*Rogelio
Javier Alonso Ruiz
Según datos del INEE (2017) la tasa de
aprobación en educación primaria y educación secundaria ha aumentado
significativamente en años recientes: mientras en el primer nivel la tasa de
aprobación creció de 96.5% a 99.2% del
ciclo escolar 2009-2010 al 2014-2015, en el segundo nivel la aprobación pasó de
83.7% a 90% en el mismo lapso. Cuatro de los seis grados de educación primaria
tienen tasas aprobatorias mayores a 99%, es decir, se puede hablar
prácticamente de una aprobación universal. En educación secundaria, el
incremento fue de casi una décima parte de la tasa que se tenía en el ciclo
inicial. Ante estos cambios tan favorables, vale la pena preguntarse ¿qué ha
generado tal incremento en la tasa de aprobación en Educación Básica?
El INEE reconoce que una de las
acciones para aminorar la presencia de alumnos en situación de extraedad
(consecuencia directa, entre otros factores, de la reprobación) ha sido “la
adecuación de las normas de aprobación de grados y de los mecanismos para
favorecer la promoción continua” (2018, p. 121.). De este modo, la manera de
incrementar la aprobación de los alumnos ha sido bajar la exigencia para la
acreditación de asignaturas y niveles educativos, más que atender a los
problemas de fondo que impiden que los estudiantes logren trayectorias
regulares a lo largo de la educación obligatoria. Entonces, desafortunadamente, el aumento de la
proporción de aprobación es un espejismo de éxito educativo motivado más por
cuestiones administrativas que por una mejora en los procesos de aprendizaje de
los alumnos, en la infraestructura educativa o en cambios pedagógicos
significativos.
La aprobación, bajo los criterios
normativos mexicanos de Educación Básica, no necesariamente puede ser vista
como un sinónimo de logro educativo. Con las reglas actuales, aunque parezca
descabellado, es posible que un alumno asegure su aprobación desde el primero
de los cinco bimestres que conforman el ciclo escolar: al obtener promedio de
10 durante el primer bimestre, automáticamente en los cuatro bimestres
siguientes el sistema le otorgará al alumno un promedio mínimo de cinco, aun
cuando haya ido a la escuela, literalmente, sólo a dormir. De este modo, el
alumno asegurará los treinta puntos (10+5+5+5+5) que en los cinco bimestres se
requieren para obtener el promedio final mínimo aprobatorio: 6.0. Aunque
exagerado, el caso anterior ilustra perfectamente la débil relación entre la
aprobación y el logro de los aprendizajes por parte de los alumnos: pudiera
decirse que en esa improbable pero posible situación, el alumno estaría aprobado
logrando únicamente el 20% de los aprendizajes. Aunado a lo anterior, los estudiantes de primer grado de educación primaria son promovidos automáticamente, mientras que si un alumno reprueba segundo grado, al cursarlo nuevamente tendrá su promoción garantizada, así como la de tercer grado. En los grados posteriores, exite la promoción condicionada, a juicio del maestro, cuando no se haya acreditado un grado.
Los criterios actuales de promoción en
los niveles educativos básicos, han provocado además la disminución drástica de
la presencia de alumnos en situación de extraedad grave, al pasar, en educación
primaria, de 9.3% en el ciclo escolar 2001-2002, a 1.4% en 2016-2017, mientras
que en educación secundaria, en los mismos periodos, de 9.5% a 2.8% (INEE,
2018, p. 123). Lo anterior se ha reflejado todavía con más fuerza en las
primarias generales rurales (13.8 a 1.8%, en los periodos mencionados
anteriormente), indígenas (24.1% a 7.1%) y comunitarias (26.7% a 5.6%). La
modificación de los criterios de aprobación pudiera ser interpretada no sólo
como una manera de favorecer las trayectorias educativas regulares, sino como
una muestra de indiferencia ante los graves adversidades que aquejan, por
ejemplo, a las escuelas rurales, indígenas y comunitarias: en vez de buscar la
raíz de los problemas, se ha optado por dar luz verde a los alumnos en su
tránsito escolar, no obstante que esto no refleje un aumento en los niveles de
aprendizaje.
La relajación de los requisitos de
promoción pudiera representar un riesgo muy grave al propiciar que se vayan
creando vacíos en los procesos de aprendizaje de los alumnos que, en los grados
posteriores, difícilmente podrán ser llenados. El mismo INEE advierte que “de
no atender las deficiencias en los aprendizajes de los alumnos y dar un
correcto seguimiento, las carencias en los conocimientos que debieron
adquirirse profundicen los bajos niveles de logro en los grados y niveles
educativos siguientes” (2018, p. 121). Pruebas estandarizadas como PLANEA 2015,
parecen confirmar la idea anterior: la mitad (49.5%) de los estudiantes de
sexto de primaria se ubica en el nivel más bajo de Lenguaje y Comunicación y
más de la mitad (60.5%) en el más bajo de Matemáticas, lo cual refleja carencias
fundamentales para seguir aprendiendo. Por su parte, dos de cada tres
estudiantes de tercero de secundaria tienen limitaciones para resolver
problemas que impliquen operaciones básicas con números decimales y
fraccionarios para calcular perímetros y áreas. Así pues, vemos que una
cantidad alarmante de alumnos culminan los niveles educativos no obstante
manifestar carencias serias en cuanto a los aprendizajes que se supone deberían
poseer.
Aunque se reconoce que “cada vez es
mayor el número de alumnos que se acercan a una trayectoria regular” (INEE,
2018, p. 127), parece que el principal motivo para ese notable incremento ha
coincidido, como ya se ha dicho, con la modificación de los criterios de
aprobación. De este modo, pudiera hablarse de un ilusionismo: se presenta como
éxito educativo (el aumento de la tasa de aprobación) algo que no va en función
precisamente del incremento de méritos académicos, sino derivado de la
disminución de las exigencias mismas de aprobación. No se quiere decir tampoco que
la reprobación masiva, basada, por ejemplo, en los lamentables resultados de
pruebas estandarizadas como PLANEA, sea la solución, pero el logro de una
trayectoria regular, por sí sola, dice poco en cuanto a éxito educativo.
Resulta necesario acrecentar los
esfuerzos por atacar de raíz, y no de manera superficial, la reprobación
escolar y las consecuencias que de ella se derivan, tales como el abandono
escolar y los alumnos con extraedad grave. Más allá de modificar procedimientos
administrativos para facilitar la aprobación, se debe poner énfasis, por
ejemplo, en proveer a las escuelas de personal especializado para atender
problemas sociales, psicológicos o cognitivos que pudieran tener como
consecuencia la reprobación; se deben redoblar esfuerzos para que los alumnos
en situación de pobreza o trabajo infantil permanezcan en las escuelas y
realmente tengan la oportunidad de aprender y no sólo de ocupar un pupitre; se
deben revisar minuciosamente los criterios de acreditación y promoción, de modo
que éstas vayan de la mano del logro educativo. En definitiva, se deben buscar
alternativas para no caer en la reprobación, pero privilegiando el
fortalecimiento académico de los estudiantes.
Loable hubiera sido la casi igualación
de las tasas de aprobación de educación primaria, para el ciclo escolar
2014-2015, de Chiapas y la Ciudad de México (98.6% y 99.3%, respectivamente) de
haberse derivado, por mencionar una situación, de la reversión de un hecho tan injusto
y lamentable como el que el 74.5% de las escuelas capitalinas cuenten con USAER
(Unidad de Servicios de Apoyo a la Educación Regular), por sólo el 27.1% de las
chiapanecas. Así pues, parece que las autoridades se fueron por la vía fácil
para la mejora de la tasa de aprobación: modificar disposiciones
administrativas, en vez de fortalecer los procesos educativos para que, de esta
manera, la aprobación sea una consecuencia natural y tenga realmente un valor
significativo.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Docente
colimense de Educación Primaria (Esc. Prim. Distribuidores Nissan No. 61 T.V.)
y de Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de
Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter:
@proferoger85
REFERENCIAS
DIARIO OFICIAL DE LA FEDERACIÓN. Acuerdo Número 696 por el que se establecen normas
generales para la evaluación, acreditación, promoción y certificación en la
educación básica. México: autor, 2013.
INEE. Informe de resultados PLANEA 2015. El aprendizaje de los alumnos de
sexto de primaria y tercero de secundaria en México. Lenguaje y Comunicación y
Matemáticas. México: autor, 2017.
INEE. La educación obligatoria en México. Informe 2018. México: autor,
2018.
INEE. Panorama Educativo de México 2016. Indicadores del Sistema Educativo
Nacional. Educación Básica y Media Superior. México: autor, 2017.
Muy buen análisis. Felicidades
ResponderEliminar