*Rogelio Javier Alonso Ruiz
El aprendizaje efectivo de la Historia se ve
amenazado por diversos factores, entre los que destacan la amplitud de los
periodos históricos de estudio, el poco tiempo de enseñanza para la materia y
la simplificación de los momentos
simbólicos más importantes. Lo anterior ha provocado que la Historia no cumpla
con buena parte de sus fines, tales como la formación de individuos capaces de
analizar fenómenos sociales y poseedores de una memoria colectiva sólida. Si
bien el libro de texto gratuito no es la única herramienta de la que dispone el
docente para el desarrollo de sus clases, es un recurso por demás relevante al
representar la base mínima sobre la que construyen los conocimientos que se
abordan en esta asignatura. Ante esto, vale la pena hacer un análisis del libro
de Historia de quinto grado de educación primaria, en particular, pues se ven reflejados los factores
enunciados al inicio de este párrafo.
La amplitud de los periodos históricos que se
estudian hace que éstos sean revisados apenas de manera superficial. Así, por
ejemplo, en quinto grado de primaria, los estudiantes abordan temas que abarcan
desde inicios del siglo XIX hasta la primera década del siglo XXI. Es tal la
extensión del periodo que se estudia, que en el libro de texto la explicación de
la Decena Trágica apenas abarca, literalmente, dos renglones. La situación
anterior también propicia que se proporcione a los estudiantes piezas
pequeñísimas de un rompecabezas que difícilmente pueden armar: por ejemplo, el complejo
periodo de lucha entre las diferentes facciones revolucionarias, a la muerte de
Madero, es explicada en apenas una página y media; la expropiación petrolera,
por otra parte, es abordada en sólo media cuartilla. De este modo, aunque el
enfoque de la asignatura sugiere la eliminación de prácticas relacionadas con
la memorización de personajes, batallas o fechas, la gran extensión de los
periodos estudiados hace imposible el cumplimiento de este precepto.
Otro de los obstáculos para el aprendizaje
efectivo de la Historia es el tiempo. Con la publicación del Nuevo Modelo
Educativo, el cual entrará en vigor en 2018, se confirma la tendencia de
debilitamiento de la asignatura de Historia, lo cual se puede apreciar, de
manera concreta, en el tiempo destinado a la materia: desde primer grado de
primaria hasta tercer grado de secundaria, los alumnos recibirán en promedio
1.7 clases (de 50 minutos) de Historia a la semana, en contraste con las 2.6
clases de Inglés. Así pues, es para el gobierno más importante dominar una
segunda lengua, que conocer las raíces históricas y los procesos sociales de
los cuales se provienen. Situaciones como las anteriores dan fe del
aminoramiento de los componentes sociales y de identidad nacional que conforman
los planes y programas de estudio, en aras del fortalecimiento de cuestiones
técnicas orientadas a la actividad económica. Aunado a que se abordan periodos
históricos extensos, se deben estudiar en poco tiempo.
Prats y Santacana (citados por SEP, 2011)
aseveran que una de las funciones elementales de la asignatura de Historia es
la preservación de la memoria histórica, es decir, mantener vivos determinados
recuerdos de episodios significativos para un pueblo. Lo anterior se ve
obstaculizado cuando diversos hechos con una gran carga simbólica en la conciencia
colectiva son simplificados o hasta eliminados. Llama la atención, por ejemplo,
que en el libro de Historia de quinto grado de primaria, al tocar el tema del
movimiento estudiantil de 1968, haya sido borrada la manera brutal en que fue
reprimida la manifestación del 2 de octubre en Tlatelolco, tratando de quitar
así de la memoria popular el carácter represor de la que fue víctima el pueblo
por parte del gobierno. Asimismo, como ya se mencionó anteriormente, el tema de
la expropiación petrolera es simplificado, de modo que lo sucedido el 18 de
marzo de 1938, pareciera el resultado simplemente de un conflicto laboral común,
sin un trasfondo de prácticas explotadoras y de despojo de la riqueza natural
de los mexicanos por parte de las empresas trasnacionales. Pudiera decirse
entonces, de manera figurada, que estos hechos de gran trascendencia en la
conciencia colectiva son deliberadamente “descafeinados”, diluyendo su valor y
significado y, por consiguiente, evitar analogías con la realidad actual.
La asignatura de Historia es quizá el espacio
curricular más importante y poderoso para formar una conciencia nacional. Tal
vez éste sea el motivo por el cual, deliberadamente, su enseñanza tenga tantos
vicios que corregir. Resulta una materia riesgosa para los grupos del poder,
puesto que otorga a sus estudiantes habilidades para analizar críticamente la
realidad: “posibilita la exposición de las claves del funcionamiento social en
el pasado. Es por lo tanto, un inmejorable laboratorio de análisis social”
(Prats y Santacana, citados por SEP, 2011, p. 28). Seguramente, para los grupos
dominantes, no es conveniente formar individuos que sean capaces de descifrar
los mecanismos con los que funciona el aparato social y sensibles ante
prácticas opresoras. Quizá esa sea la razón para entender su debilitamiento:
permitiría a los millones de mexicanos que asisten a las aulas forjarse una
conciencia histórica y social que les permita unirse (en torno a un pasado
histórico) y analizar de manera crítica la realidad actual.
Lo dicho en el párrafo anterior coincide con
los ideales del pedagogo brasileño Paulo Freire (1970), quien en su obra
cumbre, Pedagogía del oprimido, advierte sobre los riesgos de la prescripción,
término que utiliza para definir la acción mediante la cual, de manera
intencionada, la clase opresora “aloja” su conciencia en la clase oprimida
para, de este modo, manipular su comportamiento y evitar el conflicto. De este
modo, la conciencia de las clases más desfavorecidas se rige bajo pautas ajenas
a ellas y se propicia que las masas populares se involucren críticamente en la
realidad. Así pues, el hecho de
presentar el pasado histórico como una serie de acumulación de hechos simples,
que difícilmente se les puede encontrar relación y significado, hace que se
transmita la idea de la realidad como una situación inmodificable que existe per
se.
Así pues, la asignatura de Historia debe
sufrir cambios importantes para su enseñanza efectiva. En primer término, se
debe reducir la carga temática de la misma, disminuyendo los periodos
históricos que se abordan, en aras de profundizar su estudio y no dejar a los
estudiantes únicamente los datos básicos de los mismos, que pierden relevancia
y son olvidados fácilmente. Se debe, además, incrementar el tiempo de
enseñanza: si se exige a los docentes eliminar prácticas como la memorización
de nombres, fechas y batallas, pasando a
aprendizajes más complejos como la identificación de causas y consecuencias en
fenómenos sociales, correspondería por lógica una mayor carga horaria. Finalmente,
para recuperar el carácter formativo de identidad de la Historia, se requiere
reforzar la enseñanza de momentos significativos, profundizando no sólo en los
hechos o personajes concretos, sino en la carga simbólica de los mismos.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Docente colimense
de Educación Primaria (Esc. Prim. Distribuidores Nissan No. 61 T.V.) y de
Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de
Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter: @proferoger85
REFERENCIAS
FREIRE, Paulo. Pedagogía del oprimido. México:
Siglo XXI, 2005.
PRATS, Joaquín. Enseñar Historia: notas para
una didáctica innovadora. Mérida: Junta de Extremadura, 2001.
SEP. Aprendizajes clave para la educación
integral. Plan y programas de estudio para la educación obligatoria. México:
autor, 2017.
SEP. Enseñanza y aprendizaje de la Historia en
Educación Básica. México: autor, 2011.
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