La consulta no era en 2016, era antes de 2013.


El Modelo Educativo y la Propuesta Curricular 2016 han sido puestos “a debate” por las autoridades educativas. Son muchos los temas y propuestas que se abordan en los documentos anteriores y, muchos de ellos, ya están siendo ejecutados por las autoridades correspondientes. Por ejemplo, en cuanto a la infraestructura escolar, ya opera el programa Escuelas al CIEN. En materia de evaluación, desde hace un par de años ya está en curso el Servicio Profesional Docente. En cuanto a formación docente, es bien sabido que dentro de poco se dará una transformación sustancial a las escuelas normales. Temas como los anteriores serán puestos a consulta, cuando curiosamente ya no sólo están definidos, sino incluso ya están siendo ejecutados. Entonces, ¿para qué es la consulta: para crear colectivamente o para reafirmar y legitimar las propuestas de unos cuantos? ¿por qué someter a consulta hasta este momento lo que supuestamente es el alma de la Reforma Educativa?

En principio, la consulta es un fraude por cuestiones temporales. El Modelo Educativo y la Propuesta Curricular, al igual que la Evaluación Docente y el INEE, son derivados de la Reforma Educativa. Ésta, como bien sabemos, fue aprobada  sin la participación de los docentes y demás actores educativos; peor aún, en el Congreso, los diputados domesticados por el Pacto por México, impidieron un debate real ante un tema tan trascendente como lo es la educación nacional. Su aprobación en el recinto legislativo se dio, pues, “de rapidito” y “en lo oscurito” (en una sede alterna) sin tener una idea clara de las necesidades del país y las posibles soluciones en materia educativa.

Así pues, las autoridades mexicanas ejecutaron las acciones justo en el orden inverso: antes de tener definido un modelo educativo, realizaron las modificaciones legales correspondientes. En su implementación, sobre todo en lo que toca a la evaluación docente, la Reforma desató un caudal de inconformidades en gran parte del magisterio nacional. Las voces inconformes fueron ignoradas. Por lo anterior, muchos ven con incredulidad que, después de algunos años de la aprobación e implementación de esta reforma, las autoridades hayan recordado repentinamente la utilidad del diálogo.

Otro asunto que levanta muchas sospechas son los invitados a estas consultas. Aunque en teoría cualquiera tendría derecho a participar en la consulta, resulta sospechoso que, en algunos Estados, en estas reuniones donde supuestamente se convoca abiertamente a la ciudadanía, hay una gran cantidad de participantes que tienen relación con la SEP, el SNTE o el PRI. Sin suponer que sea deseable que se discrimine a quien tenga alguna filiación con estas instituciones, pues, como cualquier mexicano, tienen derecho a expresarse libremente, es un hecho que su predominio resta credibilidad a estos ejercicios de consulta.  Por momentos, pareciera que se trata de una consulta entre amigos.

¿Cómo estos actores van a criticar algo que surge precisamente del grupo de poder con el que se identifican y que, en algunos casos, les permite seguir gozando de privilegios? ¿Qué grado de objetividad pudieran tener los cuestionamientos, si es que los hay, hacia el modelo analizado? ¿Cómo, por ejemplo, un comisionado del SNTE (algunos con más de una década sin pisar un aula) podrá hacer aportaciones para este modelo? ¿Se atreverá un empleado promedio de la SEP a descalificar las “brillantes” creaciones de sus más altos jefes?

Aunado a lo anterior, es penoso que en algunos de los foros que se organizan para analizar el Modelo Educativo, los organizadores omitan precisamente los temas más polémicos del documento a analizar. Por ejemplo, en Colima, se convocó a todos los docentes de grupo a analizar cada uno de los apartados del Modelo Educativo; curiosamente, dentro de los apartados no se incluye el referente a la Formación y Desarrollo Profesional Docente, en el cual se aborda, precisamente el corazón de la Reforma Educativa: la evaluación docente. Es decir, el cambio más importante de las reformas legales no está a discusión (de hecho, nunca lo estuvo).   

La consulta debe ser un procedimiento plural en el que se traten de conciliar los puntos de vista e intereses divergentes. Deben de ser debates auténticos en los que, por ejemplo, se traten de acercar las miradas empresariales y las humanistas; no se debe temer a dar cabida a las voces disidentes. Precisamente la pluralidad debe ser el componente esencial de estos encuentros para que sean provechosos.


Desafortunadamente, consultar en estos momentos ya no tiene mucha relevancia. La Reforma y todo lo que de ella se desprende son un árbol que nació torcido. El daño está hecho: la Reforma Educativa y sus derivados son producto de un proceso conducido por autoridades sordas, que censuraron la voz más importante para este cambio: la del magisterio. Por errores tan graves como el anterior, a los impulsores de la Reforma no les han quedado otras herramientas más que la represión y las amenazas. La consulta llegó tres años tarde.

Twitter: @proferoger85

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