de las
novedades más evidentes de los libros de texto es que, después de varias
décadas, dejan de organizarse en función de asignaturas y también, salvo el
material de consulta, de regirse por una lógica de contenido por contenido. En
cambio, presentan grandes temas para abordarlos a manera de proyectos,
enlazando diversas disciplinas de los campos formativos. Los nuevos materiales
bibliográficos parecen ser acordes con el alejamiento de un currículo centrado
en los contenidos y las asignaturas, combatiendo la fragmentación del
conocimiento escolar. Quedará en manos de los docentes practicar una enseñanza
que también fomente la interdisciplina en el alumnado y una visión global de la
realidad.
Como ya se
mencionó, el libro Nuestros saberes es el material de consulta del que
dispondrán los alumnos. En éste, se presentan definiciones y explicaciones de
diversos conceptos que se tienen que abordar según los contenidos obligatorios.
Si bien la información es concisa y digerible para los niños, valdría la pena
considerar otro ordenamiento para facilitar la consulta pues, aunque se
organiza según los campos formativos, dentro de éstos es fácil extraviarse,
dada la abundancia de conceptos a tratar. Por ejemplo, en lo correspondiente al
campo formativo Saberes y pensamiento científico, se presentan de manera
alternada conceptos relativos a las ciencias naturales y las matemáticas. Otra
forma de organización de este material, quizá con un ordenamiento por núcleos
temáticos más amplios, podría facilitar su uso.
Un aspecto
relevante del libro Nuestros saberes tiene que ver con la intención de
convertirlo en un material para empleo no sólo de alumnos, sino de docentes y
familias. En ese sentido, contiene, entre otras, dos secciones:
“Profundicemos”, en la que, para los docentes, se emiten recomendaciones y
orientaciones didácticas generales según los contenidos abordados, y
“Situaciones para aprender en familia”, que propone actividades sencillas para
realizarse en casa de acuerdo con lo estudiado.
Dada la existencia de contextos desfavorables, convendría revisar la
pertinencia de la inclusión de códigos QR para ampliar las recomendaciones a
profesores y los materiales didácticos sugeridos.
Debe
mencionarse que se advierte un desequilibrio en la composición de los libros de
texto: tanto en los materiales de consulta, como en las actividades de los
proyectos, es mucho menor el abordaje de cuestiones matemáticas en comparación
con el de otras disciplinas. Sin embargo, también conviene aclarar que esto no
significa, necesariamente, que las matemáticas tengan que ser relegadas en el
diseño de las situaciones de aprendizaje: los contenidos y los aprendizajes a
desarrollar están claramente expresados en los programas sintéticos de cada
fase. Será tarea del magisterio encontrar la manera de integrarlos
adecuadamente a los proyectos preestablecidos en los libros de texto o bien
generar los propios.
La serie de
libros Proyectos (de aula, escolares y comunitarios) propone una amplia gama de
proyectos de índole variada. Se debe recordar que en las escuelas se elaborarán
programas analíticos que responden a problemáticas del entorno, a las que se
articularán contenidos y aprendizajes, así como metodologías idóneas para su
abordaje. En ese sentido, es de suponerse que los docentes tendrán la
posibilidad de descartar o modificar algunos proyectos de los libros para
empatarlos con el entorno en el que se desenvuelven. Se observa el riesgo de
que estos proyectos genéricos en los libros de texto puedan ser implementados
en las aulas de manera acrítica, dando al traste con la contextualización de la
enseñanza que se pretende. Sin embargo, también se destaca, favorablemente, la
gran diversidad de las temáticas de los proyectos (culturales, científicos,
ambientales, etc.), lo que amplía las posibilidades de vincularlos con los
programas analíticos de cada escuela.
Existen
aspectos de forma en los libros de texto que deben ser pulidos: en cuanto al
estilo de redacción, en varios fragmentos hay un énfasis forzado en la palabra “comunidad”,
por ejemplo: “de manera individual, y sin olvidar que eres parte de una
comunidad, concentra los resultados de toda tu comunidad en la siguiente tabla”
(Proyectos de aula, sexto grado, p. 134). Y así varios ejemplos más que
propician, en ciertos pasajes, una redacción monótona. También, destaca que no hay uniformidad en la
manera de hacer distinciones de género. Por
ejemplo, en el libro Nuestro saberes: se modifican palabras para abarcar ambos
géneros (“todxs”, p. 3), el masculino abarca también al femenino (“los
estudiantes”, p. 12) o se mencionan, por separado, los sustantivos masculinos y
femeninos (“los niños y las niñas”, p. 233). Si bien se trata de asuntos de
forma, convendría atender estos detalles.
La filtración
de los nuevos libros de texto ha provocado una vigorosa oleada de críticas,
desde algunas con amplio rigor académico, hasta otras que, desde una posible
desinformación, caen en exageraciones, imprecisiones y hasta mentiras. Una de
estas críticas tiene que ver, por enésima ocasión, con la desaparición de las asignaturas,
quizá deduciendo lo anterior del hecho de que ya no existen libros específicos
para cada disciplina: si no hay libro, no hay asignatura, pareciera el
argumento. No ha sido suficiente que el plan de estudio y los programas
sintéticos por fase continúen organizando los aprendizajes en disciplinas para
que se deje de insistir en la supuesta extinción. Lo mismo sucedió, hace unos
meses, con la extinción de los grados escolares, que no llegó a concretarse.
Tal vez se apuesta a repetir mil veces una mentira para hacerla parecer
verdad.
Por otra
parte, se ha criticado al libro Nuestros saberes por su aparente aliento al enciclopedismo,
como si se prescribiera que la información que en él se presenta tiene que ser vaciada
en el estudiantado, contraviniendo a la pedagogía freiriana y su oposición a la
educación bancaria en la que se respalda la Nueva Escuela Mexicana. Sin
embargo, en la presentación del texto se establece claramente que se trata de
“un material de consulta que […] apoye en los proyectos que realizarán a lo
largo del ciclo escolar” (Nuestros saberes, p. 5). El enciclopedismo, más allá
del grosor del libro de texto que se emplea o la forma de presentar
información, se manifiesta en las formas de aprendizaje que promueven los
docentes en sus alumnos. Se puede ser enciclopedista con éste o con cualquier
libro.
Las
acusaciones sobre los nuevos materiales han caído en imprecisiones que rayan en
mentiras flagrantes. Por ejemplo, en una solicitud de firmas virtual para la
cancelación de la implementación de los materiales, se asegura que los alumnos
no dispondrán de libros de lectura. ¿O se ignoran todos los libros o
intencionalmente se fomenta el alarmismo? Como ya se dijo, el libro Múltiples
lenguajes proporciona al estudiantado una gran diversidad de textos de temas
variados, si bien queda en el gusto de cada lector el valor de esta nueva
compilación de lecturas en comparación con la empleada hasta hoy. Se dice también en la solicitud,
erróneamente, que los libros carecen de opciones para reafirmar en casa lo
aprendido, cuando es precisamente ese el propósito de la
sección “Situaciones para aprender en familia”, del libro Nuestros saberes.
En esa misma
petición, se atribuye a los nuevos libros de texto la supuesta falta de
profundidad y el desorden en las reflexiones sobre los contenidos de las
asignaturas. Al respecto, conviene recordar que son los programas sintéticos de
cada grado, y no los libros de texto, los que establecen los contenidos
nacionales obligatorios para cada campo formativo, así como su progresión y
articulación por procesos de desarrollo según las diferentes fases que
conforman el trayecto educativo. No hay que exigirle al libro de texto lo que
no debe dar.
Parece
arriesgado asumir que el hecho de que un contenido no esté explícitamente en un
libro de texto signifique que no será enseñado en la escuela o que, en el mejor
de los casos, no se profundizará en él. Bajo este supuesto, ¿entonces cómo se
abordó hasta hoy la alfabetización inicial de niños de primero y segundo grados
de primaria, cuando no hay lecciones del libro donde se trate explícitamente
tal propósito?
La polémica suscitada
sobre la calidad de los libros de texto se ha generado, en parte, por tener
expectativas erróneas sobre los mismos. Si bien éste es el material didáctico
más importante del que dispone la escuela mexicana en su conjunto (no se
soslaya que en contextos favorecidos haya incluso mejores recursos disponibles),
pareciera que se asume que lo establecido en el libro de texto es lo que los
profesores realizarán paso a paso en sus aulas. Más allá de costumbres que
puedan tardar en ser revertidas (es innegable la fuerza del libro como
referente para la intervención pedagógica), ¿deben estos materiales marcar el actuar
del docente y los alumnos en cuanto a lo que se realiza diariamente en el aula?
¿Es el libro de texto la única vía de aparición de un contenido en el aula? ¿No
se minimiza, con este tipo de supuestos, la capacidad inventiva del
profesorado?
Sin duda el
magisterio tiene un reto importante frente a sí para el uso efectivo de los
libros de texto. Primeramente, deberá conocerlos y apropiarse de ellos apresuradamente,
pues, a menos de un mes del inicio del próximo ciclo escolar, la autoridad
educativa no los ha dado a conocer de manera oficial y todo lo que se sabe de
ellos es a través de filtraciones. Por otra parte, desde lo técnico, el profesorado
deberá también evitar que el trabajo por proyectos que se propone en los
materiales vaya en detrimento de momentos específicos para la reflexión de
contenidos, impidiendo experiencias con poco valor didáctico y aprendizajes
escasos o superficiales: hay momentos para poner manos a la obra, pero también
para reflexionar y estudiar. Deberá hacer un esfuerzo, quizá adicional para
algunos, por articular y dar sentido práctico a los contenidos.
Los libros de
texto son, y siempre serán, mejorables. Es valioso que su aparición avive el
debate en torno a un recurso tan importante, que por décadas ha intentado
igualar las oportunidades educativas de los mexicanos. Sin embargo, el debate
también se ha contaminado: desde aquellos que con intolerancia y soberbia
descalifican las críticas, hasta aquellos que buscan dar zancadillas y escandalizar,
a veces claramente desde la desinformación y la animadversión política. Es sano
que, a través de diferentes voces, se exijan materiales cada vez de mayor
calidad. La escuela mexicana necesita los mejores libros de texto. Que su
implementación sea exitosa y su mejoramiento permanente.
Twitter: @proferoger85
Pues el gran problema que yo veo para cualquier programa de estudio, independientemente de si el contenido es bueno, malo, tóxico, apto, limitado, etc.
ResponderEliminarEs si los instructores están preparados y con disponibilidad de abrir su mente a nuevas experiencias. Con eso del proyecto, que tanto se habla, del pene, ya me imagino a mucha maestra (en especial mujeres mayores) no realizándolo por miedo o llamándo al miembro "la pipí", además del control de grupo 😂 será un show cada una de esas actividades para personas prejuiciosas y desinteresadas.
Olvidé, excelente texto, más deberían leer esto, antes de opinar
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