Rogelio
Javier Alonso Ruiz*
La respuesta del gobierno federal al
cierre de escuelas por la pandemia actual fue el programa “Aprende en Casa”, en
el cual, mediante diversos apoyos como la televisión, la radio, los cuadernillos
o la intervención remota de los profesores, los alumnos continuarán con el
trabajo académico en casa. En sus apariciones públicas, el Secretario de
Educación, Esteban Moctezuma Barragán, irradia optimismo al hablar del programa:
señala que con la propuesta todos los alumnos tendrán acceso a los aprendizajes
y resalta la capacidad y vocación de los maestros como un elemento valioso para
sortear este momento. Si bien su apreciación es parcialmente correcta, implica
un análisis mucho más profundo de algunas otras variables: además de la
tecnología, es importante reflexionar sobre la escolaridad de los padres, las
prácticas pedagógicas y la situación emocional en los hogares, entre otros
asuntos.
En los niveles educativos
correspondientes a la Educación Básica, la implementación de la educación a
distancia implica ceder a los padres de familia buena parte de la
responsabilidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje. En ese sentido,
debe considerarse que, de acuerdo con el INEE (2017, p. 71), casi una cuarta
parte (21%) de las madres de familia de los alumnos de sexto grado de primaria
del país tienen escolaridad igual o inferior a la primaria; en otro tipo de
escuelas, como la indígena o la comunitaria, los niveles son mayores (54% y
56%, respectivamente), mientras que en las escuelas privadas son prácticamente
nulos (2%). Este aspecto sin duda debe
advertirse al considerar una estrategia de educación a distancia que pretenda
ser efectiva: los estudiantes no contarán con el mismo apoyo en casa, por
tanto, deberá cuidarse la complejidad del tipo de actividades que se propone.
Sobre el papel del hogar y los padres
de familia, la Comisión para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU) ha
señalado categóricamente que “los hogares no son escuelas, las madres y los
padres de familia no son docentes” (2020, p. 9). En consecuencia, la propuesta
es que las actividades a distancia quiten su énfasis de los conocimientos
teóricos y procedimentales formales del currículo, centrándose ahora en
cuestiones como la construcción de una convivencia pacífica y participativa, la
práctica de actividades lúdicas o el ejercicio de habilidades socioemocionales.
Debe aprovecharse que en contextos como el de las escuelas privadas, la mayoría
de los padres de familia (54%) tenga niveles de estudio de cuando menos
educación superior, lo que sin duda dará un soporte en casa muy valioso para
los estudiantes; sin embargo, la diferencia en la escolaridad de los padres de
familia implica un riesgo de inequidad en la práctica de la educación a
distancia.
Aunque haya esfuerzos por llevar las
actividades escolares a todos los hogares, incluso mediante cuadernillos
impresos, al revisar los planteamientos de educación a distancia de diferentes
universidades es posible observar que, de manera constante, uno de sus
componentes fundamentales es el uso de las tecnologías de la información y la
comunicación (Coronado, 2017): en las modalidades a distancia de la Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla se reconoce como fundamental “la disponibilidad
y acceso a contenidos educativos en ambientes virtuales” (p. 40), mientras que en
la Universidad Autónoma de Nuevo León, el modelo de educación media superior a
distancia “permitió el estudio a través
de distintos medios tecnológicos de información y comunicación” (p. 175). De
este modo, aunque algunos pudieran decir que el uso de tecnologías no es totalmente
indispensable para el trabajo escolar a distancia, su relevancia parece no
estar en discusión. No es conveniente, a estas alturas del debate educativo,
redundar en las condiciones de acceso a la tecnología de los hogares mexicanos.
Otro aspecto importante por analizar
en la educación a distancia es la parte pedagógica. Poco o nada se ha dicho en
el debate público en relación a la necesidad de modificar las formas de
enseñanza por parte de los profesores. Hace pocos días, en video conferencia a
la que fue convocada toda la comunidad educativa del país, fue presentada la
estrategia de educación a distancia en línea, en la que, entre otros aspectos,
se dio a conocer el programa formativo para los profesores mexicanos en temas
de uso de tecnologías digitales. Si bien es importante la capacitación en esos
aspectos tecnológicos, también lo debería ser en la parte pedagógica. Trabajar
a distancia va más allá de sustituir el pizarrón por la pantalla, es decir, en
el “simple traslado de las tradiciones áulicas al entorno digital” (Coronado,
2017, p. 27). Un cambio tan pronunciado en el entorno de enseñanza y aprendizaje
¿no implicaría tener que acercarse al currículo de manera diferente? ¿proponer
actividades distintas a las que se realizan regularmente en el aula física?
¿replantear el rol del alumno y del docente? Vale la pena reflexionar entonces
si es viable, para que se dé el aprendizaje en casa, trasladar las actividades
cotidianas del aula a la escuela, sin ningún tipo de adecuación.
Para hacer realidad el eslogan
“aprende en casa” es necesario también considerar la situación emocional que
prevalece en la mayoría de los hogares mexicanos. Es bien sabido que más de la
mitad de las familias mexicanas viven en la pobreza, con escasas posibilidades
de generar ahorros para subsistir. El encierro de esas familias cuyos jefes
tienen que salir día a día a ganarse el sustento, debe provocar un escenario de
angustia, miedo, desesperación y hasta hambre en muchos hogares del país. Para
ningún maestro es desconocido que el estrés y la mala nutrición son factores
nocivos para el aprendizaje. ¿Son entonces estos hogares mexicanos espacios
adecuados para cumplir con las tareas escolares? ¿Es el momento propicio para
intentar que en las casas de alumnos en esta situación se dé el aprendizaje?
No obstante las adversidades a las que
se hace alusión en el escrito existen factores que pueden hacer que esta
experiencia sea fructífera. Uno de ellos es el compromiso de los docentes. El
Secretario de Educación tiene razón al alegrarse por los maestros con los que
cuentan las escuelas mexicanas. Para ese mismo magisterio que da su mejor
esfuerzo incluso en las escuelas con condiciones más indignas, el reto actual
no es de ninguna manera intimidante. Es de resaltarse que, al momento de la
presentación de la estrategia en línea, numerosos docentes y escuelas ya desde
hace semanas tenían montada una estrategia de trabajo con los padres de
familia, adecuada a su contexto y, en muchos casos, con toques de creatividad, innovación
y sensibilidad realmente gratos. No esperaron a la autoridad, se adelantaron a
ella para enfrentar el desafío. Como en la escuela física, la voluntad de los
docentes suplirá, en la medida de lo posible, las deficiencias organizativas y
las carencias de los alumnos. No debe quedar duda entonces del esfuerzo que, de
manera general, harán los profesores del país.
Existen muchos factores que hacen
pensar que la decisión de continuar con el ciclo escolar o no otorgar la
aprobación general de los estudiantes es una obstinación de las autoridades
educativas. Países en mejores condiciones educativas ya han aprobado a sus
alumnos o bien determinado que no se volverá a clases presenciales por el resto
del ciclo escolar. Es de cuestionarse la idea de que el aprendizaje escolar
formal pueda suscitarse en los hogares mexicanos, considerando situaciones como
la disponibilidad tecnológica, la escolaridad de los padres, las prácticas
pedagógicas o la situación emocional de las familias. Si bien la educación a
distancia se practica en los niveles superiores (cuando ya la “selección
natural” de nuestro inequitativo sistema educativo va avanzada), será
importante, a partir de esta experiencia, reflexionar si es viable en una
población tan grande como la de la matrícula total de nuestro sistema educativo.
Así pues, pareciera incompleto el título del programa “Aprende en casa”; dadas
las desiguales condiciones de los hogares mexicanos, sería más preciso si se
titulara “Aprende en casa… ¿de quién?”.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor
colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.)
y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del
Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en
Pedagogía.
Twitter:
@proferoger85
Facebook: El Profe Rogelio
REFERENCIAS
CORONADO, GERARDO (Coord.) (2017).
La educación a distancia en México: una
década de sostenido esfuerzo institucional. Experiencias y perspectivas.
INEE (2017). La Educación Obligatoria en México. Informe 2017. México: autor.
MEJOREDU (2020). 10 sugerencias para la educación durante la emergencia por COVID-19. México:
autor.
Buen artículo... profundo ante la reflexiones políticas y sociedad ( en espera de ...) Pero el tiempo y el desafío ante esta contingencia en pro de la salud... debe despertar conciencias para quienes educamos, para todos como sociedad; porque el desafío aprende en casa, es aún es aún mayor va más allá, procesos de cambios pero el panorama se pinta complicado y para no caer en la emoción amarga me digo: todo pasa, todo fluye habrá tiempos mejores. Hoy se observa con mayor detenimiento, las grandes desigualdades ... ¿y qué hacer?
ResponderEliminar