*Rogelio Javier Alonso Ruiz
Con la
implementación de la Reforma Educativa, las autoridades insistieron, una y otra
vez, que las Normales no desaparecerían, sino que sólo se transformarían y
modernizarían. Al pasar el tiempo, este discurso se ha desvanecido a la luz de
hechos tales como el desplome de la población estudiantil normalista en los
últimos años. Recientemente, el Secretario de Educación, Aurelio Nuño Mayer, ha
anunciado una estrategia para fortalecer las Escuelas Normales en busca de
prepararlas para la implementación del Modelo Educativo presentado a finales de
2016. Lo mencionado en este plan, además de lo establecido en el mismo Modelo
Educativo, deja entrever diversos desafíos para los Escuelas Normales que, de
no ser superados, algunos de ellos pudieran significar la posible extinción de
estas notables instituciones.
A raíz
de lo establecido en los próximos documentos rectores de la Educación Básica y
de las estrategias anunciadas por Nuño para fortalecer a las Normales, se
visulmbran dos retos importantes para estas instituciones: el primero se
refiere a revertir la pérdida de estudiantes producto de la apertura del
servicio magisterial a las universitarios; el segundo, se refiere a los riesgos
que implica la implementación de mecanismos de evaluación para el ingreso y la
promoción, cuando gran parte de la planta docente normalista no posee contrato por basificación.
Sin
lugar a dudas, uno de los retos de las Escuelas Normales es revertir la
tendencia a la baja en su matrícula. Tan solo en cuatro años del gobierno de
Enrique Peña Nieto (2012-2016), la matrícula normalista ha decrecido más de una
cuarta parte (28.5%), al pasar de 131,025 alumnos al inicio del sexenio, a
93,766 estudiantes en 2016. La situación anterior es motivada por diversos
factores entre los que destacan el cierre premeditado de espacios por parte de
las autoridades educativas (véanse los casos recientes de lucha de diversas
Normales Rurales), hasta el linchamiento mediático de la figura del profesor, la
precarización de la docencia a partir de la Reforma Educativa (condiciones de
ingreso, permanencia y promoción más exigentes a cambio de la misma retribución
económica, despidos “sin responsabilidad alguna para la autoridad educativa”,
etc.) o el constante deterioro del poder adquisitivo de los profesores (basta recordar
el raquítico aumento salarial conseguido por el SNTE ante el gobierno, el cual
ni siquiera alcanza para hacer frente a la inflación del año en curso). Los
elementos señalados anteriormente han mermado el interés de los egresados de bachillerato
por formarse como profesores.
Aunado
a lo ya mencionado, se encuentra un hecho clave enunciado en el Modelo Educativo para la Educación
Obligatoria. Educar para la libertad y la creatividad: “por primera vez el
sector [educativo] se abre a profesionistas con vocación docente, pero con una
formación universitaria diversa” (SEP, 2017, p. 140). Esto, evidentemente, pone
en una situación de desventaja considerable a las Escuelas Normales ante el
resto de las Instituciones de Educación Superior. Así pues, las Universidades
no sólo ofrecerán a sus estudiantes la posibilidad de ejercer en el campo
laboral para el que fueron formados, sino, además, en el magisterio. En
contraste, las Escuelas Normales sólo podrán ofertar a sus estudiantes la
posibilidad de ejercer en el campo educativo. Mientras, para desempeñar la
misma labor, a los universitarios les bastará con tener un perfil afín, los
normalistas contarán con un perfil especializado. Así pues, aquellos que tengan
en mente cursar una carrera normalista quizá sean disuadidos al considerar que
estudiarán durante cuatro años para dedicarse a algo que para los
universitarios representará, quizá, un plato de segunda mesa. El hecho
mencionado al inicio del párrafo supone, además, por parte de las autoridades,
un evidente desprecio de las habilidades pedagógicas en aras de favorecer los
conocimientos disciplinares.
Para
los docentes de las Escuelas Normales, existe otro riesgo importante además de
la pérdida de alumnos: la implementación de mecanismos de evaluación para el
ingreso al servicio de este tipo de instituciones. En el ciclo escolar
2016-2017, según cifras del SIBEN (Sistema de Información Básica de la
Educación Normal), sólo 58.9% de los docentes normalistas del país estaban
basificados. El problema anterior se acentúa en entidades como Guanajuato
(20.7%), Colima (25.2%) y Yucatán (29.9%), en las cuales ni siquiera puede
decirse que uno de cada tres docentes está basificado. De este modo, al igual
que como ya sucedió en Educación Básica desde hace tres años, se generará una
incertidumbre laboral motivada por el hecho de ver ofertado un puesto de
trabajo que ha sido cubierto por años. Además, la carencia de personal docente
basificado sin duda pudiera representar una condición propicia para que las
Normales sean desmanteladas en un futuro no tan lejano y continuar con la
inercia a la baja en cuanto al volumen de estas instituciones.
En
suma, el panorama a corto plazo para las Normales es bastante complicado. No
basta, como supone el nuevo Modelo Educativo, que las Escuelas Normales sean
vistas “como escuelas sólidas, con infraestructura adecuada, maestros
preparados, ambientes propicios para el aprendizaje, y programas de estudio
pertinentes” (SEP, 2017, p. 141) para su revitalización y consolidación a
futuro. Por más esfuerzos que se hagan al interior de estas instituciones
centenarias, mientras la docencia siga deteriorándose social y económicamente,
difícilmente las carreras normalistas serán una opción atractiva para la
juventud mexicana. Mientras las autoridades educativas sigan haciendo creer que
el mérito de un docente se reduce a su desempeño en un examen, cualquier
institución se jactará de formar profesores, desvalorizando entonces la función
de las Escuelas Normales. Así pues, los
retos de estas instituciones no se limitan a sus propios muros, sino que
abarcan un horizonte mucho más amplio: implican no sólo resolver sus problemas
internos (laborales, profesionales, administrativos, académicos, etc.), sino
sumarse a la lucha por la dignificación de la figura del docente. Si el
normalismo sigue viendo pasivamente cómo el gobierno maltrata al docente,
terminará cavando su propia tumba al lado de la de esta trascendental
profesión.
*Docente colimense de Educación
Primaria (Esc. Prim. Distribuidores Nissan No. 61 T.V.) y de Educación Superior
(Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en
Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter: @proferoger85
REFERENCIAS:
SEP. Modelo Educativo para la Educación Obligatoria. México: SEP, 2017.
SEP. Sistema de Información Básica de la Educación Normal. (Disponible
en: www.siben.sep.gob.mx).
SEP. Sistema Educativo de los Estados Unidos Mexicanos, principales cifras
2015-2016. México: SEP, 2017.
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