Rogelio
Javier Alonso Ruiz*
Las letras chiquitas cambian por
completo el sentido de una oferta comercial, de la prestación de un servicio,
de las características de un producto y de la naturaleza de un contrato
laboral. Su omisión puede generar falsas expectativas. Parece que en la
conferencia matutina del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador,
el pasado 12 de septiembre, en la que refirió haber propuesto el otorgamiento
de plazas automáticas a los egresados normalistas, sin evaluación de por medio,
faltó hacer mención de las letras chiquitas. Apenas una semana después, tras la
aprobación de las leyes educativas secundarias en la Cámara de Diputados el 19
de septiembre, es posible advertir que lo dicho por el presidente no estaba totalmente
apegado siquiera a los proyectos de decreto que se discutieron ese día: los exámenes
de ingreso al servicio continúan y no existe tal pase automático, simplemente
se trata de priorizar a los normalistas sobre los de otras instituciones de
educación superior al momento de seleccionar a quienes ocuparán las plazas
disponibles. Faltaron pues muchas precisiones en el mensaje presidencial.
El artículo 35 de la recién aprobada
Ley General del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros señala
que “una vez definida la demanda futura por región, se asignarán las plazas a
los egresados de las escuelas normales públicas, de la Universidad Pedagógica
Nacional y de los Centros de Actualización del Magisterio”, lo que da a
entender el otorgamiento automático para los originarios de estas
instituciones. Sin embargo, el artículo 40 de la misma ley clarifica sobre los
egresados de las entidades mencionadas: “tendrán prioridad para la admisión al
servicio público educativo”. ¿Cómo conciliar entonces las redacciones de los
artículos 35 y 40? ¿Asignación y prioridad simultáneamente? Una posible
explicación sería que se les otorgará plaza, siempre y cuando aprueben la
evaluación de ingreso (aunque no lo dice, es de suponerse, si no sería en vano
la existencia de ésta), teniendo preferencia sobre los egresados de otras instituciones
al momento de elegir las plazas docentes. Un supuesto muy lejano al discurso
del presidente López Obrador.
La contradicción entre los artículos
35 y 40 seguramente no es producto de una imprecisión involuntaria. A reserva
de una mayor claridad en los lineamientos respectivos para los procesos de
admisión, parece que con los artículos se intenta dar cabida a dos posturas
aparentemente irreconciliables: la preservación de los concursos abiertos para
el ingreso al servicio y la limitación de éstos exclusivamente a quienes tienen
formación pedagógica especializada. Se habría optado por una postura
salomónica: se sigue permitiendo que todos los interesados participen en busca
de una plaza docente, sin embargo, al momento de elegir plazas, los egresados
de instituciones formadoras de maestros tendrán preferencia sobre los otros.
Una jugada estratégica de los actores
políticos que moldearon los concursos abiertos y la participación de
profesionistas especializados para hacerlos compatibles.
Por otra parte, tanto en los discursos
como en las leyes mismas se ha dicho que la preferencia a egresados de
instituciones como las Escuelas Normales, la Universidad Pedagógica Nacional y
los Centros de Actualización del Magisterio es una medida para el
fortalecimiento de éstas. Si bien tal acción abona a la reivindicación de su
función social, al reconocer implícitamente que son la mejor opción de
formación de los profesionales que ocuparán las plazas docentes, en su funcionamiento
tal medida no representa mucho. El fortalecimiento de estas instituciones queda
en entredicho sobre todo a la luz de la posible asignación presupuestal del
siguiente año para las Escuelas Normales, situación que ha motivado la
inconformidad de los Delegados del Congreso Nacional para el Fortalecimiento y
Transformación de las Escuelas Normales Públicas, quienes advierten la
reducción a casi una cuarta parte del monto que se tenía asignado en 2016. Asimismo,
los grandes problemas del normalismo y las instituciones formadoras de docentes
han sido prácticamente olvidados en los debates públicos en la elaboración de
las leyes correspondientes.
Así pues, en el discurso del
presidente hizo falta hacer mención de las “letras chiquitas” referentes a la
asignación automática de plazas a normalistas. A la espera del surgimiento de
los lineamientos correspondientes, da la impresión que cuando se habló de
otorgamiento de plazas automáticas faltó aclarar que se trataba de una
prioridad al momento elegir la plaza, una vez realizada la evaluación para el
ingreso al servicio docente. Asimismo, al hablar sobre el reconocimiento de la
función de las normales y la promesa de fortalecimiento, faltó incluir con
letras chiquitas que se pretende lograr lo anterior con un presupuesto
considerablemente inferior al de años pasados. No hay pues, como tal, según las
leyes aprobadas, plazas automáticas a normalistas; parece que tampoco habrá,
como se ha prometido, el fortalecimiento de las escuelas formadoras de maestros.
Ojalá los lineamientos específicos permitan observar con lupa esas letras
chiquitas que, en la actualidad, incluso pudieran ser producto de la
suposición.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Docente
colimense de Educación Primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y de
Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de
Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter:
@proferoger85
Y qué pasa en el caso de las normales particulares?
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