Rogelio
Javier Alonso Ruiz*
La pandemia causada por el coronavirus ha tomado por sorpresa al
mundo y sus sistemas educativos. La emergencia sanitaria ha dejado al
descubierto problemas sociales cuya presencia se ha hecho más notoria a raíz de
la crisis. Han sido exhibidos problemas que, aunque ya estaban presentes, el
coronavirus los ha hecho más visibles o, incluso, los ha intensificado.
Repentinamente, los estratos de pobreza que se escondían debajo de la alfombra
de los países prósperos quedaron al descubierto. En la vida escolar, la
pandemia hizo que relucieran fortalezas y debilidades de las escuelas. En el
caso de la mexicana, algunas sombras como las políticas tendientes a la
exclusión, las prácticas pedagógicas o la excesiva carga burocrática en la
administración educativa, mientras que destaca la fuerza del magisterio o la presencia del libro de texto gratuito.
La pandemia ha hecho resurgir con mayor fuerza una de las críticas
más comunes de las políticas educativas: su tendencia hacia la exclusión y a
promover las desigualdades. Muchas voces han expresado sobre la educación a
distancia que es una medida que, lejos de tener resultados académicos
convenientes, podría acentuar las distancias ya de por sí considerable entre los estudiantes.
Mientras algunos alumnos pudieron acceder a entornos virtuales donde podían
interactuar con sus profesores, plantearles dudas, recibir retroalimentación
sobre las actividades o consultar en diversas fuentes de información en
internet, otros se tuvieron que conformar con la televisión, a la que no podían
preguntar nada y la que ofrecía incluso programas con errores pedagógicos importantes. Al igual que en la educación presencial, en la remota se hizo
palpable la desafortunada naturaleza discriminatoria del sistema educativo.
Aunque no es para nada una verdad oculta, la pandemia ha puesto de
manifiesto las condiciones indignas de muchos planteles educativos mexicanos.
Resulta por demás lamentable que, de acuerdo con palabras del Secretario de
Educación, Esteban Moctezuma, en casi una de cada tres escuelas los alumnos,
por falta de agua potable, no puedan ejercer una medida higiénica tan básica
como el lavado de manos. Si no se cuenta con agua potable, es evidente que
mucho menos las escuelas cuentan con insumos suficientes para el cuidado de la
salud, ni qué decir sobre personal especializado. La necesidad de mantener la
distancia entre las personas para evitar el contagio del coronavirus ha puesto
de manifiesto también las condiciones de hacinamiento de muchos grupos
escolares: si bien el Secretario de Educación ha minimizado la situación
señalando que el promedio de integrantes ronda los 20 alumnos, olvida que se
trata precisamente de una media: habrá lugares donde existan muchos menos, pero
también habrá donde haya muchos más. No es fortuito que casi uno de cada tres
docentes de educación primaria opine que su salón de clases es pequeño para el
número de estudiantes que alberga (INEE, 2016).
El cierre de planteles y el consecuente trabajo a distancia desde
los hogares mexicanos ha desatado una oleada de opiniones en torno a las
prácticas escolares, en particular, en una de las más tradicionales: las tareas
domiciliarias. El primer motivo de crítica tiene que ver con la cantidad: se ha
generalizado una opinión negativa en torno al exceso de tareas, que en
ocasiones resultan abrumadoras para los estudiantes; aunque de acuerdo con la
OCDE (2014), México apenas se sitúa por encima del promedio de la organización
en cuanto a tiempo de los estudiantes destinado a hacer tareas, con 5.2 horas
semanales, vale la pena voltear a ver a otros países con buenos resultados
educativos, como Finlandia (2.8), Corea (2.9) o Suecia (3.6), cuyo empleo de
los deberes escolares en casa es moderado. Durante la pandemia, ha dado la
impresión que, en México, en muchos casos se trató, erróneamente, de transferir
a las tareas domiciliarias todo lo que se pretende lograr en las aulas.
Otra crítica sobre este mismo asunto es que pareciera haber pasado
inadvertido que en un país con tan profundas desigualdades socioeconómicas la
experiencia de realizar tareas escolares es diametralmente opuesta entre
quienes tienen acceso a medios materiales (bibliográficos y tecnológicos), así
como un soporte cultural adecuado (escolaridad de los padres), que quienes
apenas las realizan sin mayor apoyo que el lápiz y el papel sobre el que
escriben. No se ha dimensionado el riesgo de estar reforzando, mediante esta
arraigada práctica, las desigualdades entre quienes asisten a las escuelas. El
programa “Aprende en Casa” está lejos de hacer valer su nombre, sobre todo en
las comunidades más desfavorecidas del país.
El trabajo a distancia ha dejado también en evidencia una falla en
el enfoque de las funciones de las autoridades educativas. Según el boletín 124
de la Secretaría de Educación Pública sólo “el 52 por ciento [de docentes
encuestados], aseguró haber recibido asesoría, apoyo o acompañamiento de las
autoridades educativas para la implementación del programa Aprende en Casa”,
situación que manifiesta que, entre las tareas de quienes dirigen las escuelas,
las zonas escolares y las dependencias gubernamentales, los asuntos pedagógicos
son eclipsados por otros de diversa naturaleza, sobre todo administrativa. No
es desconocido de ninguna manera que en México “prevalece en el sistema
educativo un modelo de administración excesivamente burocrático” (INEE, 2018,
p. 30), lo que ha conllevado que las autoridades enfoquen su función privilegiando
los trámites y el papeleo. No fue casual entonces que el trabajo a distancia
fuera motivo para la elaboración de reportes, informes, encuestas, tablas, registros fotográficos y
muchos otros tipos de documentos que lejos de contribuir al aprendizaje,
distraen a las figuras educativas de su misión principal.
Si bien los maestros han sido los responsables de que la acción
educativa continúe y siga llegando a los hogares, la pandemia también ha
llevado a reflexionar sobre la necesidad de actualización y capacitación. Esto
va más allá de poder manejar un dispositivo electrónico, de dar una
videoconferencia o de administrar evidencias de trabajo mediante una plataforma. La enseñanza remota ha
puesto de manifiesto que, en algunos casos, hace falta comprender a cabalidad
los programas de estudio para así orientar de mejor manera las actividades de
aprendizaje. Hace falta, incluso, entender los fundamentos del aprendizaje
para así no caer en la falsa ilusión de que los alumnos pueden ser simples depositarios
de los conocimientos que el docente vierte. Falta también, aunque no es un
asunto atribuible a los docentes, simplificar los programas de estudio: se
requiere una organización mucho más sencilla, privilegiando los aprendizajes
esenciales, evitando así darle la razón al famoso dicho “el que mucho abarca, poco
aprieta”.
La pandemia también ha hecho brillar muchos aspectos de la vida
escolar. El cierre de escuelas hizo que se revalorara una de las fortalezas de
nuestro sistema educativo: el libro de texto gratuito. Seguramente, éste constituyó para muchas familias el único material bibliográfico para seguir con las prácticas educativas. En un
sistema que tiende hacia la exclusión y la desigualdad, los libros de texto
gratuito son un auténtico tesoro que se debe preservar como una base mínima
para brindar oportunidades educativas dignas para todos los estudiantes. Aún
con los errores del programa Aprende en Casa, ha sido un acierto tomar a este
recurso bibliográfico como eje de las actividades de aprendizaje.
Finalmente, el cierre de escuelas ha hecho relucir quizá la mayor
fortaleza de nuestro sistema educativo: los maestros mexicanos. Sin afán de santificar al magisterio o generalizar las virtudes, es necesario mencionar que han sido ellos
quienes, aún con las fallas organizativas, pedagógicas, administrativas y hasta
políticas, han tomado el toro por los
cuernos, al igual que en muchos momentos anteriores. No esperaron a que se presentara la estrategia oficial de enseñanza a
distancia por parte del gobierno federal, pues ellos ya llevaban semanas
trabajando con sus alumnos, anteponiendo la vocación y la voluntad ante
posibles carencias técnicas. Abundan ejemplos de iniciativas
brillantes particulares de muchos profesores que combinan el uso novedoso y eficiente de tecnología con el toque humano indispensable de esta profesión. A los maestros no les asustó
trabajar bajo condiciones adversas (¿qué le puede espantar a profesores que se desempeñan en escuelas sin
sanitarios?) o desconocidas. Como bien lo dijo el Secretario de Educación en una
de las conferencias presidenciales, quedó de manifiesto que los maestros “son
insustituibles”. Será momento de convertir en realidad la muy prometida revalorización del magisterio que, hasta el momento, tiene más presencia en los discursos que en las escuelas.
Por lo visto, la crisis sanitaria y las consecuentes modificaciones
a la dinámica educativa han sacado a relucir (y en algunos casos intensificar) los aspectos positivos y negativos de la vida escolar. Es
indudable que el cierre de escuelas es un momento propicio para replantearse la
práctica educativa: desde las esferas políticas hasta el día a día en las
aulas. La pandemia vino a recordarnos, como si en algún momento fuera posible
olvidar, la importancia de contar con escuelas dignas en toda la extensión de
las palabras: abarcando tanto los aspectos materiales como los procesos que en
ella se efectúan y las personas que en ella conviven cotidianamente. Así pues,
después de este periodo de educación a distancia, no sólo deberá ser prioridad
evaluar, diagnosticar y/o ajustar sobre los aprendizajes de los alumnos, sino,
más importante aún, evaluar qué es lo que aprendió la misma escuela sobre esta
experiencia extraordinaria: ¿pasará la prueba?
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor
colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.)
y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del
Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en
Pedagogía.
Twitter:
@proferoger85
Facebook: El Profe Rogelio
REFERENCIAS
INEE (2018). Educación
para la democracia y el desarrollo de México. México: autor.
INEE (2016). Infraestructura, mobiliario y materiales de apoyo educativo en las
escuelas primarias. ECEA 2014. México: autor.
OCDE (2014). Pisa in focus. Disponible en: http://www.oecd-ilibrary.org/education/pisa-in-focus_22260919
SEP (2020). Boletín 124. Aprueban maestras y maestros los medios para desarrollar
el programa Aprende en Casa. Disponible en: https://www.gob.mx/sep/articulos/boletin-124-aprueban-maestras-y-maestros-los-medios-para-desarrollar-el-programa-aprende-en-casa?idiom=es
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