Rogelio
Javier Alonso Ruiz*
El 21 de abril de 2020, Esteban
Moctezuma hizo la presentación de las herramientas digitales que los docentes
en México podrán usar durante el trabajo a distancia debido a la contingencia
sanitaria. Aunque la oferta fue muy buena, como lo denotaba el optimismo del
Secretario, para ese entonces, había pasado casi un mes de haberse indicado el
cierre de escuelas, no obstante que desde cuando menos un par de meses antes estaba
latente la posibilidad de cancelar las clases. Los maestros no esperaron a las
autoridades y ya llevaban mucho camino recorrido: desde los que se atrevieron a
aprender por su cuenta la implementación de video conferencias o la grabación
de clases, hasta los que idearon formas creativas para diseñar y hacer llegar
los materiales impresos a sus estudiantes. No faltó tampoco un reclamo de buena
parte del magisterio en torno a la utilidad de los recursos presentados, dadas
las condiciones de su entorno escolar. La oferta, aunque pertinente para
algunos contextos, fue tardía. La autoridad llegó tarde a la cita, los maestros
ya tenían tiempo ahí, resolviendo el problema, como en muchas ocasiones sucede,
por sus propios medios.
Con ejemplos como el anterior, en
términos generales se percibe un alejamiento de las autoridades educativas
(mandos medios y superiores gubernamentales) y escolares (directivos, asesores
técnico pedagógicos y supervisores) con respecto a la realidad del entorno
educativo que les toca dirigir. Aunque en este escrito se refiere a tales
figuras de manera generalizada, no se debe dejar de resaltar que existen
quienes ejercen su labor con la mayor eficacia y pertinencia, teniendo claro
que el valor de su función radica principalmente en que “contribuyen [o
deberían contribuir] a la solución de los problemas y las dificultades con las
que tropieza la enseñanza y favorecen a la superación continua de maestros y
alumnos” (INEE, 2018, p. 36), teniendo presente que su liderazgo pedagógico es
fundamental en el logro de los aprendizajes de los estudiantes.
Aunque pudiera parecer un detalle
mínimo y que podría solucionarse simplemente presionando el botón de apagado,
esta semana la programación televisiva de la estrategia “Aprende en casa”
incluyó trabajo académico en pleno Día del Niño. ¿A quién se le ocurre esto? ¿Qué
refleja tal acción? Solamente a alguien que, desde su escritorio y sin alguna
vez haber pisado un plantel educativo, se olvidó de la máxima conmemoración en
las escuelas mexicanas. El Día del Niño es una jornada de fiesta en las
instituciones de educación inicial, preescolar y primarias del país, no hay
trabajo académico y lo único que importa es reconocer a los niños y hacerles
pasar un festejo inolvidable. Ese día hasta los niños que nunca asisten
mágicamente reaparecen en la escuela. Desde arriba, no se alcanzó a ver eso. Mientras
miles de maestros se esforzaron por hacer llegar a sus alumnos imágenes, videos
y cientos de ocurrencias para felicitarlos en su día, la atención de la autoridad
educativa se enfocó en aspectos para ella más importante.
No es de ningún modo desconocido que “prevalece
en el sistema educativo un modelo de administración excesivamente burocrático”
(INEE, 2018, p. 30). La responsabilidad de este problema recae sobre todo en
las autoridades escolares y educativas, quienes hacen fluir en cascada la carga
burocrática, hasta caer en los docentes. Pareciera que la pandemia y el cierre
de escuelas ha provocado una ebullición de oficios, documentos y formularios
que llenar por parte de las autoridades y haber borrado los límites de los horarios
laborales. Además de las tareas estrictamente necesarias y habituales como las de
acreditación de los alumnos, han florecido nuevas como las relacionadas con el
registro de comunicación con los padres de familia y una infinidad de tablas y
formatos de temas muy variados, las cuales se solicitan, por si fuera poco, de
manera descoordinada entre las autoridades. Ese afán de asentar todo en papeles que en
muchas ocasiones no cobran vida y así hacerse visible en el escenario educativo,
más que contribuir a la organización del trabajo, distrae a todos los actores
educativos de su tarea esencial, es decir, contribuir al aprendizaje de los
alumnos.
Así pues, el cierre de escuelas ha
puesto de manifiesto que, en muchos casos, los docentes y las autoridades viven
dos mundos educativos diferentes. Con la necesidad de practicar la educación a
distancia, fue grato observar numerosas experiencias de propuestas innovadoras
por parte de docentes para dar continuidad al trabajo escolar; sería
interesante conocer en cuántos de esos casos tuvo influencia la figura de las
autoridades escolares y educativas. Privilegiar el cumplimiento de tareas
administrativas desde las funciones de las autoridades educativas y escolares
es una muestra de lo mal enfocada que está su tarea. Al igual que otras fallas
de la escuela mexicana que han sido exhibidas por la contingencia sanitaria, la
pandemia ha puesto en evidencia la descoordinación, la burocratización y, lo
más lamentable, el alejamiento de la realidad escolar, que manifiestan muchos
de los que ocupan los cargos de autoridad en el sistema educativo.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor
colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.)
y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del
Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en
Pedagogía.
Twitter:
@proferoger85
Facebook: El Profe Rogelio
REFERENCIAS
INEE (2018). Educación
para la democracia y el desarrollo de México. México: autor.
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