Rogelio
Javier Alonso Ruiz*
En días
pasados, quien se perfila para asumir el mando de la Secretaría de Educación
Pública cuando inicie el nuevo gobierno de la República, Esteban Moctezuma
Barragán, ha señalado que se planean cambios importantes en la evaluación
docente, desvinculándola de la permanencia en el servicio y eliminando prácticas
como el polémico examen de conocimientos. Entre las modificaciones que
considera, destaca una que sin duda pudiera ser arriesgada: basar la evaluación
docente en los resultados de aprendizaje de los alumnos. Lo anterior pudiera
parecer adecuado para la mayoría, pues la idea de que “un buen maestro es aquel
que hace aprender a sus alumnos” goza de aceptación entre la población, de modo
que si los estudiantes no aprenden, se puede deducir, de primera intención y
sin mayores pesquisas de por medio, que el trabajo del maestro sería deficiente.
Nada más alejado de la realidad e injusto para el profesor.
Evaluar al docente en función de los
resultados de aprendizaje de sus alumnos evidencia un desconocimiento de un
principio básico: la enseñanza y el aprendizaje son dos fenómenos que no se
encuentran vinculados necesariamente por una relación de causa-efecto (Gvirtz
y Palamidessi, 2006, p. 135). Si bien el propósito de enseñar consiste en
facilitar las condiciones para que se efectúen las tareas de aprendizaje, los
resultados de éstas últimas no pueden considerarse como un sinónimo de la
calidad de las acciones de quien instruye. Pudiera decirse entonces que una
enseñanza óptima a lo más que puede aspirar es a incrementar las probabilidades
de que los pupilos aprendan, mas nunca a garantizar esto. Desde luego, lo
anterior no implica una desvalorización de una buena enseñanza ni mucho menos
se intentan aminorar los efectos nocivos de malas prácticas pedagógicas, pero
es conveniente establecer el límite hasta el cual puede llegar la tarea de
enseñar. Es un error decir que una buena enseñanza deba garantizar el
aprendizaje.
La idea del próximo secretario de
educación para evaluar a los docentes corresponde a los modelos de valor
agregado (Martínez Rizo, 2016, p. 32), es decir, aquellos que determinan la
calidad de la enseñanza infiriéndola a partir de resultados de aprendizaje, comparando
éstos al inicio y al final de un curso y asumiendo que su diferencia es atribuible
al desempeño del profesor. A pesar de que la idea que sustenta este modelo
pueda aparentar ser justa para el
maestro, esconde un defecto importante: el modelo hace énfasis en el
“resultado” de la enseñanza, mas no en el proceso mismo. ¿Cómo considerar las altas y bajas de
alumnos en el grupo que atiende el maestro? ¿Por qué, por ejemplo, en sexto
grado de primaria se le tendrían que atribuir los resultados de un grupo a un
solo maestro cuando el desempeño de los alumnos es el reflejo de, por lo menos,
cinco docentes más?
Optar por un sistema de evaluación
docente basado en los alcances de aprendizaje de los estudiantes puede tener
algunos problemas. De acuerdo con Martínez (2016, p. 65), una primera
complicación es llevar a la práctica mediciones del aprendizaje que no sólo
contemplen aspectos que se presten a ser valorados con exámenes estandarizados.
Lo anterior, implicaría que todo aquellos resultados del aprendizaje que no
pueda ser plasmados en un examen escrito, serán desechados para la valoración
del profesor. El segundo problema, más
importante aún, es “la dificultad de atribuir a la enseñanza de un maestro en
particular los resultados del aprendizaje de ciertos alumnos, controlando bien
los demás factores que inciden en esos resultados” (Martínez Rizo, 2016, p.
65). De este modo, sobre todo en evaluaciones a gran escala, sería sumamente
complicado (si no es que imposible) separar los límites de influencia de los
numerosos factores que determinan el logro de aprendizajes en los alumnos, para
aislar únicamente lo referente a la acción del profesor.
Desde luego, aunque se ha dicho que la
enseñanza y el aprendizaje no necesariamente tienen una relación de
causa-efecto, el rendimiento de los alumnos pudiera tomarse “como criterio para
validar otros instrumentos basados en observaciones de la práctica docente, en
encuestas entre alumnos o maestros, o en la revisión de materiales con evidencias
de la práctica en el aula” (Martínez Rizo, 2016, p. 66).Es decir, los
rendimientos en evaluaciones de aprendizaje no pueden ser tomados como pruebas
contundentes para determinar la calidad de un docente, sino como uno de tantos
elementos que pudieran permitir una discusión sobre el asunto.
Vale la pena revisar la experiencia de
países iberoamericanos en cuanto a evaluación docente. Según lo expuesto por
Felipe Martínez (2016), no se observa, a excepción de Cuba, que se tome en
cuenta la valoración de los resultados del aprendizaje de los alumnos para
determinar la calidad de la función del docente. Así, por ejemplo, en Uruguay
se evalúa la aptitud del docente “con base en los informes de las visitas
anuales de inspección al aula, en el juicio del director de la escuela, el
cumplimiento de registro y documentación, los cursos de capacitación […] y en
observaciones de orden disciplinario” (p. 77). En Estados Unidos, la
institución encargada de valorar la calidad de los docentes, la National Comprehensive Center for Teacher
Quality, establece, entre diversos rasgos, que un buen profesor es aquel que
“ayuda [a sus alumnos] a alcanzar altos niveles de aprendizaje, según medidas
de valor agregado” y “contribuye a alcanzar resultados positivos académicos”
(Potemski, 2011, p. 3); como se observa, la función del docente no pasa de
ayudar o contribuir al logro de los resultados, mas no a concretarlos.
La práctica de una evaluación docente
basada en el resultado de los aprendizajes de los alumnos pudiera significar
además una medida que tienda a incrementar la de por sí alarmante inequidad de
nuestro sistema educativo: se pudiera promover entre los docentes un desprecio
por aquellas instituciones escolares en contextos adversos, pues los efectos de
los factores desfavorables que se reflejan en el rendimiento académico de los
alumnos, pudieran ir en detrimento de la valoración que se haga sobre la
calidad de la función del docente. Aun cuando se pudiera argumentar la
importancia de la vocación del profesor, sería lógico que éste buscara escuelas
que le permitieran obtener buenos resultados en aras de lograr una buena
valoración que redunde no sólo en la conservación de su trabajo, sino en la
obtención de incentivos laborales o económicos. En la extinta Carrera Magisterial,
el sistema de evaluación consideraba entre sus factores el resultado del grupo
atendido por el profesor en un examen estandarizado, lo que provocaba que los
maestros de escuelas en contextos desfavorecidos se encontraran en desventaja
con respecto al resto de los docentes.
Así pues,
parece que no es una buena idea evaluar a los docentes con base en los
resultados de los alumnos, máxime en un sistema educativo como el mexicano,
caracterizado por brindar oportunidades de aprendizaje radicalmente
diferenciadas entre los alumnos a los que atiende. Desde luego que los docentes
deben procurar buenos resultados de aprendizaje en sus alumnos, pero éstos no
deben asumirse como un indicador fiel de la calidad de las acciones que está
realizando. Una buena evaluación docente debe pasar por la observación directa,
la evaluación entre pares, las entrevistas con diversos actores de la comunidad
escolar, el análisis de productos, etc. Evaluar al docente en función de los
resultados de sus alumnos sin duda perpetuará la idea errónea de que el
principal responsable de la misión educativa es el profesor, aminorando la
influencia que para este fin tienen la familia, el gobierno y el entorno
cultural y social que rodea al alumno. Siguiendo la lógica del enfoque en los
resultados: ¿sería justo juzgar a un médico como incompetente si uno de sus
pacientes muere? Seguramente, la respuesta no cabe en un escueto “sí” o “no”,
pues habría que estudiar la situación considerando varias aristas: desde el
historial personal del paciente, pasando por las condiciones sociales,
culturales y económicas del entorno, hasta la calidad de instrumentos e
instalaciones con las que el doctor dispone. Así de difícil, también sería,
intentar evaluar a un maestro tomando como referencia el resultado de
aprendizaje de un alumno.
Si bien es
importante destacar aspectos positivos de la propuesta de evaluación docente
del próximo gobierno federal, tales como regionalizarla, desvincularla de la
permanencia en el servicio o privilegiar la actualización y capacitación antes
que la evaluación, también se deben advertir peligros tales como asociarla a
los resultados de aprendizaje de los estudiantes. Lo anterior, como ya se dijo,
es riesgoso en el sentido de que la evaluación pudiera no reflejar fielmente el
desempeño del maestro. Asimismo, pudiera ser una medida inequitativa en
relación a la diversidad de contextos en las que los profesores y los alumnos
se desenvuelven. Las próximas
autoridades deberán hacer un esfuerzo por reformular la evaluación docente de
modo que el trabajo de los profesores sea valorado de una manera pertinente,
justa, transparente y consensuada, lo que redundaría sin duda en la mejora
profesional del magisterio.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Docente
colimense de Educación Primaria (Esc. Prim. Distribuidores Nissan No. 61 T.V.)
y de Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de
Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
REFERENCIAS
GVIRTZ, Silvina y Mariano
PALAMIDESSI. El ABC de la tarea docente:
currículum y enseñanza. Buenos Aires: Aique, 2006.
MARTÍNEZ RIZO, Felipe. La evaluación de docentes de educación
básica. Una revisión de la experiencia internacional. México: INEE, 2016.
POTEMSKI, A. et al. Alternative
Measures of Teacher Performance. Washington:
National Comprehensive Center for Teacher Quiality, 2011.
Que pasará con los resultados de la evaluación de desempeño al término de lo dos años 2018-2019??
ResponderEliminarSegún pronunciamientos, la forma de evaluación, cambia. Ya no será de opción múltiple.
EliminarEsperar
EliminarExcelente análisis! Y si preocupante el que se llegue a tomar como unico indicador. Un docente por muy bueno que sea si la indiosincrasia se basa que a mayor reprobados muy mal maestro. Trae como consecuencia que se comporte la sociedad con la desfachates de no estudiar. Y el maestro regalar calificacion para que no tenga un mal record. Debe ser una evaluación integral tomando en cuenta diversos factores.
ResponderEliminarSería importante q retomen en su totalidad el tema en este análisis ya q esta incompleto, siento q hay malicia en cuanto a los cambios, esta imcompleto ya q si se hará evaluación misma q será regionalizada y no es precisamentepara quitar o poner, muy parecido a carrera magisterial
EliminarIDIOSINCRACIA
EliminarEs necesario q observe todos los puntos que retomarán no solo se evaluará con lo q aprendan sus alumnos, buen análisis pero incompleto ya que habla de q la evaluación se aplicará también regionalizada, ...
ResponderEliminarMagnífico análisis, Profesor Rogelio. Un instrumento de evaluación, por muy "bien" diseñado que esté, jamás podría revelar, de una vez y para siempre, el complejo proceso cognitivo en los estudiantes, como para sostener la propuesta del futuro secretario de educación? Porque para ello, tendríamos que, incluso, hacernos las siguientes preguntas: ¿cómo conocemos?, y ¿cómo conocemos lo que conocemos para poder (después) aprehender a enseñar lo que enseñamos?, ¿complejo, no? Toda forma de evaluación no es si no un mecanismo dialógico permanente...
ResponderEliminarUna reflexión muy interesante, desde mi experiencia puedo compartirle como evaluador certificado en estos procesos de desempeño considero que evaluar conocimientos tiene que ser una parte con el fin de garantizar el dominio no solo disciplinar, sino pedagógico y técnico en el proceso de enseñanza aprendizaje. Otra parte también sería el saber hacer, evaluar su práctica en el desarrollo curricular considerando los procesos de aprendizaje, así como las interconexiones establecidas y generadas en el aula en el que se privilegia la educación humanista, de manera más precisa evaluar el clima de aula considerando la educación socioemocional. Creo que tendría que ser una evaluación que integre varias esferas de la enseñanza y el aprendizaje, dónde queda la responsabilidad del que aprende?.
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