Una de las condiciones básicas
para el ejercicio pleno del derecho educativo es el acceso a las escuelas, lo
que constituye uno de los principales retos de nuestro sistema educativo. De
acuerdo con el documento Panorama
Educativo de México 2015. Indicadores del Sistema educativo Nacional. Educación
básica y media superior, publicado por el Instituto Nacional para la
Evaluación Educativa (INEE), para el ciclo escolar 2014-2015 existía en México
una población de 33,623,014 niños y jóvenes en edad típica (3 a 17 años) para
cursar la educación obligatoria (desde preescolar hasta media superior). De esa
población, 3,607,214 no lograron matricularse en el nivel educativo que les
correspondía, concentrándose los alumnos no inscritos en el primer y el último
escalón del trayecto educativo obligatorio. Particularmente, son los jóvenes de
15 a 17 años quienes sufren en mayor medida la falta de oportunidades
educativas, pues más de un tercio de ellos se encuentra fuera de las escuelas.
Asimismo, los niños más pequeños, de 3 a 5 años, sufren una afectación
importante en cuanto a acceso a educación: uno de cada cinco no está matriculado.
Aunado al acceso a las escuelas,
existe otro factor esencial para cristalizar el derecho educativo: la
permanencia. Para analizar este fenómeno, el documento referido en el párrafo
anterior toma a consideración el ciclo escolar 2013-2014, en el cual, en
educación primaria, se registran 111,865 desertores, en secundaria 272,372 y en
media superior 714,975. Lo anterior, sin tomar en cuenta la educación
preescolar (pues no se ofrecen datos sobre este nivel), da un total de 1,099,212
estudiantes que no pudieron continuar con sus estudios.
De este modo, considerando los
fenómenos de la falta de acceso y peramencia, se puede decir que de los más de
33 millones de niños y jóvenes en edad típica para recibir educación obligatoria,
4,706,426 (13.9%, proporcionalmente 1 de cada 8) no lograron matricularse o
permanecer en el nivel educativo correspondiente. Estas cifras alarmantes ponen
en entredicho uno de los supuestos más aceptados por las autoridades
educativas: que la cobertura educativa es un tema del pasado, y ahora sólo
queda enfocar los esfuerzos en la calidad de la misma. Olvidan que hablar de
cobertura no implica únicamente tener una escuela cercana, sino crear las
condiciones para que los niños vayan a ella y culminen satisfactoriamente los
procesos que en ella se emprenden. ¿De qué sirve tener una escuela en cada
pueblo si la pobreza, el hambre, la
desnutrición o el trabajo infantil, por mencionar algunos factores, impedirán
que los alumnos accedan y permanezcan en ella?
Los discursos de las clases
políticas y empresariales rara vez incluyen las desastrosas cifras que se han
expuesto en este escrito. Algunos no sólo guardan silencio, sino que se
aventuran a presentar datos diferentes a los vertidos por los organismos especializados
en estas mediciones, como el caso del presidente Enrique Peña Nieto (http://www.24-horas.mx/destaca-pena-avances-en-cobertura-educativa/),
quien, no obstante que el INEE señala que el 35% de jóvenes en edad de estudiar
bachillerato no están matriculados, señala que gracias a los esfuerzos de su
gobierno ahora sólo 20% de los jóvenes se encuentran fuera de las escuelas de
educación media superior. Si Peña admitiera que los niveles de cobertura en
Bachillerato son prácticamente iguales desde el inicio de su sexenio,
implícitamente estaría aceptando alguna de las siguientes opciones: o no hay
suficiente inversión en educación o las condiciones sociales no han mejorado
para permitir que los jóvenes se dediquen al estudio, o ambas.
Sin duda las cifras negativas en cuanto a
acceso y permanencia en educación son motivo de vergüenza para la clase
gobernante, pues no sólo refleja su falta de interés y de capacidad en el tema
educativo, sino también es una consecuencia clara y directa de la ineficacia de
las acciones y políticas públicas que han derivado en un deterioro del
desarrollo social y económico. Como lo muestran diversos estudios, existen
factores extraescolares poderosos que
determinan la estancia de un alumno en la escuela: “las condiciones de
marginalidad, pobreza, vulnerabilidad social; el prematuro ingreso al mundo
laboral, la segmentación social, la inestabilidad social, [...] las
adicciones y el embarazo temprano en adolescentes” (SEP, 2012, p. 06). Asimismo,
existen factores al interior de las escuelas que inciden en la permanencia de
los alumnos en la misma, tales como las prácticas pedagógicas inadecuadas o el
bajo aprovechamiento académico (SEP,2012). Por su parte, Ruiz, García y Pérez (2014)
establecen que la deserción es un fenómeno que se origina por motivos
personales, económicos y familiares, principalmente.
Así pues, los problemas de acceso
y permanencia a las escuelas ponen de manifiesto que la educación es un derecho
que, para su ejercicio pleno, ocupa la conjugación de varios factores. No basta
con tener infraestructura y docentes preparados, sino de pulir una serie de
condiciones sociales y económicas que hagan que los alumnos puedan disfrutar de
este trascendental derecho. Los fenómenos de abandono escolar y no
matriculación poco tienen que ver con la voluntad de los estudiantes, por lo
tanto, valdría la pena preguntarnos: ¿son los alumnos quienes abandonan a la
escuela o es la escuela quien abandona a los alumnos?
REFERENCIAS:
INEE. Panorama
Educativo de México 2015. Indicadores del Sistema Educativo Nacional. Educación
básica y media superior. México: Autor, 2016.
RUIZ, Rosalva, GARCÍA José y PÉREZ María. Causas y consecuencias de la deserción
escolar en el bachillerato: caso Universidad Autónoma de Sinaloa. México:
Universidad Autónoma Indígena de México, 2014. (Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=46132134004)
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