Rogelio
Javier Alonso Ruiz*
“La resistencia de algunos maestros [para regresar a clases presenciales] suena más a una actitud caprichuda que a una postura seria y solidaria”. La aseveración anterior forma parte del artículo Los maestros no quieren el regreso a clases (https://www.diarioavanzada.com.mx/?p=23962), firmado por Federico López Ramírez, en el que, entre otras cosas, intenta ridiculizar al magisterio al compararlo con aquel niño llorón de la canción La merienda, de Cri-Cri, que se quejaba una y otra vez, inventando miles de pretextos para no beber su leche. Así, sugiere el autor, los docentes lloriquean para no regresar a las aulas.
Dice López Ramírez, en uno de los
párrafos finales, apreciar “un egoísmo fuera de lugar” por parte del
profesorado, situación que lo llevaría a perder el respeto de algunos sectores de
la sociedad. Sin afán de beatificar a todos los docentes y soslayar casos donde
hubo omisiones de responsabilidades, sugerir egoísmo parece inadecuado. Quizá
sea desconocido para algunos que los maestros, con sus propios medios
materiales, echaron a andar la estrategia educativa a distancia. No recibieron
los docentes un solo centavo para la adquisición de equipos de cómputo o el
pago de sus servicios telefónicos o de internet, ni para la impresión de
cuadernillos de actividades para sus alumnos. Si la estrategia educativa a
distancia se sostuvo tanto tiempo fue gracias, en buena parte, a la voluntad de
muchos profesores que dieron incluso más de lo que les correspondía. Tacharlos
de egoístas, ahora en el regreso a clases, parece infundado.
El autor del artículo señala que la
mesa está servida para el regreso a clases presenciales, entre otros factores,
con la publicación de la estrategia por parte de la autoridad educativa. Se
limita López Ramírez a transcribir la información de los protocolos oficiales,
pero no ofrece un análisis profundo sobre cómo implementarlos ni una revisión de las condiciones físicas, organizativas, laborales y pedagógicas
de los planteles. ¿Bastan las nueve intervenciones referidas para garantizar un regreso a
clases seguro? ¿Es así de “simple y precisa”, como la califica, la reapertura
de planteles? ¿Cómo explica el autor que, en nuestra entidad, a la prueba
piloto de reapertura escolar, con medidas similares a las planteadas, sólo se
hayan podido incorporar planteles privados? ¿Fue berrinche también?
No duda además quien escribe esas
líneas en pintar a los docentes casi como unos privilegiados: su sueldo se
mantuvo intacto y, por si fuera poco, ya fueron vacunados. Es innegable que pocos
sectores, en esta época de tantos lamentos, pudieron laborar desde condiciones
sanitarias seguras y además preservando completas sus percepciones. Sin duda
los docentes están conscientes de lo afortunado que han sido en ese sentido. ¿Pero
qué tiene que ver este argumento con la supuesta “falta de solidaridad” que se
menciona en el texto? ¿Deberían entonces los maestros dar el “sí”
incondicionalmente para así demostrar su empatía? ¿No tienen derecho a
cuestionar la manera en que se intentan reabrir las escuelas, por el simple
hecho de recibir su sueldo íntegramente?
Catalogar el supuesto “no” como un berrinche infantil es, en todo caso, descalificar una postura por no coincidir con la propia. Es negarse a escuchar razones. ¿Qué matices hay en ese “no”? ¿No cabría la posibilidad de que exista un “sí” que las posibilidades, y no las voluntades, llevaron a convertir en un “no”? Indudablemente la mayoría de la comunidad educativa, si no es que toda, coincide en los beneficios de la educación presencial. El aula es el escenario ideal para el aprendizaje, eso no está a discusión. Desde luego que hay experiencias exitosas de reapertura escolar en muchas partes del mundo, pero habría que ofrecer un análisis profundo de las mismas para establecerlas como un referente en el caso mexicano. Hay que decir pues que buena parte del magisterio desea ya regresar a clases, sin embargo, no se deja de advertir que es un paso que debe darse con la mayor responsabilidad posible (omite el texto que los planteles están construyendo sus propios protocolos para la reapertura) y con garantías de condiciones para todos quienes asisten a las escuelas.
Reducir el asunto de la reapertura de
las escuelas a la figura del docente y poner sólo sobre sus hombros esa responsabilidad es un error que refleja una omisión
importante de todos los componentes de la realidad educativa. Se acusa falta de
seriedad por parte del magisterio, pero simultáneamente se ofrece un texto con
una mirada limitada, basado en la ridiculización a los profesores y con
argumentos poco detallados: ¿dónde quedó la seriedad en la discusión? Las escuelas colimenses seguramente abrirán sus puertas al iniciar el próximo ciclo escolar y, mientras tanto, es importante la promoción de debates que redunden en una experiencia exitosa, a través de un intercambio de ideas respetuoso y, sobre todo, informado.
*Rogelio
Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc.
Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto
Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación
Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter:
@proferoger85
Comentarios
Publicar un comentario