Rogelio Javier Alonso Ruiz*
En 1972, el Apollo 17 tomó la primera fotografía completa de la cara iluminada de la Tierra. Se dice que, antes de dar a conocer la imagen, conocida como “la canica azul”, tuvo que ser editada, girándola 180 grados, para que coincidiera con la perspectiva tradicional de los mapas de la época. Tal hecho nos recuerda que se mira el mundo en el sentido que alguien decidió alguna vez. Lo que se conoce como norte también podría ser sur: la Patagonia podría estar “arriba” y Groenlandia “abajo”. Algo similar parece suceder con la tan aceptada aseveración “a mayores estudios, mayores ingresos”. ¿Y si, de manera general, fuera más acertado decirla al revés? ¿Qué afirmación es más generalizable: que el nivel económico determina la escolaridad o que esta última incide en los ingresos de las personas? ¿Dónde está el norte: en la cuna o en la escuela?
La influencia del grado escolar sobre
los ingresos de las personas es fácilmente demostrable mediante cifras. El
extinto Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) no deja lugar
a dudas: entre las personas de 25 a 64 años, quienes poseen nivel educativo
superior se imponen siempre a quienes tienen sólo estudios básicos, en
indicadores como tasa de ocupación (80.3% a 67.9%), contratación estable (74.6%
a 43.4%) y salario relativo por hora (más del doble a favor de los primeros)
(2019, pp. 487). Sobre quienes ni siquiera tienen estudios básicos, la victoria
de los que universitarios es todavía más aplastante. Viendo estos datos de
manera aislada no quedaría duda: los estudios determinan los ingresos. La
fórmula es aparentemente simple: hay que ir a la escuela para ganar más.
Pareciera pues que la llave para
ingresar a mayores niveles de bienestar económico está en la educación
superior, pero ¿dónde está la llave para acceder a ésta? En México, es una
minoría la constituida por jóvenes de 18 a 24 años, edad típica para cursar el
nivel superior, que asisten a la escuela: sólo el 32.2% (INEE, 2019, p. 107).
Más alarma aún la diferencia de la matriculación según los niveles de ingreso: 18.8%
de quienes se sitúan en el quintil I, el más bajo, y 48.4% de quienes están en
el quintil V, el mayor. La idea de que a través de una mayor escolaridad se mejoran
los ingresos requiere entonces de una aclaración importante: generalmente
quienes acceden a mayores niveles escolares provienen de entornos de por sí aceptables
o favorables. Se relativiza entonces la afirmación según la cual los estudios
son causantes de buenos ingresos. Incluso, se puede cambiar de sentido: en
términos generales, es el nivel económico el que lleva al grado escolar.
Recientemente, circuló en medios de
comunicación la imagen de un joven orgulloso entregando su título universitario
a su madre, mujer dedicada a la venta de ropa en un tianguis. Sin pretender
minimizar el evidente mérito del hoy licenciado, vale la pena preguntarse: ¿sólo
se popularizó la fotografía por ser una conmovedora muestra de la gratitud de
un hijo a su madre? Tal vez no. ¿Cuántas madres de ese mismo tianguis podrán
presumir una imagen similar? Probablemente pocas o ninguna y quizá por la
rareza del fenómeno es que se convirtió en noticia. ¿Será que la fotografía fue
aprovechada por quienes fomentan la perversa cultura del “echeleganismo”, que
reduce el éxito o fracaso exclusivamente al esfuerzo individual, eximiendo de
cualquier cargo a los responsables del bienestar colectivo?
La discusión sobre la relación entre educación
e ingresos debería situarse pues en temas mucho más complejos que incluso
sobrepasan al simple grado académico o la asistencia escolar: la distribución
de la riqueza, la igualdad de oportunidades y la efectividad de los mecanismos
de movilidad social, entre otros. El debate debería hacer reflexionar no sólo
sobre las condiciones del entorno para acceder a la escuela, sino para hacer
florecer sus efectos. ¿Dónde está entonces el norte en ese mapa que establece
la relación entre estudios e ingresos? ¿Los primeros determinan los segundos o
viceversa? Parece que, en ambos sentidos, las matices son importantes para no
caer en afirmaciones simplistas.
*Rogelio
Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc.
Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto
Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación
Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter:
@proferoger85
REFERENCIAS
INEE. (2019). Panorama
educativo de México 2018. Indicadores del Sistema Educativo Nacional. Educación
Básica y Media Superior. México:
autor.
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