Rogelio Javier Alonso Ruiz*
En la conferencia matutina del 21 de diciembre de 2020, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, anunció el nombre de quien ocupará próximamente, en sustitución de Esteban Moctezuma Barragán, la titularidad de la Secretaría de Educación Pública (SEP): Delfina Gómez Álvarez. Maestra de profesión, ha tenido una vertiginosa carrera política que en los últimos ocho años la ha llevado a ser alcaldesa, diputada federal, senadora, candidata a gobernadora y ahora a hacerse cargo de una secretaría en el gobierno de la República. López Obrador destacó el hecho de que la nueva secretaria sea una profesora de primaria, señalando esto como probablemente un hecho único en la historia de la SEP (lo cual, por cierto, es impreciso, pues Plutarco Elías Calles, expresidente que ocupó el cargo, también fue docente).
Las raíces de Gómez Álvarez son quizá
el punto más notable a su llegada a la SEP. Ser hija de un albañil y haber trabajado
como niñera para pagar sus estudios de maestra parecería un motivo suficiente
para entender la importancia de la movilidad social que debe promover la
escuela mexicana y las dificultades a las que se enfrentan los sectores más
desfavorecidos para hacer valer su derecho a la educación. Haber sido docente y
directora de primaria durante más de tres décadas no sólo le ayudaría a tener
presentes las necesidades reales de las escuelas, los maestros y los alumnos,
sino que debería suponer una razón para comprender que los grandes cambios en
la política educativa, si no se reflejan cotidianamente en las aulas, son
estériles. Ser egresada de una institución como la Universidad Pedagógica
Nacional, debería significar un motivo para ver con preocupación las afrentas
recientes a la formación inicial docente. Ojalá ese origen, más que cualquier otra
influencia, fundamente su actuar en el cargo tan importante que está por tomar
y no sea, en cambio, un mero envoltorio que oculte la continuidad de la
política educativa que tanto se criticó en el pasado.
Si bien la mexiquense posee un bagaje
político importante, su origen es bastante singular para un puesto que ha tenido
recientemente a titulares provenientes de estratos políticos todavía más altos,
como el caso de un gobernador (Chuayffet), un rector (Tamez) o un embajador (Granados),
así como en el ámbito académico a egresados de instituciones extranjeras de
prestigio, tales como Oxford (Nuño), Cambridge (Moctezuma) o Yale (Lujambio).
Sus orígenes familiares, académicos y laborales rompen con los que se
acostumbra observar en los máximos jerarcas de la SEP. A un año del centenario
de la Secretaría, tampoco pasa desapercibido que sea apenas la segunda mujer en
dirigirla. ¿Tiene razón el presidente de la República al entusiasmarse con que
finalmente sea una maestra de primaria la encargada de la SEP? ¿Habrá
posibilidad de que plasme una política educativa congruente con los orígenes
que representa? ¿Dispondrá (o estará dispuesta a asumir) de la suficiente libertad para
obrar anteponiendo su perspectiva como maestra?
A su arribo a la SEP, Delfina Gómez
encontrará abundantes retos que resolver. El más apremiante, a corto plazo,
será sin duda la crisis generada por la pandemia. Más allá del discurso
optimista de su antecesor, deberá enfocarse en el impacto que la emergencia
sanitaria ha tenido en el ámbito educativo. Cuando las escuelas abran sus
puertas, seguramente se constatará la agudización de problemas referentes al
acceso, la permanencia y la trayectoria escolar, de por sí graves antes del
confinamiento. Las secuelas en el aprovechamiento escolar de la gran cantidad
de alumnos que no se han incorporado a las actividades a distancia serán un
asunto fundamental a atender no sólo durante el reingreso sino en los próximos
años. Reabrir las escuelas en condiciones seguras será también un reto
importante. A estos desafíos se suman
otros como la dignificación de las instalaciones escolares, la implementación
de los esquemas de selección y promoción docente, la atención a los múltiples
problemas salariales en varias entidades del país, el fortalecimiento de la formación inicial y
continua del profesorado, la gobernanza del sistema educativo y un largo
etcétera.
Así pues, el nombramiento de la nueva
secretaria de Educación representa una bifurcación en el camino: privilegiar lo
que para muchos ha sido en buena parte continuidad de la política educativa de
periodos anteriores, o dar un giro hacia los rumbos que los orígenes de la
profesora mexiquense representan. Sin duda se corre el riesgo de utilizar la
figura de una maestra en el máximo cargo educativo para seguir perpetuando ese
discurso favorable a los docentes que en los hechos poco impacto tuvo. El reto
será precisamente llevar a la práctica esa revalorización del magisterio que su
antecesor no dudaba en alardear cada que emitía un mensaje público. El desafío
será también hacer realidad esa Nueva Escuela Mexicana que con tan poca
claridad se ha presentado en lo que va del sexenio y que, al menos de acuerdo a sus promotores, suponía una reconceptualización del quehacer educativo. Como miembro de un grupo político que ha
referido tener una estatura política igual a la de los protagonistas de las
grandes transformaciones históricas del país, la obra educativa deberá ser revolucionaria.
Del tamaño de las expectativas, autoimpuestas, deberá ser la exigencia.
*Rogelio
Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc.
Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto
Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación
Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter: @proferoger85
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