La Historia según los popis.


En los últimos años, se ha acentuado notablemente una tendencia "desmitificadora" de la Historia, donde parece que los buenos finalmente eran los malos y los malos misteriosamente se convierten en buenos. Es una concepción de la Historia que encaja perfectamente con el estilo de vida y de gobernar de las cúpulas actuales, así como con los ideales de los más acaudalados. Los héroes tradicionales quedan reducidos a cenizas, mientras que en algunos casos, los que solían ser considerados como villanos, pasan a ser figuras admirables.  De este modo, inexplicablemente la independencia nacional ya no se la debemos a Hidalgo, Morelos y Guerrero, sino a Iturbide quien resultó ser un emperador que clausuraba congresos.  Ahora resulta que Benito Juárez era un dictador pro gringo y vende patrias, mientras que la Revolución Mexicana nada tuvo que ver con las barbaridades del porfiriato y sólo fue una riña sin sentido entre pandillas políticas.
  
El modus operandi de estos "desmitificadores" de la Historia es casi siempre el mismo: golpear la figura de los héroes tradicionales cuestionando, en algunos casos,  su vida personal (preferencias sexuales, amoríos, hijos no reconocidos, vicios, etc.) y, en otros más, haciendo "leña del árbol caído" de los yerros políticos de estos personajes, olvidando que se trata de seres humanos imperfectos, que naturalmente se equivocan. Así pues, no es de extrañar que para demeritar a Juárez ineludiblemente se mencionen episodios como el Tratado McLane-Ocampo, como si esto hubiera sido lo único importante que aconteció en la vida del indígena oaxaqueño. Bajo esta lógica, cualquier defecto o error de los héroes tradicionales es automáticamente superior a cualquier virtud o hazaña y suficiente para hacer trizas toda una obra por más notable que ésta sea.
El ejemplo más representativo de esta forma de contar la Historia sin duda es Porfirio Díaz, a quien incluso, bajo esta perspectiva, algunos han tenido el atrevimiento de calificarlo como el mejor presidente mexicano. Argumentan los partidarios de esta tendencia que, bajo su mandato, finalmente la nación entró en una etapa de paz, sin detenerse a pensar en el verdadero significado de esta palabra que, evidentemente va más allá de la ausencia de eventos bélicos significativos. Ensalzan la estabilidad política del porfiriato, pero mañosamente no mencionan que ésta se sostenía en la censura de las voces opositoras, la perpetuación de los actores políticos  y la simulación de procesos democráticos. Recuerdan con orgullo  el gran crecimiento de la economía nacional, pero no dicen nada acerca de la inequitativa distribución de la riqueza y las lamentables condiciones  de pobreza de la abrumadora mayoría de la población mexicana. Finalmente, presumen los grandes avances tecnológicos de la época, sin importar que casi nadie tenía acceso a ellos. Así como con Díaz se magnifican las virtudes (algunas cuestionables) y se ocultan los defectos, con los héroes tradicionales sucede exactamente lo contrario.
¿Quiénes son esos héroes tradicionales que tanto son atacados? Generar una lista de ellos sería una cuestión subjetiva, sin embargo, indudablemente los más castigados son Hidalgo, Juárez, Villa, Zapata y Cárdenas. ¿Por qué los atacan? Como la Historia es parte de la conciencia nacional y, de este modo, un fundamento de las actitudes y las decisiones de los mexicanos ante la realidad, este grupo de distorsionadores a favor del régimen actual, quiere que borremos de nuestra mente a personajes históricos que, más allá de sus yerros personales o políticos representan ideales de justicia y bienestar común, dos conceptos que sólo aparecen en los discursos de nuestros gobernantes, pero rara vez en sus acciones. 
Por tal razón, quieren que olvidemos a Lázaro Cárdenas, quien demostró que ni siquiera los intereses de las grandes empresas trasnacionales deben estar por encima del bienestar de la clase trabajadora mexicana. Quieren que dejemos de lado la figura de Juárez, quien dio muestra de que la soberanía se defiende hasta las últimas consecuencias y que la honestidad (al igual que todo el grupo de liberales que encabezaba) debe ser una cualidad ineludible de la clase gobernante; quieren que olvidemos al oaxaqueño para que no se nos ocurra pensar que puede haber un presidente que suspenda su pago y calce botas rotas ante la crisis económica del país.
Quieren relegar a Francisco Villa para que no conozcamos que hubo alguien que, literalmente, en un mes, arrebató a la nobleza sus riquezas mal habidas y nocivas para el bienestar general y las puso al servicio de los más necesitados.  También, quieren que olvidemos a Emiliano Zapata para que así nos parezca natural el despojo y la distribución inequitativa de los recursos naturales del país. Asimismo, desvirtúan la figura de Miguel Hidalgo, quien se atrevió a desafiar al régimen existente al señalar que "su justicia no es nuestra justicia".

Es claro entonces que los ideales representados por estos héroes no son compatibles con las necesidades de los grupos del poder actual. Por eso son tan rechazados. Cómo aceptar a Cárdenas cuando las empresas trasnacionales (Wal-Mart, Burger King, McDonald's, etc.) se instalan en nuestro país generando empleos miserables. De qué manera digerir a Zapata cuando las empresas mineras canadienses se devoran impunemente el territorio y las riquezas naturales del país. Cómo admitir a Juárez y el laicismo cuando presidentes y gobernadores se han arrodillado a besar el anillo papal. En un país donde la fuerza pública, los medios de comunicación y las instituciones oficiales linchan a los docentes, es imposible reconocer a Villa, quien demostró con hechos sólidos su confianza en la trascendencia de la educación al construir escuelas masivamente y elevar los sueldos de los maestros cuando fue gobernador de Chihuahua. Cómo admirar a los liberales, un grupo político integrado, entre otros profesionistas, por notables escritores, poetas, periodistas y filósofos, personajes de gran brillo intelectual, cuando la cúpula política actual está encabezada por alguien que no ha leído tres libros a lo largo de su vida.
     
 
Así pues, esa visión de la Historia busca evitar que la mente de "la prole" se contamine de conceptos nocivos para los intereses cupulares tales como soberanía, equidad, justicia y bienestar común. Es una forma de adormilar la conciencia nacional para evitar cualquier deseo de cambio. Es una alteración de los hechos y los personajes buscando justificar y perpetuar las injusticias actuales. Es decirle al mexicano, implícitamente, "no lo admires", pues sólo era un bandolero, un dictador, un populista, un terrateniente. Es hacerlo enamorarse de los propios infiernos que vive cotidianamente. Esto es, en suma, la historia según los popis.



Twitter: @proferoger85

Comentarios

  1. La Historia es creada--o re-creada-- por la gente en el poder. Segun como he visto a lo largo de mis más de 40 años de vida, los mexicanos no tenemos realmente patriotismo qué presumir: no he visto un solo gobierno del cual yo pueda sentirme orgulloso; al contrario: todos los políticos se enriquecen a costa del poder al cual tienen acceso. Entran ganando un sueldo estándar, y salen con posesiones de las que no podrían demostrar cque las obtuvieron con las ganancias de su salario; se crean herencias para justificar grandes posesiones espontáneas.

    yo no sé si los libros que he leído fueron escritos por "popis", como son llamados en este artículo, pero lo que sí sé es que mucho de lo que he leído me ha parecido interesante (la mayoría de los datos citados, por ejemplo).

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