Rogelio Javier Alonso Ruiz*
“Aumentan
deserciones en las primarias públicas”, fue el encabezado de la nota que, en
primera plana, publicó un importante diario de circulación nacional el pasado 3
de enero de 2025. Se advierte en el texto, entre otras cosas, que en el ciclo
escolar 2023-2024 se presentó la peor caída de matrícula en los últimos siete años.
El asunto mereció la atención de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum
Pardo, quien se comprometió a presentar datos para aclarar la situación,
advirtiendo de primera mano la disminución de la población infantil en el rango
de edad correspondiente al nivel educativo mencionado.
De acuerdo
a datos oficiales, la tasa neta de escolarización (número de alumnos por cada
cien de la población total del grupo de edad de 6 a 11 años) ha disminuido:
pasó de 98.6% en el ciclo escolar 2017-2018 a 95.5% en 2023-2024. No obstante
que ha decrecido el abandono escolar (de 0.7% en 2017-2018 a 0.1% en
2022-2023), menos alumnos son atendidos por las escuelas, proporcionalmente
hablando, en función de la población total del grupo de edad referido. Es de
suponerse que los alumnos que ya no son captados son los que potencialmente
tendrían más posibilidades de abandonar la escuela en caso de haber accedido a
ella. Sin que sea una aclaración alentadora respecto al encabezado de la nota, es
pertinente establecerla: la escuela capta menos alumnos que antes, pero también
se desprende en menor medida de ellos.
No se puede
hablar entonces de una mayor “deserción” (término, por cierto, despectivo para
quienes ven interrumpido su trayecto educativo), sino de una menor
“escolarización”. Dicho de una manera o de otra, el resultado es igual de lamentable:
menor proporción de niños estudiando.
La raíz del problema quizá no esté en la escuela primaria, sino en la preescolar. La tasa neta de escolarización de niños de 3, 4 y 5 años pasó de 73.6% a 67.3% del ciclo 2017-2018 al 2023-2024. La inercia negativa de alumnos fuera de las aulas inicia entonces desde edades más tempranas y se reproduce más adelante. Si bien es extraño que la disminución de la escolarización en el periodo referido sea menor en primaria que en preescolar, debe tenerse en cuenta que, no obstante la obligatoriedad constitucional de este último nivel educativo, existen vías para que los alumnos accedan a la primaria aún sin haber cursado el nivel previo. No sucede lo mismo después de la primaria: ¿estamos ante una eventual bola de nieve?
Surgen dudas
ante la situación descrita. ¿Por qué hoy la escuela primaria capta a menos alumnos,
proporcionalmente hablando, de los que captaba antes? Si el problema no pasa
por la cantidad de escuelas y docentes (que se ha mantenido prácticamente
estable en el periodo referido), ¿qué problemas sociales no son atendidos y
están alejando a los niños de las escuelas? ¿Qué estrategias gubernamentales
podrían incentivar no sólo la conservación de la matrícula (que no se queden
los que ya están), sino su aumento proporcional (que lleguen los que están
fuera)? ¿Cómo hacer valer la obligatoriedad de la asistencia escolar establecida
en la Constitución? ¿Qué hacen al respecto las instancias que deberían garantizar
los derechos de la niñez?
*Rogelio
Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc.
Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto
Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación
Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter:
@proferoger85
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